Lo divino
Cuando Aristóteles se refiere al «conocimiento de lo divino» en relación con la ocupación del intelecto humano y la contemplación, está aludiendo a un concepto central de su metafísica: el Primer Motor Inmóvil

Beatriz Pineda Sansone:
Cuando Aristóteles se refiere al «conocimiento de lo divino» en relación con la ocupación del intelecto humano y la contemplación, está aludiendo a un concepto central de su metafísica: el Primer Motor Inmóvil. Este concepto es el culmen o cumbre de su sistema y la razón última por la que la contemplación es la actividad más elevada.
Para comprenderlo mejor, desglosemos los puntos clave:
La Necesidad de un Primer Motor:
Aristóteles, en su Física y especialmente en su Metafísica (Libro XII o Lambda), argumenta que todo lo que se mueve es movido por otra cosa. Si este proceso de «mover y ser movido» se extendiera infinitamente, no habría un origen para el movimiento en el universo. Dado que observamos movimiento y cambio en el mundo, debe haber un primer motor que sea la causa original de todo movimiento, pero que a su vez sea inmóvil. De lo contrario, se caería en una regresión infinita.
Este Primer Motor Inmóvil posee las siguientes características:
Acto Puro (Energeia Akolastos): no tiene potencia, es decir, no tiene la capacidad de ser o llegar a ser algo distinto de lo que ya es. Es pura actualidad, pura realización. Esto es crucial porque si tuviera potencia, podría cambiar o ser movido por algo más, lo que contradiría su naturaleza de primer motor inmóvil.
Sin Materia (Aylos): la materia es el principio de la potencia y el cambio. Al ser acto puro, el Primer Motor no puede tener materia. Es una forma pura o una sustancia inmaterial.
Eterno e inmutable: al no tener materia ni potencia, no está sujeto a generación, corrupción o cambio. Es perfecto y siempre idéntico a sí mismo.
Único: si hubiera varios Primeros Motores, habría multiplicidad y, potencialmente, diferencias entre ellos que requerirían una causa ulterior.
Mueve como causa final, no eficiente: este es un punto fundamental. El primer motor inmóvil no «empuja» o «impulsa» el movimiento como una fuerza física. En cambio, mueve al universo como un objeto de deseo o amor (hôs erômenon). Es decir, todo en el cosmos aspira a imitar su perfección y su estado de acto puro. La perfección del Primer Motor atrae a todo lo demás, generando el movimiento cósmico especialmente el movimiento circular de las esferas celestes.
Dada su naturaleza de acto puro y sin materia, la única actividad posible para el primer motor inmóvil es el pensamiento puro (noesis noeseos), es decir, pensamiento que se piensa a sí mismo.
¿Por qué se piensa a sí mismo? Si el Primer Motor pensara en algo externo a sí mismo, ese objeto externo sería superior o al menos igual de perfecto que él. Esto es imposible, ya que el Primer Motor es la perfección misma. Además, si su pensamiento se dirigiera a lo imperfecto, su propia actividad se vería disminuida. Por lo tanto, el objeto de su pensamiento debe ser lo más excelente posible, que es él mismo.
No es un pensamiento discursivo o que pasa de una idea a otra, como el humano. Es una intuición constante, perfecta y autoconsciente de su propia esencia y perfección.
La relación con la contemplación humana:
Aquí es donde se conecta el «conocimiento de lo divino» con la actividad más elevada del intelecto humano:
Imitación de lo divino: Para Aristóteles, el intelecto humano (nous) es la parte más divina de nuestra alma. Cuando el ser humano se dedica a la contemplación (theoria), es decir, al estudio de las verdades universales, eternas e inmutables (como las matemáticas, la metafísica y, en última instancia, al propio Primer Motor), está imitando la actividad del Primer Motor Inmóvil.
El intelecto humano, al buscar la sabiduría, aspira a conocer las realidades más nobles. La más noble de todas es el primer motor. Así, la contemplación del hombre es, en su nivel más alto, el intento de comprender la naturaleza del primer motor y su perfección. Aunque el ser humano no puede alcanzar la perfección de la actividad divina, pues somos seres compuestos, sujetos a necesidades y cambios, la contemplación nos permite participar, en la medida de lo posible, de esa actividad divina y alcanzar la felicidad más completa que nos es accesible.
El ascenso intelectual es el proceso de abstracción, donde pasamos del conocimiento sensible (lo particular y material) al conocimiento intelectual (lo universal y formal), es una elevación hacia objetos cada vez más puros e inmateriales. El culmen de este ascenso es el conocimiento de las sustancias separadas y, finalmente, del primer motor inmóvil, la forma pura por excelencia.
Cuando Aristóteles habla del conocimiento de lo divino en la contemplación, se refiere al esfuerzo del intelecto humano por comprender la naturaleza del primer motor inmóvil, una entidad de pura actualidad, sin materia, que se piensa a sí misma y que mueve al universo como objeto de deseo. Al dedicarse a esta forma de conocimiento y al emular la actividad de la mente divina, el ser humano alcanza la forma más alta de felicidad y realiza plenamente su potencial racional.-
América 2.1