Don Alberione y su vivencia con los Jubileos

P. José Torres, SSP :
Nuestro Padre Alberione vivió dos jubileos durante su extensa vida de 87 años: el Jubileo del año 1900, año de la noche entre los dos siglos en la cual nació la familia paulina en su corazón de seminarista de 16 años, y el Jubileo del año 1950, en el cual, como Primer Maestro envió una hermosísima meditación en el Boletín San Pablo «a los maestros, confesores y superiores de nuestras casas».
Dejémonos aleccionar por las palabras de nuestro Padre Alberione, quien nos enseña con qué espíritu debemos vivir el jubileo en clave paulina. Nuestro fundador nos da fruto al meditar las palabras nos dice que el Jubileo debe ser un:
AÑO DE INOCENCIA. – Inocencia conservada o recuperada, y luego defendida y mantenida con tenacidad piadosa. Inocencia: significa que Dios está con nosotros. Ahora, si Dios está con nosotros, esto significa gracia, benevolencia, ayuda, defensa, fuerza, paz, serenidad; confianza en cada paso, en cada empresa, en cada oficio.
El Señor esté contigo, oh joven que pretendes consagrarte totalmente a Él, que apuntes al altar: sea contigo en el trabajo espiritual, en los estudios, en el apostolado. El Señor sea contigo, oh religioso, que quieres conquistar un alto lugar en el Paraíso y trabajas valientemente, con alto ideal. El Señor sea contigo, oh Sacerdote, amante de las almas, todo dedicado a tu santo ministerio. ¿Qué poder, qué sabiduría y qué gracia tendrás? El poder, la sabiduría y la gracia de Dios mismo.
¿Y qué dice la historia de la vida de quien siempre llevó a Dios consigo y obró cooperando con Dios y refiriendo todo a Dios? Fueron grandes hombres en obras caritativas, apostólicas, intelectuales: por la humanidad, por la patria, por Dios, por ellos mismos…
Para el jubileo hace falta la verdadera conversión del corazón, que «no consiste simplemente en el estado de gracia o en la ausencia de todo pecado grave. Implica un movimiento positivo, una actitud consciente y deseada de oposición y lucha contra toda culpa. Hay que luchar y ganar».
Respecto al pasado: espíritu de penitencia y reparación, por cada vicio capital. Respecto al futuro: el alma, en el sentimiento de la propia debilidad y en la previsión de tentaciones, reza, evita las ocasiones, está decidida a hacer todo, y todo sufrir, para no ofender nunca al Dios voluntariamente: ni en cosas graves, ni en cosas leves.
AÑO DE PIEDAD – […]. La piedad es útil para todo: para crecer en la virtud; progresar en el estudio intelectual y técnico; para tener éxito en la vocación, apostolado, pobreza, la salud misma. El que ora es iluminado, consolado, exaltado, santificado. Hasta que no se considere la piedad necesaria para nosotros, así como el pan y el aire para vivir, seremos insuficientes, vacíos, volubles… Es necesario es anclar la vida al Tabernáculo. Solo con la piedad nuestras obras tendrán un alma y frutos estables y verdadero valor para la eternidad. Las primeras horas, el mejor lugar, el mayor esfuerzo se reservan para las prácticas de piedad. Hay una gran diferencia entre quien hace y quien descuida el examen de conciencia, la Visita al Santísimo. Sacramento, la meditación. El Religioso está contento, en la medida de su piedad. ¡OJO!
Verdadero espíritu de piedad. Está constituido: por una parte, por el pensamiento habitual de la propia fragilidad y de las propias necesidades, y, por otra, por la confianza filial en la bondad del Señor, que se quiere complacer, ¡cumpliendo con alegría su voluntad!
¡Voluntad de Dios! «Non sicut ego volo» (no como yo quiera). Dios no ayuda a quien quiere hacer su propia voluntad, sino que extiende su gracia ampliamente a quien quiere conocer y ejecutar amorosamente la divina voluntad. El éxito muchas veces no depende de nosotros: sino que depende de nosotros buscar con toda la mente, las fuerzas, el corazón el «regnum Dei et justitiam eius» (el reino de Dios y su justicia).
Dios trabaja para los que trabajan para él. Dispuestos por tanto siempre a hacer como si todo dependiera de nosotros; oremos y esperemos en el Señor, como si todo dependiera de Él.
AÑO DE LA VERDAD. – Lo que es justo, es justo; lo que es injusto es injusto. Lo verdadero es verdadero; lo falso es falso. Lo bueno es bueno, el mal es malo. Delante de todos.
Verdad, justicia, bondad en la mente, en los juicios.
Verdad, justicia, bondad en el corazón, en los sentimientos.
Verdad, justicia, bondad en las palabras, en todo discurso.
Verdad, justicia y bondad en todas las obras.
Aborrecer la mentira, la hipocresía, el engaño, la falsedad: no solo en las confesiones y en los exámenes de conciencia, sino también en nuestras relaciones con las personas más cercanas y con los extraños. Nunca la calumnia, la exageración. (hoy pedimos que esto sea una realidad en nuestra iglesia y familia religiosa)
«Yo por una verdad estoy dispuesto a dar la vida», decía uno de nuestros más queridos sacerdotes difuntos. Ver las cosas, juzgarlas y hablarlas considerándolas bajo un solo aspecto, o errar por incompetencia, o arriesgarse a hacer juicios falsos, o incluso temerarios o sospechosos por ligereza; querer justificar lo injustificable dentro de nosotros y en la conducta […] o voluntariamente permanecer en las tinieblas, porque no meditamos, ni nos dejamos dirigir, ni aceptamos las correcciones, o carecemos de palabra; ser religiosos y vivir como si no existiera la profesión de nuestros votos; no devolver las cosas tomadas en préstamo; no reconocer las deudas, o no pagarlas… Todas estas son ofensas a Dios, nos dañan a nosotros, y son ruina para las almas.
A las almas deberíamos de hacer siempre la caridad de decir la verdad; dirigirlas a la plena justicia, informarlas a la verdadera bondad.
Hablar de un modo ante los unos y de otro modo ante los otros, comportarse de manera diferente en público y en privado, callar el mal, o dejar de poner de manifiesto el bien, por lo que a nosotros se refiere, son cosas que merecerían el «¡Ay de ustedes, hipócritas!»
Fallando en el examen de conciencia, a veces se llega a extremos dolorosos, e incluso ridículos. Predicamos la sinceridad y la rectitud de conciencia con insistencia. Que nuestra hablar sea: Sí, sí; no, no. Dios es verdad, Dios es justicia, Dios es bondad […]. El lenguaje dice lo que la mente piensa. […].
El joven que pone como base de su educación la veracidad y la sinceridad; que es formado a la rectitud y a la justicia con profunda convicción, con conciencia honesta, verdadera, recta… será en su vida bendecido por Dios, tendrá muchos éxitos buenos, será amado por los hombres. Así el Religioso, el Sacerdote, el Paulino».
¡Hay que orar y trabajar! La frase completa de San Benito es: «ora et labora et lege»: reza, trabaja y lee, ¡estudia! ¡Hay que hacer con mucha fe nuestro ofrecimiento de obras en la mañana! Sólo así todo se vuelve fructífero, uniendo nuestras obras a las obras perfectísimas de Cristo, y atrayendo muchas gracias y bendiciones para nuestra vida religiosa y para la congregación. Todos los días, en la capilla, al iniciar nuestra jornada, un buen paulino debe decir: «Corazón divino de Jesús, te ofrezco, por medio del Inmaculado Corazón de María, Madre de la Iglesia, en unión al sacrificio eucarístico, mis oraciones y acciones, alegrías y sufrimientos de este día, en reparación de los pecados y por la salvación de todos los hombres, y según las intenciones especiales del Superior General, en la gracia del Espíritu Santo, para gloria de Dios Padre».
¿Quién de nosotros reza por la canonización del fundador? ¿Quién de nosotros se acuerda de que Don Alberione bendecía a la Familia Paulina todos los días a las 9 de noche? El Paulino es, y tiene que ser, un alma contemplativa y activa. Al principio, en todas las Casas Paulinas, estaban escritos o dibujados por todas partes, imágenes y pensamientos como: ‘DIOS TE MIRA‘ o ‘JESÚS ESTÁ CON NOSOTROS‘. También en los talleres, era frecuente mezclar el trabajo con el rezo constante de la jaculatoria: ‘ESPÍRITU SANTO, ILUMÍNANOS Y SANTIFÍCANOS‘, o también esta otra: ‘VIRGEN MARÍA, MADRE DE JESÚS, SANTIFÍCANOS‘.
¡Volvamos a las fuentes! ¡Retomemos nuestra identidad de contemplativos-activos! Y que todo lo que hagamos, tenga el distintivo de nuestro Color Paulino. ¡Es este el único camino de vuelta del fracaso! Retomar la vía de Alberione y de Pablo: la vía de la metanoia, de la cardiomorfosis, de la continua conversión y santificación de la mente, del corazón, del tiempo y de los ambientes del Paulino. ¡Todo debe portarnos a la presencia de Dios!
¡Feliz y santo jubileo a toda la Familia Paulina! ¡Muchas bendiciones y fecundidad vocacional a todos nuestros institutos! ¡Prosperidad espiritual y material en nuestro apostolado, junto a mis deseos de todo bien!.-
Publicado originalmente en Societá San Paolo