Opinión

Negligencia, lluvias, inundaciones y deslaves

Debido a graves omisiones, cada cierto tiempo miles venezolanos sufren sus terribles consecuencias, como ahora acaba de ocurrir, con pérdidas humanas y destrucción de sus casas, sembradíos y equipos de trabajo

Gehard Cartay Ramírez:

Por largos años, el Estado venezolano se ha desentendido de las políticas que preservan el medio ambiente y la seguridad de los venezolanos, pero nunca tanto como ahora.

Las recientes catástrofes ambientales ocurridas en varias partes del país, especialmente en las zonas andinas y del suroeste, así lo comprueban lamentablemente. Se trata de ciclos que se repiten continuamente, algunas veces con mayor gravedad que otras, pero que siempre arrojan pérdidas humanas y materiales.

Los recientes deslaves e inundaciones son, en cierto modo, la respuesta de la naturaleza a los abusos y atentados en su contra, sin que medidas de corrección, o al menos de alivio, se hayan tomado para remediarlos o reducirlos como es debido. Se diría que, en los hechos, ha resultado todo lo contrario, pues a la ineficacia y desidia gubernamentales de hoy hay que agregar los abusos y tropelías de algunos particulares que talan y queman sin medida en sus predios rurales, sin que tampoco falten aquellos que desvían cursos fluviales y los manejan a su antojo para utilizarlos en labores de riego, sin tomar en cuenta que el agua siempre vuelve a sus cauces, con las consecuencias ya conocidas.

Ha faltado, en verdad, una política integral de protección al ambiente y de control sobre los cursos de agua y sus efectos en las temporadas de invierno y de verano. Ha faltado igualmente una política de control y previsión sobre los efectos devastadores de la quema y la tala indiscriminadas. Ha faltado una eficaz política de ordenación territorial, a los fines de aprovechar de manera inteligente los recursos de todo tipo. Y ha faltado también una planificación efectiva para conservar una de las riquezas fundamentales de Venezuela: sus recursos hídricos, tan abundantes como pésimamente manejados.

Debido a esas graves omisiones, cada cierto tiempo miles venezolanos sufren sus terribles consecuencias, como ahora acaba de ocurrir, con pérdidas humanas y destrucción de sus casas, sembradíos y equipos de trabajo. Pretendiendo aminorar sus trágicos efectos, las comunidades afectadas y quienes los apoyan de manera solidaria y sincera -pero con mayor eficacia que la intervención oficial, que en estos casos ha brillado por su ausencia- organizan operativos de asistencia a los sectores afectados y de reparación de algunas modestas obras de infraestructura como carreteras y puentes. Tales iniciativas no abarcan, como es natural, la solución integral que requieren estas catástrofes. Posteriormente, las autoridades se desentienden de las mismas y continúan incumpliendo sus deberes, sin acometer las soluciones reales y definitivas, con lo cual, al cabo de cierto tiempo, vuelven a producirse estas desgracias de nunca acabar.

Al respecto, vale anotar que en 1951 un poeta y abogado apasionado por los temas ecológicos, Alberto Arvelo Torrealba, escribió un libro sobre estos temas, al que tituló “Caminos que andan”, donde analizó lúcidamente -sin ser geógrafo ni economista- lo que viene ocurriendo desde hace algún tiempo en las zonas andinas y llaneras durante los ciclos agudos del invierno: “Se acumulan así en el corazón de la Sierra, y no suman sino que multiplican sus efectos, los dos factores naturales erosivos por antonomasia: violento declivio en las paredes del paisaje (…) y pluviosidad copiosa…”, a los que habría que sumar los efectos de rutinarias faenas agrícolas “con el arado reblandeciendo y aún descarnando los oblicuos predios hasta la roca viva”, todo lo cual, a su juicio, tendría efectos negativos en el futuro, tal como se comprueba en cada oportunidad en que quebradas y ríos turbulentos bajan de la montañas y se llevan todo a su paso afectando poblaciones, viviendas, carros, carreteras, laderas y campos cultivados.

Como hace más de setenta años lo hizo Arvelo Torrealba, ahora algunos estudiosos y especialistas han continuado alertando sobre el fenómeno en recurrencia, insistiendo en la inconveniencia de desmontar los bosques altos, evitando la tala indiscriminada y respetando el ecosistema circundante, basado en las leyes naturales según las cuales árboles y bosques deben ser respetados y multiplicados.

Aguas abajo, los ríos aumentan su caudal y se desbordan a consecuencia de la sedimentación acumulada por largo tiempo, todo lo cual trae como consecuencia las terribles inundaciones en las regiones del piedemonte y los llanos occidentales, con su lamentable secuela de pérdidas humanas y materiales.

Por desgracia, en el último cuarto de siglo se abandonaron líneas estratégicas y de acción esenciales al respecto, entre ellas, el programa de conservación de las cuencas hidrográficas que Venezuela tenía con el Banco Mundial, tras lo cual se paralizaron importantes obras de sistemas de riego, así como de represas y trabajos de defensa agreste y resiembra.-

Martes, 01 de julio de 2025.
Publicado originalmente por lapatilla.com

Publicaciones relacionadas

Botón volver arriba