Testimonios

Madre Febronia: «Para descansar sobra el tiempo donde el tiempo no rige»

Palabras de Rafael Caldera para la madre Febronia, del San José de Tarbes, con ocasión del cincuentenario de su llegada a Venezuela

La Reverenda Madre Febronia de San Jose de Turbes vino a Venezuela en 1800, con otras hermanas de la misma congregación, a la cual ingresó en 1887.

Nacida Marie Moreau, en Rarcelonne, Departamento de Gers, Francia, hacia 1870, fue una mujer de temple singular, reconocida por su avasallante personalidad, en todos los sectores sociales.

Fue Directora de diversos colegios y Superiora de la Congregación en Venezuela, donde ha realizado una gran labor en la educación y en la actividad hospitalaria, a partir de su venida, propiciada por el gobierno del Presidente Rojas Paul.
La Madre Febronia murió casi súbitamente, el 13 de junio de 1952. Las palabras que aquí se recogen fueron pronunciadas en el Externado de San José de Tarbes el 18 de diciembre de 1941, con motivo del cincuentenario de su llegada a Venezuela. Ese agente prodigioso de civilización que es el cinematógrafo —apto, cual todas las grandes obras del ingenio humano, para transmitir las más hondas bellezas o las más repugnantes fealdades, instrumento de mal o de bien, apóstol de moralidad o de vicio, foco de perversión o de cultura— realizó hace no mucho tiempo un profundo y delicado romance que hoy viene inevitablemente a mi memoria.
Vertió en hermoso poema de gelatina un bello libro que hace amar a un maestro: !y es necesario comprender la inmensa proyección que tiene el amor al maestro
Enseñar siempre como profesión única; dedicar todo el tiempo a luchar con el fondo oscuro de nuestras almas donde el pecado original revuelve la ingratitud de la ignorancia, es tarea ardua y duro sacrificio; y pesada función social es la enseñanza, pues aunque pocas le igualan de fructífera, su resultado se vuelca íntegro sobre la colectividad, produciendo muy pequeña y escasa recompensa para quien le ha sacrificado todo.
Por eso, la película a que me he referido es un bello argumento cuyo recuerdo llevo impreso y en mi revive ante ocasión como esta.
Es en el centro rígidamente tradicionalista de uno de los colegios cuyo conjunto ha dado lustre insuperable a la pedagogía inglesa, donde el protagonista de la historia desarrolla su vida. Y es para mi uno de sus más emocionados momentos aquel, cercana la hora de la muerte, cuando alguien va entre silencio y reverencia musitando sus méritos; y, al dolerse de que no hubiera tenido descendencia, el moribundo anciano que le escucha se incorpora en su lecho, y refiriéndose a la expresión del otro, afirma, con frase que resume un hondo y trascendente sentido de su misterio:
“.Que no he tenido hijos?… Pues, si los he tenido… He tenido millares de ellos… ”. 
Hoy, cambiando todo el ambiente circunstancial que la rodeaba, estamos viviendo la misma afirmación. El fondo sustantivo de aquella misma escena. Sana y robusta la heroína, promete muchas jornadas más por el bien de la ciencia verdadera; no hay dolor, sino jubilo, en este instante aniversario de una larga labor en Venezuela; no la alcoba solitaria, sino el tumultuoso afán de corazones para los cuales la gratitud no es mito: pero se repite 413 el mismo dramatismo, cuando sus discípulas, a través de las aquí presentes, van afirmando con énfasis sonoro por todo el ámbito de nuestra patria la prodiga maternidad espiritual de esta célibe madre que cuenta sus hijas por millares.
Madre sois, Reverenda Hermana Febronia, en la amplia acepción del vocablo; madre de numerosas venezolanas cuyos hogares son otras tantas células de la gran familia nacional; y es de regocijo para Venezuela este día en el cual, robusta e infatigable trabajadora, marcáis el quincuagésimo jalón de una jornada de abnegación y de trabajo. Millares de mujeres, a las cuales con afectuosa severidad se ha inculcado la fe en Dios y el respeto por los fueros del espíritu, ha ido formando la Madre Febronia en estos cincuenta anos —!cincuenta años!, solo decirlo constituye un elogio— pasados en diversos institutos a través del territorio nacional y finalmente en este externado, que fue el primero en aprovechar sus dotes directivas; y muchas de sus discípulas son esposas y madres de hogares honorables que influyen en la dirección de los destinos patrios.
Gran parte de las hijas de la Madre Febronia, aunque pequeña si se compara con el inmenso número que representan, se reúnen aquí con tan fausta ocasión. El Externado de San José de Tarbes, campo predilecto de acción de su dinámica figura, ha escogido la fecha para inaugurar su Salón de Actos; y parece que de estas aulas se desprendiera una sonrisa de inteligencia para con esta gran realizadora, cuyo celebrado continente de austera rigidez es fama que encubre un natural bondadoso y ecuánime, recto con la rectitud del acero en la defensa de una causa, pero blando en la misericordia afectuosa con sus subordinadas, pese a la apariencia tan severa que conserva para mantener la disciplina. Más es lo cierto, y lo saben quiénes aquí me oyen, que la figura de la Madre Febronia ha dejado de ser local, y bien se la conoce fuera de los Colegios de la Congregación de San José de Tarbes. Es proverbial su austeridad. Muchas veces, más allá de estos claustros, hacen fama de su obra de bien.
Yo mismo, en mi corto ejercicio de abogado, he tenido ocasión de aquilatar la tajante sinceridad de su honradez. Es justo, pues, que al regocijo de sus hermanas de Congregación y de las hijas de su dirección y enseñanza se una el de todos los que deseamos para Venezuela una superación constante.
Es necesario que todos los que aspiramos a la regeneración católica de nuestra patria nos reunamos junto a aquellos que son pioneros de la excelsa labor. La lucha por el Nazareno, más viva en los 414 momentos más difíciles, ha contribuido preciosamente a ir eliminando minúsculos resquemores entre obreros de una misma causa, educadores de una misma fe, servidores de un mismo y único Jefe: Cristo.
Pero es menester aprovechar oportunidades como esta para reiterar la necesidad de consolidar aquella alianza, de afirmar los vínculos entre los cristianos de todas las pedagogías y de todos los sitios, porque todos ellos no persiguen sino una sola mira: la de cristianizar a Venezuela.
Recibid, señora, por mi modesto órgano, el testimonio de la gratitud nacional, que no es solamente la de vuestras discípulas: la flor de gratitud, símbolo apenas, pero valor de espíritu, con que os quiere regalar esta tierra fecunda, en el quincuagésimo aniversario del día en que hundisteis en ella vuestro arado para no cesar nunca de regar con el sudor de buen trabajo la semilla de la fe católica. Y creedme, señora, que da santa envidia veros hoy, después de tantos años de incansable labor, firme y recia en la brega.
Bien ganado tenéis el retiro, pero se que os daría pena recibirlo, segura de que para descanso sobra el tiempo donde el tiempo no rige. Como vuestro compatriota el teniente Perrot, a quien atacado de fiebre y conminado al descanso se le decía que ya había cumplido del todo su deber, vos, Madre, con un haber del cual podrían envanecerse muchos héroes, estáis erguida ante el campo de labranza, repitiendo con vuestros hechos aquella heroica frase: “ ¡Nunca acaba uno de cumplir su deber!”. Sería blasfemia deciros: ¡adelante! Bien sabemos quiénes hemos venido a traeros felicitación y gratitud, que vos estaréis como el primer soldado y como el primer día, mientras alienten esas fuerzas que os han dado mérito para tantas hazañas.
En vez de otras frases de estímulo, o de halago vano, permitidme que yo, haciéndome eco del sentimiento unánime de los grupos y sectores representados en este hermoso acto, sencilla y llanamente os diga lo que más grato puede ser a vuestro espíritu: !Dios os pague! .-
Texto e imagen Cortesía de Andrés Caldera Pietri

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