Cultura Católica

La costumbre prehispánica de llevar flores a los muertos

Es común obsequiar flores cuando una persona ha fallecido. En México, además del uso en la liturgia, tiene como antecedente una costumbre prehispánica

Cuando una persona muere, la comunidad presenta sus respetos a los familiares del difunto de maneras distintas: publicando alguna esquela, visitando a los dolientes, acompañándolos en Misa – que es lo más importante – rezando por el eterno descanso del fallecido, en fin, que la creatividad y la compasión no tienen límite. Pero llevar flores en los velorios tiene un significado muy profundo que hunde sus raíces en una costumbre prehispánica.

La vida es efímera

En la Sagrada Escritura encontramos versículos en donde se habla sobre las flores, sobre todo por su belleza, pero también porque su existencia es efímera. San Pedro retoma esta idea del libro del profeta Isaías (Is 40, 6-8):

«Toda la humanidad es como la hierba, y toda su gloria como la flor del campo; la hierba se seca y la flor se marchita, pero la palabra del Señor permanece para siempre» (1Pe 1, 24-25).

En la liturgia es el adorno predilecto, porque no hay nada más hermoso que la propia naturaleza creada por Dios, por eso, la Instrucción General del Misal Romano dedica unos párrafos a los arreglos florales y recomienda su uso todo el tiempo, excepto en la Cuaresma:

«Los arreglos florales sean siempre moderados, y colóquense más bien cerca de él, que sobre la mesa del altar» (n. 305).

Un signo importante

La palabra Xóchitl quiere decir «flor» en náhuatl. Podemos mencionar a la cempoalxóchitl o flor de veinte pétalos, tan común en noviembre y que se usa para adornar las ofrendas de los altares de difuntos, y la cuetlaxóchitl o como conocemos actualmente a la flor de nochebuena.

Mons. Eduardo Chávez, director del Instituto Superior de Estudios Guadalupanos, explica que para los antiguos habitantes de México las flores eran muy importantes. Tanto que, incluso los guerreros más valerosos tenían nombres relacionados con ellas. Hay que recordar también las guerras floridas.

Por eso es tan significativo que el acontecimiento guadalupano iniciara con cantos – Juan Diego los escucha antes de ver a la Virgen – y «concluyera» el 12 de diciembre con flores, cuando la Santísima Virgen de Guadalupe las envió como señal al obispo Zumárraga. «Flor y canto», dice el padre Eduardo, es decir: «la verdad divina».

«Eran tan importantes que solamente los nobles podían aspirar el perfume de las flores, no estaba permitido para nadie más», comenta Mons. Chávez.

Flores en un funeral

Las flores eran también una forma de presentar respeto y un signo de paz. Por eso, cuando alguien insigne moría, aún sus enemigos le enviaban flores.

De ahí se rescata la idea de que, cuando una persona es velada, se le envíen arreglos y coronas florales, tanto para recordar con cariño al que ha muerto, como para hacer sentir a la familia que no está sola y que se le acompaña en su dolor.

Por eso, cada vez que vayamos a un funeral, recordemos que las flores nos hablan de la belleza del encuentro que el difunto tendrá con su Creador para vivir con Él toda la eternidad.-

Mónica Muñoz – publicado el 30/10/25-Aleteia.org

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