Entrevistas

Diplomáticos de la Santa Sede, pastores al servicio del pueblo

En el Jubileo del Personal diplomático, el secretario de la Sección para el Personal de plantilla diplomático recuerda las raíces sacerdotales del servicio de las Representaciones Pontificias: «Cada expediente, nota verbal o negociación se prepara con una perspectiva pastoral: buscamos la paz, la protección de los vulnerables, la libertad religiosa, no los intereses de un solo Estado»

No son «funcionarios» ni meros «expertos en relaciones internacionales», sino, sobre todo, «pastores» que «sirven a la comunión de la Iglesia y a la paz entre los pueblos».

Así describe monseñor Luciano Russo, secretario de la Sección para el Personal diplomático de plantilla, el perfil de los diplomáticos de la Santa Sede con motivo del Jubileo que les está dedicado.

Al día siguiente de su audiencia con el Papa León XIV, el prelado destacó ante los medios vaticanos la «visión pastoral» que subyace a cada acción y decisión de las Representaciones pontificias y reiteró la importancia de la oración, la escucha, el discernimiento y una auténtica vida de comunión para una misión creíble y fiel a la Iglesia.

Excelencia, un diplomático de la Santa Sede es, ante todo, sacerdote y pastor. ¿Cómo se entrelazan concretamente la dimensión diplomática y el espíritu pastoral en la vida diaria de un Nuncio y del personal de las Representaciones Pontificias?

La nuestra es una vocación unificada. No somos sacerdotes en algunos contextos y diplomáticos en otros: en toda situación, seguimos siendo pastores. La dimensión pastoral no es un añadido «devoto» al trabajo diplomático; es lo que le da sentido. Si la perdemos, nos convertimos en meros funcionarios, y esto sería lo contrario de lo que nos enseña el Magisterio de la Iglesia.

En términos concretos, esto significa que el día de un representante diplomático de la Santa Sede comienza y termina como el de un sacerdote: la celebración de la Eucaristía, la oración, la escucha de la Palabra de Dios. Cada expediente, cada nota verbal, cada negociación se prepara con una perspectiva pastoral: siempre buscamos la paz, la protección de los más vulnerables, la libertad religiosa, la dignidad de toda persona, no los intereses de un solo Estado.

El diplomático de la Santa Sede representa no sólo una institución, sino al Sucesor de Pedro y, con él, la cercanía de la Iglesia. Por ello, no puede limitarse a la Nunciatura ni a seguir el protocolo: debe conocer el país, visitar las comunidades, escuchar las heridas y las esperanzas de la gente. Cuando recordamos que nuestro servicio nace del altar y del Evangelio, incluso los actos más técnicos – un informe, una firma, una mediación – cobran vida y se convierten en una oportunidad para el testimonio evangélico.

¿Cuál es, en su opinión, la actitud humana y espiritual que más contribuye a vivir bien este servicio?

Vivir el servicio diplomático de la Santa Sede implica recordar que la misión siempre se desarrolla en situaciones concretas, a veces marcadas por la distancia y desafíos inesperados. Son pruebas reales que ponen a prueba tanto el equilibrio humano como la fe. Es natural experimentar momentos de cansancio, soledad o adaptación cultural; forma parte de nuestro ministerio.

Sin embargo, es precisamente en estas situaciones cuando comprendemos con mayor claridad que no estamos solos y que nuestra labor no es un esfuerzo individual. Ante estas situaciones, creo que hay tres actitudes decisivas.

La primera es el sentido de fraternidad. Es esencial recordar que caminamos juntos: compartiendo la vida cotidiana, apoyándonos mutuamente, creando un clima de confianza con el Nuncio y el personal local. La fraternidad se convierte en la principal forma de presencia pastoral.

La segunda es la disponibilidad interior. En ciertos contextos, debemos aprender a educarnos en la realidad: en culturas muy diferentes, en ritmos distintos, en situaciones políticas o eclesiales complejas. No todo es inmediatamente comprensible, pero un corazón abierto nos permite transformar la desorientación en aprendizaje.

La tercera, por supuesto, es la confianza en el Señor. En los lugares más remotos, se percibe claramente que nuestro servicio no puede sostenerse solo con fuerzas humanas. El Señor acompaña a quienes le confían su misión y ofrece una luz especial precisamente en medio de las distancias y las dificultades. Nuestra tarea siempre será un servicio a la Iglesia y a la humanidad, porque cuando recordamos esto, incluso las dificultades adquieren un significado diferente.

En su discurso a los participantes del Jubileo y la Reunión del Personal diplomático, usted destacó la importancia del trabajo en equipo. ¿En qué medida influye la colaboración en la calidad y la eficacia del servicio diplomático?

La colaboración no es sólo un valor humano, sino una condición operativa. Una Nunciatura sólo puede cumplir su misión eficazmente cuando todos –desde el jefe de misión hasta los funcionarios, pasando por el personal religioso y laico – participan responsablemente en el trabajo común. En las misiones más exigentes, donde la información debe recabarse con esmero y las decisiones requieren rapidez y discernimiento, la calidad del servicio a menudo depende de la capacidad de compartir con honestidad lo que se ve, se piensa y se experimenta.

La diplomacia no se limita a mantener relaciones con los gobiernos locales y las iglesias; también requiere una vida comunitaria que permita el diálogo pacífico, la distribución de tareas y la certeza de que todos pueden contar con los demás. Este clima de confianza interna permite a la Representación expresar una voz unificada y creíble ante el mundo exterior, especialmente en tiempos de crisis o cuando es necesario ofrecer evaluaciones delicadas a la Santa Sede.

 Por lo tanto, la colaboración es el fundamento que hace que nuestro servicio sea más riguroso, más transparente y más fiel a la misión eclesial que se nos ha confiado. Cuando caminamos juntos, incluso el servicio diplomático se convierte en testimonio de comunión.

Excelencia, con el Quirógrafo del Papa Francisco del pasado 25 de marzo, uno de sus últimos documentos, la Academia Eclesiástica Pontificia se renovó y se estableció como Instituto ad instar Facultatis para las Ciencias diplomáticas. En este nuevo marco, ¿qué perfiles y aptitudes considera usted esenciales para un sacerdote llamado a representar a la Santa Sede ante los desafíos globales actuales?

La reforma surge de la convicción de que hoy no basta con conocer el mundo; también debemos ser capaces de interpretarlo espiritualmente, sin perder la esencia pastoral de nuestro ministerio. Por ello, la Academia Eclesiástica Pontificia se fortaleció como Instituto de Ciencias Diplomáticas: no solo para ampliar las cualificaciones, sino para formar sacerdotes capaces de combinar la competencia profesional con una perspectiva evangélica.

En cuanto a las aptitudes, se requiere una sólida formación en derecho, historia, ciencias políticas y economía, junto con un profundo conocimiento de idiomas y culturas.

El diplomático de la Santa Sede debe ser capaz de dialogar con gobiernos, organizaciones internacionales y la sociedad civil, comprender los procesos en curso – desde la migración hasta la transformación tecnológica – y contribuir a su interpretación a la luz de la dignidad de la persona y el bien común.

Pero esto no basta. La reforma enfatiza cualidades que no se evalúan en exámenes: cercanía, escucha atenta, discernimiento, espíritu fraterno, diálogo, humildad y mansedumbre. Un representante papal es un sacerdote enviado a las Iglesias y al mundo a semejanza del Buen Pastor: su autoridad emana de la oración, una intensa vida eucarística, un profundo conocimiento de la Iglesia y un fuerte vínculo con el Sucesor de Pedro.

En resumen, no formamos funcionarios, sino expertos en relaciones internacionales y pastores que, mediante la diplomacia, sirven a la comunión de la Iglesia y a la paz entre los pueblos. Esta combinación de formación académica, equilibrio humano y raíces espirituales es lo que hace única la diplomacia de la Santa Sede.-

Vatican News

Publicaciones relacionadas

Botón volver arriba