El Papa León XIV llama a sanar «la memoria” en su primer discurso en el Líbano

En su primera intervención pública en el Líbano, adonde llegó tras transcurrir cuatro días en Turquía, León XIV advirtió que si no se trabaja “en la sanación de la memoria” y en un «acercamiento» entre quienes han sufrido agravios e injusticias, «es difícil avanzar hacia la paz”.
Según el Papa, que se trasladó nada más llegar al país al Palacio presidencial para reunirse con las autoridades, cuando ese esfuerzo no se realiza, “se permanece estancado, prisionero cada uno de su dolor y de sus razones”.
“Hay heridas personales y colectivas que requieren largos años, a veces generaciones enteras, para poder sanar”, aseguró desde Beirut, la capital libanesa que aún carga con las heridas abiertas de la devastadora explosión que hace cinco años sacudió su puerto y cuya investigación continúa paralizada. Las familias de los 235 fallecidos han pedido en varias ocasiones poner fin a la impunidad.

El Santo Padre aseguró que la reconciliación no depende sobre todo de la voluntad política: “No sólo nace desde abajo, de la disponibilidad y la valentía de algunos, sino que necesita autoridades e instituciones que reconozcan el bien común por encima del bien parcial”.
“No hay reconciliación duradera sin un objetivo común, sin una apertura hacia un futuro en el que el bien prevalezca sobre el mal sufrido o infligido en el pasado o en el presente”, insistió.
Antes de que el Papa tomase la palabra, habló el presidente del Líbano que, tal y como está vigente en la Constitución del país –que prevé la repartición del poder entre las distintas religiones– es siempre un cristiano maronita: desde enero de 2025 es Joseph Aoun.
El jefe de Estado libanés hizo una defensa del pluralismo y de la convivencia religiosa del país, asegurando que la desaparición de uno de los componentes de esta convivencia religiosa —cristianos o musulmanes— provocaría un colapso nacional con repercusiones globales. “Si los cristianos desaparecen del Líbano, se derrumbará la ecuación misma y desaparecerá su justicia. Si los musulmanes caen, se romperá el equilibrio y desaparecerá su moderación”, afirmó ante el Papa León XIV.

Asimismo, instó al Santo Padre a que lleve un mensaje al mundo de la resiliencia de los libaneses: “No moriremos, no nos iremos, no nos desesperaremos… seguiremos respirando libertad, inventando alegría y haciendo de cada día una vida mejor”. Finalmente, definió a su país como “el único espacio de encuentro de la región”.
Tras su paso por Turquía, de gran mayoría musulmana, donde los cristianos no llegan al 1% de la población, el Pontífice se encontró en el Líbano con un auténtico laboratorio de conveniencia donde cohabitan musulmanes —chiitas y sunitas— y cristianos, que representan un tercio de la población. Su presencia se ha visto claramente reducida en las últimas décadas.
Eran el 51,2% de la población en el último censo oficial de 1932, un 20% más, según las cifras que maneja el Vaticano.
El valor de los que se “atreven a quedarse, incluso cuando ello supone un sacrificio”
En su discurso, el Pontífice remarcó el valor de los que se “atreven a quedarse, incluso cuando ello supone un sacrificio”. León XIV enumeró las amenazas como “la incertidumbre, la violencia, la pobreza” que producen cada día una “hemorragia de jóvenes y familias que buscan un futuro en otros lugares, a pesar del gran dolor que representa dejar su patria”.
Consciente de que el país atraviesa una crisis económica galopante, con una inflación que ha mermado la capacidad adquisitiva de las familias y un Estado prácticamente en bancarrota incapaz de cumplir con gran parte de los contratos públicos, dijo a los libaneses: “Han sufrido mucho las consecuencias de una economía que mata”.
Muchas familias del Líbano se mantienen gracias a la ayuda de los que viven en el extranjero. Sin embargo, el Papa consideró que “permanecer en la patria y colaborar día a día al desarrollo de la civilización del amor y de la paz sigue siendo algo muy loable”.
“¿Qué hacer para que sobre todo los jóvenes no se sientan obligados a abandonar su tierra y emigrar? ¿Cómo motivarlos a no buscar la paz en otros lugares, sino a encontrar garantías y convertirse en protagonistas de la misma en su tierra natal?”, invitó a cuestionarse.
Así, aseguró que cristianos y musulmanes, junto con todos los sectores religiosos y civiles de la sociedad libanesa, “están llamados a hacer su propia aportación y a asumir el compromiso de sensibilizar a la comunidad internacional al respecto”.
Anteponer el “objetivo de la paz a todo lo demás”
El Papa ha llegado a Beirut solo una semana después de que el ejército de Israel lanzase un ataque de precisión para matar al jefe militar de Hizbulá, Abu Ali Tabatabai.
Este país conserva aún en la memoria colectiva la devastación de la guerra de 2006 entre Hizbulá e Israel. Aquel conflicto, que se prolongó seis semanas, dejó 1.300 libaneses y 165 israelíes muertos, y arrasó pueblos enteros y varios barrios de Beirut. En octubre del 2024 hubo otra escalada de violencia, que todavía hace temer una guerra en la frontera sur.
Ante las autoridades, el Papa instó a anteponer el “objetivo de la paz a todo lo demás”. Dedicó gran parte de su alocución a describir lo que significa ser artífices de la paz en circunstancias “muy complejas, conflictivas e inciertas”.
Así, aseguró que la paz “siempre crece en un contexto vital concreto, hecho de vínculos geográficos, históricos y espirituales”, pero sin ceder “al nacionalismo”.
Al abordar el horizonte de paz que desea para el país, León XIV sostuvo que “la paz es, de hecho, mucho más que un equilibrio, siempre precario, entre quienes viven separados bajo el mismo techo. La paz es saber convivir, en comunión, como personas reconciliadas.”
“Radicalización de las identidades y de los conflictos”
En este sentido, citó la “inestabilidad global” que también en el Líbano “tiene repercusiones devastadoras, de la radicalización de las identidades y de los conflictos, pero siempre han querido y sabido volver a empezar”.
Por ello, el Santo Padre elogió la “resiliencia” de los libaneses y la “gran fortaleza que nunca ha dejado a su pueblo abatido, sin esperanza”.
También aseveró que el amor por la paz no conoce “el miedo ante las aparentes derrotas”, no se deja “doblegar por las decepciones” sino que sabe ver “más allá, acogiendo y abrazando con esperanza todas las realidades”.
El Papa elogió que los libaneses hablen la “lengua de la esperanza, aquella que siempre les ha permitido volver a empezar”, en un contexto global en el que “parece haber vencido una especie de pesimismo y un sentimiento de impotencia”.
“Las personas parecen no ser capaces ni siquiera de preguntarse qué pueden hacer para cambiar el curso de la historia. Las grandes decisiones parecen tomarlas unos pocos y, a menudo, en detrimento del bien común, lo que parece un destino ineludible”, lamentó.
Para el Papa el camino de la paz pasa, sobre todo, por el “arduo camino de la reconciliación”. “A veces se piensa que, antes de dar cualquier paso, es necesario aclararlo todo, resolverlo todo, pero es el diálogo mutuo, incluso en las incomprensiones, el camino que conduce a la reconciliación”, aseguró.
El “papel imprescindible de las mujeres en el arduo y paciente compromiso de custodiar y construir la paz”
Y agregó: “La verdad más grande de todas es que estemos juntos insertados en un proyecto que Dios ha preparado para que seamos una familia”.
Finalmente, el Pontífice subrayó el “papel imprescindible de las mujeres en el arduo y paciente compromiso de custodiar y construir la paz”. Recordó que, en distintos ámbitos de la vida nacional, ellas se han convertido en guardianas de cohesión y de diálogo: “No olvidemos que las mujeres tienen una capacidad específica para trabajar por la paz, porque saben custodiar y desarrollar vínculos profundos con la vida, con las personas y con los lugares”.-




