Henri Gaspard: “A Guayana la vimos todos fallecer ante nuestros ojos y nadie, o la mayoría, no hizo nada”
El exdirigente gremial y empresario de Guayana sostiene que el sentido de pertenencia los ha hecho mantenerse en Guayana y en el país, con la esperanza de perdurar. Defiende que el proyecto Guayana es atípico. |
Como miles que huyeron de Europa tras la Segunda Guerra Mundial, Henry Gaspard Fayad llegó a Guayana 10 días antes de la caída de la dictadura de Marcos Pérez Jiménez: el 13 de enero de 1958. Oriundo del Líbano, pero formado en Francia, aterrizó en la incipiente Guayana convocado por su hermano mayor, Antonio, quien ya había emigrado a la región años antes.
Henry tenía una carta de presentación: era uno de los pocos ingenieros eléctricos que para la década de los años 50 había en el país y eso lo hizo rápidamente liderar las primeras etapas de la construcción de la Siderúrgica del Orinoco (Sidor) con la ficha número 52, un distintivo que lo identificaba como uno de los pioneros de la acería.
Luego se incorporó al proyecto de la construcción de la Central Hidroeléctrica Raúl Leoni, mejor conocida como Guri, donde fue superintendente general para la instalación de las primeras cuatro turbinas. Asentó a su familia en Pueblo Guri, entre esa generación de ingenieros que materializó uno de los proyectos más ambiciosos de la naciente democracia. Allí creció Henri Gaspard Zeiter, el hijo, quien después de graduado de ingeniería civil en la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB), tomó las riendas de la empresa familiar de suministros eléctricos fundada en 1976 y con base en Puerto Ordaz: Sumeca.
No hay nada mejor que construir, que de cero salga algo. Guayana era eso, cero, y salieron muchísimas cosas: empresas de ingeniería, de alimentos, de logística, un parque metalmecánico… el más importante del país, y es muy difícil que esas personas no tengan sentido de pertenencia”
Una de las compañías que prestaba servicios en tiempo real a las empresas básicas de Guayana, era Sumeca. Hasta 2009 se diversificaron, y se expandieron en oriente, centro y occidente del país suministrando equipos eléctricos y de iluminación con una nómina que llegó a 90 trabajadores. Su mayor logro fue “ser una empresa que le solucionó, desde el punto de vista eléctrico, sus problemas a mucha gente, y a muchas empresas. El personal que se formó allí también es nuestro mayor logro”, subraya Gaspard hijo.
Pero el panorama ha cambiado desde entonces: “Hoy no contamos con ninguno de los proveedores de insumos (…) hoy Sumeca es un espejismo de aquello: nos desprendemos poco a poco de nuestros activos tratando de mantener la empresa, y el poco personal que nos queda de una manera digna”. Y resume que en “Guayana lo que estamos haciendo es cuidar los galpones”, en referencia a la devastación del sector industrial que devino con la ruina de las empresas básicas.
Cuidan un “galpón”, dice, como una manera de rendir homenaje a quienes ayudaron a construir ese patrimonio, por la convicción de que todo pasa y porque irse es deshonrar los orígenes donde fue posible hacer todo de la nada. Cree que Guayana es un proyecto extraordinario a cuidar, que sus ventajas comparativas están intactas para el futuro, pero que será necesario una reflexión sobre cómo y por qué el proyecto cayó en terapia intensiva.
En 2012, cuando el periodista Damián Prat presentó su libro Guayana: el milagro al revés, Henri Gaspard lo bautizó en un encuentro en la UCAB Guayana. Allí destacó que la región tiene una importancia “de diversidad y complejidad tecnológica de tal magnitud, y su impacto social y trascendencia humana de tal profundidad, que es una irresponsabilidad dejarla sólo en manos de los políticos, burócratas o tecnócratas”.
En esta conversación, ahondamos en las ideas de quien fuese directivo de la hoy extinta Cámara de Industriales y Mineros de Guayana (CIMG) y quien sostiene que permanecer no sólo depende cómo te hayas preparado, sino “de cuál sea tu nivel de aceptación de que no vas a producir nada, de que simplemente albergas una esperanza de que algo se puede hacer en el futuro”.
Con todo como está, ¿qué los hace permanecer en Guayana?
El sentido de pertenencia. Cuando de verdad sientes que perteneces a algo, y ese algo pertenece a tí, hay agradecimiento. Y cuando lideraste en pequeñas formas una empresa, y esa empresa te dio satisfacción, y ves cuando situaciones particularmente injustas la van debilitando, dices: bueno, todo tiene un término. Yo quiero ver si esta situación no persiste y nosotros perduramos. Eso es todo.
¿Sientes que ese sentido de pertenencia está atado a algo que les dio Guayana?
Eso sucede en todos lados. Mucha gente tiene un alto sentido de pertenencia. La gente no es itinerante, no es nómada. ¿Qué me pasó a mí? Yo nací en un proyecto que era Guri, y estaba atado a un proyecto de país. Además fue un proyecto de mucha satisfacción para quienes lo ejecutaron, y para quienes vivimos alrededor de ese proyecto. Para nuestros primos, o para nuestros amigos, éramos unos tipos que prácticamente vivíamos en la mitad del monte. Ellos no entendían que nosotros estábamos en un paraíso, disfrutando cosas nuevas todos los días. No hay nada mejor que construir, que de cero salga algo. Guayana era eso, cero, y salieron muchísimas cosas: empresas de ingeniería, de alimentos, de logística, un parque metalmecánico… el más importante del país, y es muy difícil que esas personas no tengan sentido de pertenencia.
En Guayana hubo ese debate sobre el sentido de pertenencia. Hay quienes dicen que en Puerto Ordaz siempre hubo un gran desarraigo.
Yo te puedo dar mi opinión: no dejamos de ser una ciudad minera. ¿Y qué es una ciudad minera? Imagínate los piratas del Caribe sueltos. Unos tipos que van, sacan lo que está a flor de piel, y se van para otro sitio llenos de plata. Ese es el principal concepto del uso de la ciudad para muchos, pero la diferencia fundamental nuestra, como preguntas, es que nosotros no fuimos por una mina, ni por el hierro, ni por el aluminio. Mi papá fue a crear una hidroeléctrica, a crear una empresa que transformaba el hierro, y yo crecí en un ambiente donde yo veía cómo se creaban cosas. Y yo nunca pensé en la minería, hasta que un día me puse a analizarlo. Nunca fui influenciado por la minería, y la minería tampoco fue un factor de enriquecimiento para nosotros. Lo nuestro era involucrarnos en crear, y ese es el sentido de pertinencia. Venezuela prácticamente no fue colonizada. En Venezuela no había prácticamente españoles en comparación con otros países, porque no había nada que minar superficialmente, ni robarse, ni llevarse, entonces se iban para el Perú, para Colombia. A Guayana le pasó lo mismo: Guayana fue transformada, o mutó en un proyecto de extracción. Había mucho dinero a flor de piel.
¿Crees que hay una relación entre quienes crecieron en la industria petrolera y quienes crecieron en la Guayana de la década de los años 50 y 60? ¿Hay un rasgo distintivo?
Los pioneros se distinguen mucho de quienes llegaron luego con las cosas hechas. Porque –además– yo creo que la necesidad de enriquecerse, de los que llegaron luego, predominaba. Yo toda la vida me encontré con una Guayana que tenía muchos más empleados que los que necesitaban las empresas básicas. Una Guayana en la que los puestos de trabajo eran votos políticos. Una Guayana en la que el salario estaba homologado entre todas las empresas, independientemente del grado de especialización que necesitaras para el puesto de trabajo. Todas las empresas pagaban salarios más o menos igual entre ellas. Inclusive las empresas del Estado, que menos producían rentabilidad, tenían empleados que ganaban más que los empleados de las empresas que producían más utilidad. Entonces sí, Guayana no podía desarrollar sentido de pertenencia porque el propio diseño de la ciudad la hacía una ciudad extractiva: “anda para allá a ver qué consigues”. Si hubiese habido un sentido de pertenencia, en la Guayana de 30 o 40 años después, los empleados de Sidor no hubiesen permitido que les quitaran la empresa como se las quitaron. Ellos eran bravísimos cuando los empleadores eran privados porque podía haber consecuencias judiciales, pero cuando llegó la gerencia del PSUV ellos dejaron de ser bravos porque sabían que estos no iban a ir presos. Es una cosa bien compleja.
¿Dice que la estructura productiva de las empresas básicas ya venía deformada?
Desde un principio, desde que era pública. La administración pública no es que venga viciada, sino que termina viciada porque no hay un doliente directo, sino un doliente indirecto. En mi empresa todos los días me estoy quebrando el coco para cumplir con mis obligaciones, pero si yo estoy en una empresa que me dice: haz lo que tú quieras, que no importa cuáles sean tus obligaciones, nunca serán tus responsabilidades, sino del que venga, entonces no es lo mismo, ¿verdad? Entonces, bueno, se usaron como un mecanismo para captar votos desde el primer gobierno de Carlos Andrés Pérez con el plan de pleno empleo, y de allí en adelante se fueron distorsionando.
¿Qué significa mantenerse en el sector industrial en Ciudad Guayana? ¿Qué implicaciones tiene?
Básicamente en Ciudad Guayana no existe sector industrial, queda una infraestructura que fue industrial. Y yo no creo que en Guayana ahorita se produzca prácticamente nada. Algo se debe producir, pero si hablamos de que se produce el 4% de lo que se hacía antes, estamos hablando de que no se produce nada. En cualquier país del mundo alguien artesanalmente hace algo en algún pueblo, pero Guayana no tiene actualmente ni el 10% de ocupación de su infraestructura. O sea, en Guayana lo que estamos haciendo es cuidar los galpones.
“Estamos esperando un mejor país, y esperando una mejor ciudad, en consecuencia, para ver si rescatamos a la ciudad que también nos hizo crear a Sumeca”
¿Y qué implicaciones tiene cuidar galpones? ¿A qué cosas se enfrenta un industrial, cuyo único propósito es, en este momento, preservar un espacio?
Eso es un desgaste continuo y depende de tu nivel de resiliencia si vas a soportarlo o no. O cómo hayas estado preparado. O, inclusive, cual sea tu nivel de aceptación de que no vas a producir nada, sino que simplemente estás albergando una esperanza de que algo se puede hacer en el futuro. Eso todo va con eso. Desde el punto de vista comercial y capitalista, esto no tiene ningún sentido, pero nuestra situación tampoco tiene ningún sentido convencional. Nuestra situación es otra cosa. Esto es una ciudad que durante 50 años produjo muchas cosas donde no había nada. Ahora por lo menos hay algo hecho, y si llegásemos de alguna forma a ser tomada en cuenta para cualquier desarrollo a futuro, ya tenemos muchas cosas hechas. Ya tenemos redes eléctricas bien o mal mantenidas. ¿Me entiendes? Existe algo que no existía hace 50 años, 50 años que vinieron de nada a lo que fue hasta hace 10 años, dio mucha satisfacción. Imagínate si ese industrial logra soportar el tiempo que sea necesario para que Guayana sea tomada en cuenta para algo en algún momento, ya está montada la infraestructura. Tiene más oportunidad que el día que arrancó Guayana y llegó con un maletín en la mano.
¿De qué se alimenta la resiliencia de ustedes, de la familia, de la empresa?
De que mi empresa se hizo con tres cosas: las ganas de uno de hacerlo, las personas, y la infraestructura. Yo me debo por lo menos a las personas que me ayudaron a crear esta empresa. A nuestro personal les hicimos la firme promesa de que nosotros no los abandonaríamos mientras pudiésemos mantener el patrimonio de la empresa. Nuestra resiliencia se debe a todos los que lograron que la empresa se mantuviera, y lograron que esa empresa fuese lo que fuese. Y cómo gracias a Dios siempre fuimos una empresa que el dinero que se producía se usaba para mejorar los inventarios, sus capacidades técnicas, todavía tiene recursos para mantener a su personal, esperando un mejor país, y esperando una mejor ciudad, en consecuencia, para ver si rescatamos a la ciudad que también nos hizo crear a Sumeca. Sumeca no existiera si no fuese por el proyecto de Guayana.
¿Cuál es la historia de Sumeca?
Mi papá cuando deja de ser empleado público se viene a Puerto Ordaz. Mi papá trabajaba en Edelca e, inmediatamente, se devuelve a Guri a hacer las instalaciones de los generadores 2, 3 y 4 de Guri. Son los años en que está explotando el plan IV aquí, mi papá y su socio en el año 76 se dan cuenta de que ellos son un gran consumidor de partes eléctricas de las empresas locales, y entonces dicen: bueno, si consumimos tanto, por qué no hacemos una empresa que, a la vez, le venda al mercado local. Así funcionó durante 10 años. Me incorporé a ella a los 15 años de fundada. Yo nunca he sido comerciante, tampoco mi papá, yo era un tipo que estaba estudiando ingeniería pero me vine a Sumeca. Estuve seis meses en ella. Le metí un sistema de computación en el año 91 y, a los seis meses, asumí la gerencia para enderezarla. En pocos años éramos de los más importantes en la ciudad, de los más importantes en oriente, desarrollamos un liderazgo bestial en el sector eléctrico. Luego, cuando llegaron los argentinos a Sidor, fuimos la empresa líder de Sidor en suministros eléctricos, en iluminación, y bueno, crecimos mucho. Hicimos dos estadios de Copa América, la iluminación del puente sobre el río Orinoco, hicimos cosas en muchas empresas como EPA, Polar, Pepsi, en Cargill, etc. Hicimos cosas en todos lados, todo relacionado con la parte eléctrica e iluminación.
Yo quiero ver si esta situación no persiste y nosotros perduramos. Eso es todo”
¿Cómo define a la Ciudad Guayana de 2021?
Ciudad Guayana es una ciudad que continúa en terapia intensiva y con muy mal pronóstico porque se sigue muriendo poco a poco, pero todavía, a pesar de toda esa debilidad, tiene un potencial tremendo. Tiene los dos ríos más importantes del país, tiene la fuente energética más grande del hemisferio, tiene infraestructura, tiene todo, pero está en terapia intensiva.
En la presentación del libro de Damián Prat, Guayana: el milagro al revés, dice que tenemos un paciente enfermo. ¿Cuál es el diagnóstico de ese enfermo y qué factores cree que incidieron en que la región cayera en terapia intensiva, además de las políticas del Gobierno?
¿Qué la llevo? La ignominia, ¿será? Mientras la Cámara de Industriales denunciaba el mal manejo que había de las empresas, de su paz laboral, el entorno macroeconómico, el sistema de justicia, etc, en Guayana la gente lo que estaba pensando, o cuidando, era su puesto de trabajo. No le importaba quién fuese el dirigente, o si lo estaba haciendo mal o bien. O sea, yo estoy haciendo algo que entiendo que no se debe hacer, pero igual lo hago porque me lo están pidiendo, total ese es un problema del que me pide el servicio. En cambio, la Cámara de Industriales, gritaba: nos están llevando al abismo, eso no puede ser. Y siempre fue así, y los buenos siempre fueron apartados. Todos los grandes ingenieros que salieron de esta ciudad fueron apartados todo el tiempo.
¿Fueron apartados o se apartaron?
No, renunciaron, porque cuando tú renuncias a algo es porque te están diciendo que no tienes espacio allí. Pero bueno… a Guayana la vimos todos fallecer ante nuestros ojos y nadie, o la mayoría de la civilidad, no hizo nada.
Mi papá fue a crear una hidroeléctrica, a crear una empresa que transformaba el hierro, y yo crecí en un ambiente donde yo veía cómo se creaban cosas. (…) Lo nuestro era involucrarnos en crear”
¿Cree que eso, de no hacer nada, viene de haber puesto a los guayaneses como en un estado de necesidad, o dependiente del Estado?
A mi modo de ver, el control social, fue totalmente capitalista, a fuerza de dinero, a bozal de arepa. Que el bozal de arepa trajo miseria, eso es otro cuento, eso se sabía que iba a pasar. Nadie salió a quejarse de que estaban regalando la plata.
¿Sumeca fue objeto de algún tipo de persecución o en riesgo cuando comenzaron las estatizaciones?
Nuestro riesgo fue perder nuestros clientes privados, y no tener ninguna entrada de los clientes públicos, porque con los clientes públicos siempre ha sido oscuro el manejo de sus compras, o de sus pagos. Seguimos atendiendo a Sidor nacionalizado, y Sidor decidió un día que no nos pagaba más… o que nos pagaba como le daba la gana, y entonces nos hizo perder mucha plata porque no había dolientes. Por supuesto, en un momento dado, el Seniat, y sus auditorías, nos acorralaba sin ningún tipo de justificación, solamente porque declarábamos todo lo que facturábamos. Yo nunca me comí el almuerzo que no me habían servido. Yo sabía de qué tamaño era mi cobija. Al estar orientados en ser una empresa de servicio, mucho más que de suministros, teníamos mucho más stock de lo que podía tener una empresa comercializadora normal, porque solucionábamos los problemas de nuestros clientes en minutos, porque así estructuramos los contratos que tuvimos por tantos años con Sidor, cuando estaban los argentinos. Nunca tuvimos conflicto de cubrir nuestras deudas, porque siempre estaban respaldadas por nuestros inventarios, pero bajamos 99% la facturación. Así como te lo estoy diciendo. Desde 2015 al 2017 todo nuestro talento joven se fue del país. Yo creo que esos han sido los peores años, los años que se nos fue la gente, el talento más joven. Los siguientes han sido peores económicamente hablando.
¿Cómo es el empresariado guayanés? Digo a partir de lo que conocieron a través de la Cámara de Industriales.
La mayoría del empresariado guayanés era un empresariado moldeado para darle servicio a la gran industria, muy poco estaba orientado a ser un protagonista regional o nacional. La mayoría era un empresariado orientado a lo local, a esa gran industria que demandaba una cantidad infinita de servicios. Por lo tanto, no tenía esa capacidad de crear hacia fuera. Estaba muy especializado en cosas muy particulares.
Guayana era un enclave industrial de la cual el Estado era el único dueño. Luego vino la terrible locura del oro, de la pandemia, la terrible locura de hacerse el dueño de la ciudad, las personas que nos dirigen, la total desidia, la basura, los zamuros, la falta de gasolina, y pare de contar. Ojo, y el peor de todos, quedarnos paralizados esperando que las cosas del pasado vuelvan”.
¿Es decir, que una vez que las empresas básicas dejaron de funcionar, fue fácil para estas empresas cambiarse de ramo, o simplemente fenecieron y ya?
La mayoría fenecieron porque estaban demasiado especializadas. Y no sabían hacer otra cosa.
¿Qué papel ha tenido el empresariado en el declive de Guayana?
El empresario trabajó mucho más en la construcción que lo que se pueda pensar que haya trabajado en su destrucción. La mayor parte de la destrucción de Guayana la tuvo el enfoque que se le dio a Guayana desde el punto de vista de las esferas de poder del Estado. El empresario es una consecuencia, es algo que termina adaptándose a una cantidad de reglas. Es algo que florece de acuerdo a las reglas, o fallece de acuerdo a las reglas. Es como un hongo. El hongo con la humedad adecuada, aparece, pero si secas el sitio, luego se muere. Porque Guayana estaba concebida para ser explotada por el Estado y que las empresas, en su mayoría privadas, le dieran algún tipo de servicio. Es por la concepción de la ciudad. Ahora, si Guayana no hubiese tenido al Estado manejando las fábricas, entonces la ciudad sería culpable de todos sus males, por su gestión. Pero esta es una cuestión muy atípica. Guayana era un enclave industrial del cual el Estado era el único dueño. Luego vino la terrible locura del oro, de la pandemia, la terrible locura de hacerse el dueño de la ciudad las personas que nos dirigen, la total desidia, la basura, los zamuros, la falta de gasolina, y pare de contar. Ese es el gran rollo. Ojo, y el peor de todos, quedarnos paralizados esperando que las cosas del pasado vuelvan.
Hay quienes dicen que Guayana debe cambiar su foco de producción, su razón de ser, tener una visión más turística, es decir, cambiar el modelo de desarrollo. ¿Cree en eso? ¿Esa Guayana de transición cómo es?
A Guayana la deberían dejar ser. Deberían decir: aquí hay una ciudad que tuvo un parque industrial importante, que tiene unas empresas que llamamos básicas, que fueron del Estado, que tiene todo el potencial energético a la vuelta de la esquina, y que el capital privado decida si invertir, o no invertir, y en qué cosas invertir, en un sitio único en el mundo que tiene esas condiciones, porque definitivamente el Estado las creó y el Estado las arruinó, pero dejó una infraestructura. Eso es como que llegasen unos colonizadores acá y se dieran cuenta que está toda la estructura, pero que no quedó nada a flor de piel. ¿Qué hacemos con esa estructura? ¿Le invertimos, desarrollamos el turismo, usamos la energía que hay para explotar las riquezas locales? Pero tiene que ser un plan orientado a que el capital privado tome el riesgo, y asuma las consecuencias, pero para eso falta que haya una seguridad jurídica que no existe, y que tomará tiempo que la tengamos.
Este proyecto culminó hace mucho y su posterior administración terminó en un desastre. Los últimos 20 años fueron muy prósperos paras las materias primas y no solo perdimos esa oportunidad, sino que quebramos todos las empresas del sector”.
¿Esas ventajas comparativas serían suficientes para volver a ser competitivos?
Guayana nunca llegó a ser competitiva. Las empresas públicas nunca generaron utilidad. Guayana llegó a producir acero y a producir aluminio con características competitivas. Lo que producía Sidor en un año, hay acerías en China que lo producen en una semana. Pero ese no es el cuento. ¿Por qué hubo aluminio aquí? Porque en el escenario de los años 70 el aluminio, además de ser preciado, era estratégico por el tema de la guerra fría. ¿Podemos tener aluminio barato aquí? sí podríamos tener aluminio barato aquí, porque lo que compone el aluminio es bauxita, que su costo es muy bajo, y el mayor costo es la electricidad, y para nosotros eso era un costo bajo por la hidroelectricidad, pero nuestras plantas tenían cinco y seis veces más personal que una planta convencional, de finales de los años 90. Luego en 2005 era mucho peor. Entonces sí, tenemos una zona competitiva bajo las reglas de juego del mundo, no de empresas captadoras de empleados para que voten a futuro. Empresas que se manejen con la realidad del sector, porque el mundo funciona así. Guayana puede ser competitiva si le permites a las personas que manejan la gestión, así sean públicas, verse como empresas mundiales. Porque la capacidad de empleo no es por decreto, es porque tienes algo que es capaz de producirlo. Así funciona el mundo.
¿Cree que hay que privatizar la industria del acero, el hierro?
En Venezuela todo debería ser privatizado, y el gobierno debería ser un experto en recaudar impuestos. Un tipo donde sus funcionarios estén capacitados en que no les tomen el pelo, más nada. Es que es la mejor labor, porque quien recauda impuestos es un tercio socio de la empresa, sin poner capital ni nada. Porque un tercio de las utilidades va para quien recauda el impuesto. ¿No es más fácil así?
Dice en la presentación del libro de Damián Prat, Guayana: el milagro al revés, que la gestión del Estado fue monopólica con el tratamiento del recurso humano, con las empresas venezolanas, que puso en primer plano intereses extranjeros sobre la empresa privada.
Claro, recuerda que Chávez su política era que si tú eras de un país aliado como los chinos, haz lo que tú quieras que no te voy a fastidiar, pero si eres criollo venezolano, te voy a volver loco. Y así se echaron un poco de empresas.
Definitivamente al paciente hay que darle un nuevo enfoque que aproveche la infraestructura que ya existe y sus ventajas geográficas, pero para eso hace falta una sana voluntad de rescatar a Guayana”
¿Cree que los guayaneses tienen que hacer mea culpa en todo esto?
Los guayaneses eligieron desde 2002 a todos sus gobernantes del partido de gobierno. No hubo una población que apostase más al éxito del Gobierno que los guayaneses, sabiendo que el Gobierno estaba causando el desastre que causaba. La mea culpa de los guayaneses es ser unos indiferentes con el Gobierno que sabíamos que existía y que nos forzamos por ignorar que existía.
Chávez fue moldeando a un sector privado que lo necesitaba a su medida, y que siento que necesitó algo de tiempo para eso, porque en esa primera fase echó mano de los intereses rusos, chinos, iraníes, pero luego empezaron a jugar con locales, con nacionales, para dar una visión de nacionalismo.
Los chinos, rusos, y esos, dejaron de jugar con ellos porque habían fracasado en todo lo que habían dicho, y prometido.
Como el paciente está como está, ¿qué perspectiva hay para que Guayana sea sustentable, y productiva?
Se tiene que cambiar el modelo del proyecto original, ya que este proyecto culminó hace mucho y su posterior administración terminó en un desastre. Los últimos 20 años fueron muy prósperos para las materias primas y no solo perdimos esa oportunidad, sino que quebramos todas las empresas del sector. Definitivamente al paciente hay que darle un nuevo enfoque, que aproveche la infraestructura que ya existe y sus ventajas geográficas, pero para eso hace falta una sana voluntad de rescatar a Guayana.
Clavel A. Rangel Jiménez/Correo del Caroní