Cardenal Porras: creatividad y coraje para la búsqueda del bien común
En una entrevista realizada al cardenal, S.E. Baltazar Porras, se plantea una lectura de la situación actual del país en clave de la más reciente Encíclica papal publicada por S.S Francisco
Juan Salvador Pérez*
S.S. Francisco, en (3) octubre publica su última encíclica, Fratelli Tutti. Sobre tres puntos concretos que el Papa aborda en ella, me gustaría conocer su opinión.
1.- El enfrentamiento. El Papa hace una pregunta que nos increpa especialmente en la realidad que hoy vivimos en Venezuela.
#16. En esta pugna de intereses que nos enfrenta a todos contra todos, donde vencer pasa a ser sinónimo de destruir, ¿cómo es posible levantar la cabeza para reconocer al vecino o para ponerse al lado del que está caído en el camino?
La invitación a “[…] un amor que va más allá de las barreras de la geografía y del espacio” (n. 1), es una interpelación a la humanidad entera desde la realidad concreta de cada persona y de cada grupo humano. Por ello, como venezolanos y creyentes debemos sentirnos aludidos e intentar buscar respuestas satisfactorias.
El enfrentamiento (n. 16) es parte de la tragedia que vive el país. Sembrar el todo contra todos ha dado el fruto amargo de considerar a quien no piensa o actúa como uno, un enemigo que hay que destruir. Ha permeado de tal manera, gracias a la prédica constante de la lucha de clases a todo nivel, que divide a la sociedad en seguidores del régimen y en detractores; pero más aún, ha generado un quiebre del entendimiento entre los que se dicen compartir los mismos ideales. Es saludable que haya diversidad de opiniones y posturas, pero es inadmisible no reconocer al vecino por no identificarse plenamente entre sí.
Si hacemos memoria de nuestra propia historia, hemos levantado cabeza y superado muchos males cuando se ha puesto el bien común por encima de las diferencias partidistas. Ello ha redundado en paz, progreso y bienestar colectivo. Las sombras de un mundo cerrado se ciernen sobre nosotros con el triste resultado de un país empobrecido, enfrentado, sin horizonte claro. Sin ir muy lejos, el Pacto de Punto Fijo (1958) abrió una etapa de entendimiento con varias décadas de movilidad social y progreso. Nos encontramos ahora con dos procesos paralelos, la elección del 6-D y la consulta, como si se tratara de dos países distintos y distantes. Es un retroceso porque aumentan las distancias entre los ciudadanos, sin tomar en cuenta a la inmensa mayoría que está “caída en el camino”. Hay que trillar y es posible por el bien de todos. Es nuestro desafío.
2.- El diálogo. Al mismo, Francisco hace un esperanzado llamamiento.
#202. La falta de diálogo implica que ninguno, en los distintos sectores, está preocupado por el bien común, sino por la adquisición de los beneficios que otorga el poder, o en el mejor de los casos, por imponer su forma de pensar. Así las conversaciones se convertirán en meras negociaciones para que cada uno pueda rasguñar todo el poder y los mayores beneficios posibles, no en una búsqueda conjunta que genere bien común. Los héroes del futuro serán los que sepan romper esa lógica enfermiza y decidan sostener con respeto una palabra cargada de verdad, más allá de las conveniencias personales. Dios quiera que esos héroes se estén gestando silenciosamente en el corazón de nuestra sociedad.
El llamado esperanzado al diálogo (n. 202). La falta de diálogo lleva a la población a la desconfianza y el desánimo. Se está ante una lucha de intereses por cuotas de poder, dejando en la cuneta la búsqueda conjunta que genere bien común. En el imaginario dialogar es sinónimo de claudicación. Es la consecuencia lógica de poner el enfrentamiento como prioridad, pensando en la destrucción o eliminación del otro. Pareciera que los héroes del futuro, aquellos capaces de romper este esquema paralizante, no hubieran nacido. No es así, la convicción generalizada de encontrar salida a la crisis, sin hacer uso de la violencia y la destrucción, sino de forma pacífica y racional, está presente; requiere del trabajo mancomunado que privilegie la verdad y la justicia más que la satisfacción de intereses personales. Se dialoga con quien toca y no con quien quiero.
3.- El perdón. Y sobre perdonar nos deja el Papa una advertencia.
Estamos llamados a amar a todos, sin excepción, pero amar a un opresor no es consentir que siga siendo así; tampoco es hacerle pensar que lo que él hace es aceptable. Al contrario, amarlo bien es buscar de distintas maneras que deje de oprimir, es quitarle ese poder que no sabe utilizar y que lo desfigura como ser humano. Perdonar no quiere decir permitir que sigan pisoteando la propia dignidad y la de los demás.
Perdón sin olvidos (n. 250). La sed de venganza o el afán de cobrar con la misma medida la ofensa recibida, es también producto del enfrentamiento. “El perdón es precisamente lo que permite buscar la justicia sin caer en el círculo vicioso de la venganza ni en la injusticia del olvido” (n. 252). Son demasiadas las heridas infringidas, pero el ejercicio necesario de un camino pedregoso e intrincado lleva a cubrir etapas de un proceso, más lento de lo que quisiéramos, pero el único capaz de desarrollar el sentido de misericordia y de corrección de conductas y de espíritu, que hagan posible vivir en una sociedad más fraterna y más justa.
– ¿Qué debemos hacer los venezolanos para superar el enfrentamiento, lograr el verdadero diálogo y asumir el perdón, en este año 2021 que llega?
– No hay recetas ni salidas fáciles, pero las dificultades hay que verlas como oportunidades para la creatividad y el coraje. Ante un panorama sombrío por la pandemia y las carencias económicas, hay que estimular a las bases para que presionen y exijan a las dirigencias sociales, políticas y religiosas a que se despojen de dogmatismos y posturas preconcebidas para dialogar, confrontar, negociar, el bien común; es decir, la respuesta a las necesidades de la gente, partiendo de los más vulnerables. Hay muchos gestos positivos, esperanzadores, pero poco difundidos. El desánimo es la tentación de los cómodos para no contagiarse de las necesidades de la gente o para vivir en la burbuja aséptica que acalla las conciencias. Potenciar el protagonismo responsable de cada ciudadano del pueblo más allá de ser masa arrastrada por las fuerzas dominantes es tarea que interpela de manera más urgente, porque la participación en la vida pública, política, es una obligación moral de todos que no puede ser dejada exclusivamente para quienes sienten asumir la política como oficio cotidiano. Es la cultura del encuentro buscando y creando armonía en el poliedro de la pluriforme vida social.
– En sus reflexiones sobre la pobreza, el fraile dominico Fray Marcos Rodríguez hace unos planteamientos en los cuales vale la pena detenernos. Nos recuerda Fray Marcos que el grado de acercamiento a Dios es el grado de acercamiento al otro. Haciendo referencia a la parábola de Lázaro y Epulón, nos dice que a este último no se le acusa de ningún crimen. No se dice que haya conseguido las riquezas injustamente. El problema era no haberse enterado de que Lázaro estaba a la puerta. Sin Lázaro a la puerta, la vida del Epulón quizás no tendría nada de malo. Según Fray Marcos, el evangelio no anima a valorar la pobreza en sí, sino a no ser causa del sufrimiento de otro. La pobreza del evangelio hace siempre referencia al otro.
Hoy día, toda la dinámica de encierro, de distanciamiento, pero también la situación tan dura que vivimos en Venezuela, podría llevarnos –casi con justificación– a que cada quien se centre en su problema y en su situación… es decir, la tendencia pareciera a olvidarnos del otro… o al menos de dejarlo para después… ¿cómo se recupera la importancia del otro? ¿cómo se realza la otredad como vía de redención?
– Sobre la realidad social del país. La creciente pobreza que roza cotas jamás vividas en Venezuela, teniendo una nación tan biodiversa y tan rica de recursos que nos ha hecho pensar que estamos en el Dorado, sin necesidad de trabajar, exigiendo a quienes gobiernan que repartan esa riqueza, nos lleva en estos momentos a tener una actitud de sobrevivencia. Ante esta situación límite, se piensa que tenemos derecho a saltarnos toda norma de convivencia, con la única preocupación de sálvese quien pueda. Así nos deslizamos por un precipicio que nos lleva al caos. Ese no es, no puede ser, el camino.
La importancia del otro, priva sobre mi propia importancia. El prójimo, comenzando por los descartados, los que aparentemente no cuentan, hay que ponerlos en el centro de cualquier iniciativa. Los Lázaros, que son la mayoría, reclaman conciencia clara a los otros. No para recibir migajas que mitiguen la necesidad, sino para recordar que no se puede vivir o disfrutar de los bienes sin tomar en cuenta a los demás. Convertirnos en Epulones es caer en la tentación de la insensibilidad y en el olvido de la igual dignidad del otro. No es un sueño utópico, pues son muchos los que actúan correctamente. El desafío es convertirlo en viral para que nadie quede fuera de esta cultura de la auténtica fraternidad.
– Las figuras de los santos son testimonio, referentes y modelo de vida. Especialmente este año hemos tenido la importante noticia de la beatificación del Dr. José Gregorio Hernández. ¿Qué especial mensaje nos trae a los venezolanos esta buena nueva? ¿Cuál debe ser el papel de los laicos?
– No es ni puede seguir siendo un papel secundario. Crecer en el auténtico sentido de la igualdad bautismal, más que un reto es una tarea ineludible. La dimensión horizontal de la Iglesia es más importante que la vertical. La jerarquía no es la dueña de la Iglesia, sino su servidora. El llamado a la sinodalidad no es otro sino el asumir que trabajar juntos conlleva pensar, reflexionar, discernir, hacer propuestas, que se toman y llevan a cabo conjuntamente, cada uno desde su trinchera específica, pero todos somos parte de una orquesta que debe ofrecer melodías armoniosas y no sonidos discordantes. José Gregorio Hernández es, en estos momentos, el mejor ejemplo de un laico a carta cabal, ciudadano responsable y pionero en su profesión; sin alardear de su condición de creyente, irradió una luz que lo hizo ser abierto a todos, al que pensaba distinto, al que tenía y al necesitado; exigente consigo mismo y con los demás; alegre y capaz de compartir lo cotidiano. Por eso es ejemplo a seguir. La fe lo hizo luz, su entrega abrió las puertas de la esperanza para muchos. Su actuar lo convirtió en el médico de todos, que lo sintieron como propio. José Gregorio es nuestro, porque en lo más hondo de nuestro corazón, aunque no seamos tan santos como él, queremos, aunque nos cueste, ser como él.
Sobre las críticas a la Iglesia
No solo los críticos anticlericales o intelectuales cuestionan a la Iglesia. También desde dentro, algunos sectores sienten malestar por ver contradicciones en ella, no solo errores, pecados o delitos, sino incongruencias. A lo largo de los siglos, la gran tentación ha sido mimetizarse, parecerse más a la forma de conducción de la sociedad civil que a las exigencias de ser servidora, débil y desprovista de poder, como lo fue Jesús en su vida terrena. La concepción dual de sociedad perfecta junto a la otra, también perfecta, la civil, hizo concebir su funcionamiento terrenal como la de una empresa o de un gobierno que emite órdenes que deben cumplir los súbditos. Sobran los ejemplos. Pero no es menos cierto que después del Concilio Vaticano II se han ido dando pasos hacia una Iglesia en la que todos sus miembros sean más protagonistas que simples soldados que acatan órdenes superiores.
Ciertamente la Iglesia no es una institución democrática según los parámetros que conocemos. Pero es cada vez más una institución que transita hacia una conducción más participativa y protagónica de sus miembros. Es lo que en lenguaje eclesiástico se llama comunión, sinodalidad (= caminar juntos). En el Concilio se promovieron varios organismos de participación con carácter consultivo. La evolución ha ido hacia las decisiones conjuntas. El papa Francisco está siendo un adalid de esta manera de construir la Iglesia. Los últimos sínodos, de la familia y de la Amazonía son prueba de ello. Su discurso en la celebración de los cincuenta años de los sínodos marca un nuevo rumbo que se abre paso lentamente. Es parte del talante y la vida de la Iglesia en América Latina. En la IV Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, en Santo Domingo (1992), hay varios textos claves: “[…] favorecer la organización de los fieles laicos a todos los niveles de la estructura pastoral, basada en los criterios de comunión y participación” (n.100. véase también 168,193). Como el dicho, “falta mucho por hacer”, pero estamos trabajando, en el papel de la mujer (laica o religiosa), de los jóvenes, de los misioneros… Mi larga experiencia episcopal me permite afirmar que los obispos actuamos con mayor libertad y discernimiento que el margen que tienen los dirigentes en la mayoría de los partidos políticos, pues hay que seguir las líneas emanadas de la alta dirigencia del partido. Como el Quijote a Sancho: “cosas veredes”, así lo esperamos.
Para concluir:
– ¿Existe algún remoto chance de que S.S. Francisco pueda realizar alguna visita pontificia a Venezuela?
– Recientemente una revista francesa, Etudes, publicó un interesante artículo titulado “La geografía de Francisco”. En lo referente a los viajes, la mayoría han sido a países en situaciones complejas tanto en lo político como en lo social o religioso. De tal manera que Venezuela entra perfectamente en este rubro. La pandemia del COVID-19 replantea muchas cosas, entre ellas, la posibilidad y/o conveniencia de próximos viajes papales por el mundo. Pero Venezuela está ciertamente en la lista. El pueblo venezolano lo desea y anhela. Los milagros se dan, ¿y por qué no a nosotros? Hay que pedirlo a la intercesión de José Gregorio.
*Magíster en Estudios Políticos y de Gobierno. Director de la revista SIC.