El Papa: erradicar el atroz flagelo de la esclavitud
Hoy se celebra el Día Internacional del Recuerdo de la Trata de Esclavos y su Abolición. Con un tuit desde su cuenta @Pontifex, Francisco nos invita a trabajar juntos para liberar a millones de personas de la deshumanidad y la humillación
Amedeo Lomonaco – Ciudad del Vaticano
El objetivo del Día de hoy, establecido por las Naciones Unidas, es imprimir en la memoria de todos los pueblos el recuerdo de la tragedia de la trata de esclavos. Pero también para conmemorar lo sucedido en la noche del 22 al 23 de agosto de 1791. En esa coyuntura histórica, en la isla de Santo Domingo, actual Haití y República Dominicana, comenzó la revuelta liderada por el general Toussaint Louverture, un antiguo esclavo, que marcó un punto de inflexión en la batalla por la abolición de la trata transatlántica de esclavos.
«El levantamiento de Santo Domingo sacudió de forma radical e irreversible el sistema esclavista, y estuvo en el origen del proceso de abolición de la trata transatlántica de esclavos» (Kōichirō Matsuura, ex director general de la UNESCO).»
La esclavitud, un enorme crimen
La revuelta encabezada por el general Louverture fue el primer acto de una serie de acontecimientos que condujeron al fin de una época oscura en la que se compraban y vendían hombres, mujeres y niños. Entre los siglos XV y XIX, millones de jóvenes africanos fueron arrancados de su tierra y deportados a América. Se les hacina en barcos en condiciones deshumanas. Muchos mueren durante la travesía, otros muchos se ven obligados a trabajar en las plantaciones de café, algodón y caña de azúcar. La trata de esclavos es una herida indeleble. El Papa Pío II, escribiendo en 1462 a un obispo que partía para una misión en la actual Guinea Bissau, calificó el comercio como un «enorme crimen», «magnum scelus».
Víctimas de un comercio vergonzoso
Todavía hoy, nuestra mirada, desde África hasta las Américas, es quebrada por el doloroso recuerdo de la trata de personas. Visitando la «casa de los esclavos» en la isla de Gorée, en Senegal, en 1992, San Juan Pablo II recuerda con estas palabras aquellas oscuras páginas de la historia: «Durante todo un período de la historia del continente africano, hombres, mujeres y niños negros fueron traídos a este pequeño lugar, arrancados de su tierra, separados de sus parientes, para ser vendidos allí como mercancía». «Vinieron de todos los países y, encadenados, partieron hacia otros cielos, guardando como última imagen de su África natal la masa de la roca basáltica de Gorea. Se puede decir que esta isla permanece en la memoria y el corazón de toda la diáspora negra. Esos hombres, mujeres y niños fueron víctimas de un comercio vergonzoso».
Nuevas formas de esclavitud
Ese vergonzoso comercio ha sido abolido, pero hoy en día las nuevas formas de esclavitud están extendidas por todo el mundo. El Papa Francisco ha denunciado este atroz flagelo en varias ocasiones durante su pontificado. En 2014, durante la ceremonia de firma de la declaración contra la esclavitud por parte de los líderes religiosos, el Pontífice recordó que «a pesar de los grandes esfuerzos de muchos, la esclavitud moderna sigue siendo un flagelo atroz que está presente a gran escala en todo el mundo, incluso como turismo. Este crimen de lesa humanidad se enmascara en aparentes costumbres aceptadas, pero en realidad hace sus víctimas en la prostitución, la trata de personas, el trabajo forzado, el trabajo esclavo, la mutilación, la venta de órganos, el mal uso de la droga, el trabajo de niños. Se oculta tras puertas cerradas, en domicilios particulares, en las calles, en automóviles, en fábricas, en campos, en barcos pesqueros y en muchas otras partes». Se calcula que actualmente hay más de 40 millones de personas en el mundo que son víctimas de nuevas formas de esclavitud. Una cifra tres veces superior a la del periodo de tráfico transatlántico.