Opinión

Mercado o Estado: ¿”Aplaudir con una sola mano”?

A Marco Tulio Bruni Celli, siempre atento a las cuestiones doctrinarias

 

Carlos Canache Mata:

Hay tres modalidades de organización económica de una sociedad, según el régimen de propiedad de los recursos productivos y la manera en que éstos son asignados. Esas tres modalidades son: 1-el modelo capitalista de mercado, en el que son de propiedad privada los recursos productivos y predomina la iniciativa privada en la asignación de éstos; 2-el modelo socialista marxista de planificación central, en el que son de propiedad social los recursos productivos y éstos se asignan mediante el uso del mecanismo planificador; 3-el modelo de economía mixta, en el que tanto la propiedad como la asignación de los recursos productivos son objeto de una mezcla o combinación de la iniciativa privada y el control estatal.

A través de esos modelos o esquemas de organización económica, las sociedades humanas (trátese de un país industrializado o de un país tribal aislado) enfrentan y resuelven tres problemas económicos fundamentales: qué bienes se producen y en qué cantidades; cómo se producen; para quién se producen. En el qué: se decide qué bienes se producen y en qué cantidades, cuánto de bienes de consumo y cuánto de bienes de capital, ¿mantequilla o máquinas?; en el cómo, la sociedad  determina  quién se encarga de la producción, con qué recursos y con qué tecnicas; en el para quién, se determina quién recibe los beneficios de la actividad económica, cuál es la distribución del ingreso y la riqueza, cómo se  reparte el producto nacional entre los integrantes de la sociedad.

Actualmente, la mayoría de los países tienen una economía mixta, con elementos de economías de mercado y elementos de economías centralizadas; ninguno se ubica en las categorías extremas. ”…Pero aquellos que quieren reducir el Estado a un simple policía y unos cuantos faros viven en un mundo irreal. Una sociedad eficiente y humana requiere las dos mitades del sistema mixto: el mercado y el Estado. El funcionamiento de una economía moderna sin ambos es como intentar aplaudir con una sola mano” (Paúl A. Samuelson –Premio Nobel de Economía 1970- y William D. Nordhaus/”Economía”/Décimoctava edición/2005/ pág. 40).

La socialdemocracia sostiene y propugna la tesis de la economía mixta. Descartado el socialismo utópico,  la socialdemocracia –tiene como teórico principal al pensador y político judío  alemán Eduard Bernstein- nace en la segunda mitad del siglo XIX, al final del período  de vida de la Primera Internacional, en debate crítico frente al marxismo. Aunque, respecto al materialismo histórico, reconoce  la importancia y la  influencia del factor económico en la capacidad  del  hombre  para modificar  y  gobernar su propio  destino, la socialdemocracia niega el determinismo exclusivo del elemento económico  en los fenómenos históricos, y  cree  que hay una interdependencia entre ese elemento económico, y otros de carácter intelectual, moral, religioso, etc, es decir, que hay una interacción entre la infraestructura y la superestructura (“después de todo, los hombres tienen cabeza”). En cuanto a la presencia del mercado y del Estado en el proceso económico, la socialdemocracia sostiene que “deberá procederse a la socialización donde ésta se justifique con criterio económico” y que “donde el Estado opere menos  eficientemente  que la industria  privada, sería antisocialista  dar  preferencia al Estado sobre la empresa privada”. Tanto mercado como sea posible, y tanta regulación y participación del Estado como sea necesario.

Estos planteamientos socialdemócratas están recogidos en la “Declaración de Principios” que la Internacional de esa doctrina político-económica aprobó en su XVIII Congreso celebrado en Estocolmo, Suecia, el 20-22 de junio de 1989; allí se dice: “…Una sociedad democrática debe compensar los efectos negativos incluso del más responsable de los sistemas de mercado. El Estado no puede ser tan sólo el taller de reparaciones de los daños causados por los defectos de mercado o por la aplicación incontrolada de las nuevas tecnologías. Más bien debe regular el mercado en función de los intereses sociales y tratar de que los beneficios de la tecnología alcancen a todos los trabajadores…”, y más adelante agrega: “Los mecanismos de mercado no pueden garantizar por sí mismos el cumplimiento de los objetivos sociales del crecimiento económico. Una política económica democrática tiene como legítima función promover  un desarrollo  que  abra  oportunidades  de futuro  a la vez que mejore la calidad de vida”.

Acción Democrática –cumplirá 80 años de su fundación el próximo 13 de septiembre, esta fecha se tomó como tal, porque en 1941 tuvo su primera comparecencia y encuentro con el pueblo en el  mitin celebrado en el Nuevo Circo de Caracas- Acción Democrática, digo, como partido socialdemócrata, siempre ha sostenido y se ha pronunciado por el sistema de economía mixta. Así lo apunta certeramente Marco Tulio Bruni Celli en su folleto Nuestra Socialdemocracia (pág. 56), publicado en 1991, al señalar,  después  de  referirse al Plan de Barranquilla de 1931, lo siguiente: “…Esta identificación con los principios universales de la socialdemocracia se mantendrá luego en el Manifiesto-Programa de ORVE en 1936, en la Tesis y Bases Programáticas del PDN en 1939; y en los programas, tesis y ejecutorias de Acción Democrática a partir de su fundación en 1941”;                    y, como lo señala Rómulo Betancourt, cuando en 1941 el PDN se legaliza con el nombre de Acción Democrática, para poder lograr esa legalización bajo el régimen del presidente Medina Angarita,  hubo que responder un cuestionario inquisitorial sobre diversos temas, por lo que se impuso una definición ideológica y programática cautelosa: “…Pasamos por esas horcas caudinas. Y el programa de Acción Democrática tuvo que ser un enunciado vagoroso de principios generales, y no el concreto y sincero enfoque revolucionario de los problemas del país y de sus soluciones posibles…” (“Venezuela, política y petróleo”. Fondo  de  Cultura  Económica,  México-Buenos Aires.  Primera edición,  1956. Pág. 134).

En el año 1993 me tocó coordinar el trabajo de una comisión de compañeros y simpatizantes de Acción Democrática que tenía el encargo de actualizar la Tesis Política del Partido. En esa oportunidad presentamos -a la manera de las definiciones ideológicas de los partidos socialdemócratas europeos modernos- en un solo cuerpo las bases doctrinarias y las bases programáticas de nuestra organización; allí se dijo: “El funcionamiento del mercado es compatible con las funciones de coordinación, supervisión, planificación, promoción y producción del Estado en el campo económico y social. Actividades productoras de bienes y servicios básicos, de carácter estratégico en relación con la seguridad nacional, la seguridad económica y el bienestar social son necesarias bajo el control y la gestión del Estado, y en la realización de aquéllas deben converger los principios de la eficiencia económica y la productividad social”. Acción Democrática, que está de cumpleañera en este mes de septiembre, tiene la tarea pendiente de actualizar sus tesis  en una Convención Nacional.

En síntesis, una economía moderna, para ser productiva, eficiente y con justicia social, necesita, al alimón, de la participación del mercado y el Estado,  porque “sin ambos es como intentar aplaudir con una sola mano”, como dijera en frase imaginativa y lapidaria el gran y laureado economista Paúl Samuelson.

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