Opinión

Sobreviviendo al éxito

Los líderes de nuestra democracia, de la república civil, obtuvieron éxito, y sobreviven en nuestra memoria agradecida, porque vivieron una vida de servicio, con frecuentes sacrificios, dedicada a construir una mejor Venezuela.

Marcos Villasmil:

Afirma la escritora uruguayo-hispana Carmen Posadas, en reciente nota, que siempre le ha atraído el ejercicio del tipo «¿Qué fue de la vida de…?».

Como soy de la misma generación que Posadas de inicio comparto su revivir recordatorio: «Qué habrá sido de Don McLean, el autor de la archifamosa canción American Pie? ¿Y Cat Stevens, seguirá cantando? ¿Qué se sabe, por ejemplo, de Richard Bach, que conmovió al mundo entero (y sin mérito literario alguno) con su Juan Salvador Gaviota? ¿Y de los plusmarquistas Mark Spitz, Nadia Comaneci o Usain Bolt, sin ir más lejos?».

¿Qué hicieron de su vida posterior a la fama, qué tal los trató el éxito? ¿Este último fue una carga, o un bien en su vida y la de sus seres queridos? ¿Quizá los animó a ser mejores ciudadanos?

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Trasladado este tema a territorios más nuestros, más venezolanos, los cuarenta años de democracia nos traen muchos recuerdos, con una característica que conviene destacar: las figuras de entonces dejaron una impronta y una marca difícil de olvidar, y que ha hecho de muchas de ellas presencia permanente en nuestra memoria. Y ello, en todos los ámbitos del acontecer nacional. Hubo múltiples liderazgos culturales, económicos,  sociales, y políticos. En cultura, ¿cómo no recordar -citemos solo a algunos- a Simón Díaz, el quinteto Contrapunto, Alfredo Sadel, Aldemaro Romero, Hugo Blanco, las hermanas Chacín, Chelique Sarabia, los diversos -e inolvidables- grupos que animaron nuestra adolescencia y juventud, tanto de música venezolana como internacional?

Existieron en la institucionalidad pública destacadas figuras, como Rómulo Betancourt, y para mostrar un solo  ejemplo de que en ese entonces la política venezolana se escribía con mayúscula, en su gobierno de coalición de AD, COPEI y URD, al inicio de la etapa post-dictadura perezjimenista, veamos los nombres que le dieron prestigio a su primer gabinete ministerial:

Tres ministros de URD: Ignacio Luis Arcaya, Relaciones Exteriores; Manuel López Rivas, Comunicaciones, y Luis Hernández Solís, Trabajo. Dos de Copei: Lorenzo Fernández, en Fomento, y Víctor Giménez Landínez, en Agricultura y Cría. Dos de AD: Luis Augusto Dubuc, Relaciones Interiores, y Juan Pablo Pérez Alfonzo, en Minas. El resto del gabinete lo formaron los independientes Rafael Pizani, en Educación; Santiago Hernández Ron, en Obras Públicas; José Antonio Mayobre, en Hacienda; Arnoldo Gabaldón, en Sanidad y Asistencia Social; y Andrés Aguilar, en Justicia. Ramón J. Velásquez fue designado secretario general de la Presidencia.

Obsérvese que en ese entonces no cualquiera podía ser ministro.

Todos ellos ya fallecidos, pero en su vida no se durmieron en laureles, ni se convirtieron en jarrones chinos. Fulgurantes, que no fugaces. A todos ellos tenemos que recordarlos con alegría y con el mayor de los agradecimientos (así como debemos explicar su magisterio a las nuevas generaciones), por su aporte en construir la mejor Venezuela de nuestra historia bicentenaria. Apuraron sus opciones al máximo, tuvieron éxito, y lo han sobrevivido, porque no hicieron de su vida una gesta favorecedora de sus egos y ambiciones personales, al contrario; a pesar – o precisamente por ello- de que la vida pública venezolana históricamente había estado llena de violencia y autoritarismo, promovieron una nueva cultura política que entendía la democracia como una permanente pedagogía ciudadana centrada en el respeto y en el diálogo.

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Caso contrario ha sido lo ocurrido en estos últimos veinte años, específicamente en los territorios de la desgraciada política (o más bien de la antipolítica) criolla que todos queremos dejar atrás, lo más rápido posible. Del chavismo ¿qué decir? Reconozcamos que no hay uno solo de sus agentes que merezca consideración, mucho menos respeto.

Por otra parte, aceptemos que si el objetivo esencial que le pedimos a nuestros actuales liderazgos opositores ha sido el retorno democrático, poco han cumplido en tal empresa. Y hoy los vemos aguerridamente ocupados en pelear…consigo mismos, que están más divididos que nunca. Lo curioso es que mientras más se empeñan en desunirse e indisponerse, más insisten en usar la palabra “unidad”. Vuelve la Mesa de la Unidad, en México están los representantes de una Plataforma “Unitaria”, el G4 -cuando no está ocupado en resolver las conflictivas aspiraciones de sus muy abundantes y copiosos candidatos para todo lo que el régimen ofrece en el bazar del 21 de noviembre próximo- insiste una y otra vez en cuán felizmente unidos están todos.

A diferencia de aquellos liderazgos que le dieron tanto a Venezuela, muchos de los actuales, después de veinte años de labor, parecieran haber asumido con gusto el papel de jarrones chinos, dormidos en unos supuestos laureles no merecidos, caciques de partidos-cascarones, donde no hay ningún atisbo de democracia interna, con jefaturas que parecieran ser perpetuas e interminables. Una generación de líderes políticos que han visto el paso de los años sin poseer una clara identidad moral con la que puedan mirarse al espejo sin pasar vergüenza. Eso sí, muy decididos a impedir recambios y nuevos rostros que los sustituyan.

Los líderes de nuestra democracia, de la república civil, obtuvieron éxito, y sobreviven en nuestra memoria agradecida, porque vivieron una vida de servicio, con frecuentes sacrificios, dedicada a construir una mejor Venezuela.

Los liderazgos presentes, en cambio, no viven de pasadas gestas porque no las tienen; se están ganando merecidamente el olvido, la indiferencia y la amnesia que, según todas las encuestas, sienten crecientemente los ciudadanos hacia ellos. Obviamente hay excepciones, en especial los que han entregado su vida, han sido torturados, exiliados, o siguen hoy presos en las mazmorras de la tiranía. Pero los nombres que no menciono pero que todos conocen, los que buscan solo figurar y ambicionar de forma desmedida, la realidad los está dejando atrás. Y sus egos desatados no solo los afectan a ellos, sino a toda la sufrida comunidad venezolana.

No han podido sobrevivir a su éxito, porque, entre otras cosas, simplemente no lo han alcanzado. Como miles de compatriotas, quisiera poder agregar la palabra “todavía”. Veremos, dijeron Homero y Jorge Luis Borges…mucho tendrá que cambiar la conducta opositora para merecerlo.

El Venezolano/América 2.1

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