Mensaje Conjunto de la Comisión Episcopal de Familia e Infancia y la Comisión Episcopal de Educación y Pastoral Universitaria
“La Esperanza no defrauda, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones con el Espíritu Santo que se nos ha dado” (Rm 5,5).
«Familia y Educación: Tarea conjunta»
INTRODUCCIÓN
Diecinueve meses han transcurrido desde que nuestro país a causa de la
pandemia suspendió toda actividad educativa presencial. Esta crisis con implicaciones
económicas, culturales y sociales, nos lleva a pensar que estamos ante una nueva crisis
antropológica, tal como lo afirma el Papa Francisco “el mismo ser humano es
considerado hoy como un producto que se puede usar y luego tirar”.
La familia, como célula fundamental de la sociedad, está muy afectada, pues se
han generado fragmentaciones a causa de la misma crisis, a la que se añadió el cierre de
los establecimientos educativos que tienen tanta importancia para la armonía y el
desenvolvimiento familiar.
La escuela venezolana, tanto pública como privada, ha hecho un gran esfuerzo
con creatividad y empeño sostenido para continuar en estos meses ofreciendo otras
posibilidades educativas a los jóvenes, sin embargo, nos causa mucha preocupación los
frutos limitados que generan estas iniciativas. Reconocemos la cantidad de padres y
madres de familia, sacerdotes, religiosas y religiosos, y el impulso que han brindado a la
educación en medio de estas circunstancias, damos gracias a Dios, porque en ellos se
manifiesta la vocación de servicio que busca acompañar y estimular a esta población tan
vulnerable.
Como pastores del pueblo de Dios y fieles a nuestra misión queremos señalar
algunos aspectos para la reflexión, pues, nunca debemos vulnerar el derecho de nuestros
niños y jóvenes a la mejor educación posible, y de ello somos responsables todos.
I. UNA REALIDAD QUE NO PUEDE SER OCULTADA
Estamos inmersos en una profunda crisis pandémica que ha detonado otras
situaciones que agravan los males de nuestra sociedad: un cambio de época muy
acelerado, la globalización de una economía con profundos desajustes que afectan a la
familia; una cultura minoritaria que tiende a imponerse arbitrariamente. La gran
transformación tecnológica que hace posible la manipulación de la conciencia del
hombre, aumentando la desconfianza e inquietud entre los miembros de las familias,
con alcances globales.
La incipiente “salida a la crisis económica” se ha saldado con una extendida
situación de precariedad laboral y de incertidumbre que dificultan la organización de la
vida personal y familiar, favoreciendo la migración y la fragmentación de la familia.
Según las cifras oficiales, los contagios por Covid-19 se mantienen activos en la
población venezolana y la aparición de nuevas cepas, siguen manteniéndonos en una
curva elevada de contagios. Los esfuerzos de vacunación no han sido suficientes y aún
en el sector educativo el personal docente, administrativo y obrero, al igual que niños,
niñas y adolescentes no han sido vacunados en su totalidad. Todos ellos deben contar
con vacunación segura, con reconocimiento por las autoridades epidemiológicas
mundiales. No se pueden buscar soluciones fáciles sino las mejores posibles: allí está el
futuro del país.
La infraestructura en todos los subsistemas de la educación, principalmente en
aquellos con dependencia oficial, se encuentran en decadencia, no solo por la falta de
cuidado y mantenimiento, sino también por los hurtos y vandalismo acometidos contra
las instalaciones. Las edificaciones escolares no cuentan con adecuado servicio de agua
potable, electricidad, alimentación, tecnología, artículos de limpieza y desinfección.
El alto costo de la vida, ha incidido en la creciente deserción escolar y
profesional en todos los sistemas y niveles. Cada vez es más creciente el número de
niños trabajadores o en estado de indigencia que observamos en las calles de nuestros
pueblos y ciudades. Igualmente, el acceso a una educación universitaria de calidad, se
ve cada vez más lejano por el deterioro de las universidades de amplia trayectoria
académica. En el mejor de los casos, los bachilleres pasan al mercado laboral informal,
sin ninguna esperanza de preparación para el trabajo.
II. INICIO DEL AÑO ESCOLAR:
No ocultamos nuestra gran preocupación ante el inicio del nuevo año escolar.
Para retomar las clases presenciales, inmersos en esta pandemia, se recomienda que sea
en forma progresiva, escalonada y diversificada, retomando las inquietudes
provenientes de las familias, los gremios y sectores educativos
Sin duda, el inicio de clases es necesario. Sin educación tendríamos un país sin
oportunidades. El lunes 25 de octubre, se ha dado inicio al Año Escolar 2021-2022 en
modalidad presencial, marcado por un gran ausentismo; las circunstancias que hoy
vivimos exigen de nosotros la valentía de colocar a la persona en el centro, se hace
imperioso replantearse la viabilidad de esta presencialidad tomando en cuenta las graves
deficiencias que hoy tenemos.
No comenzar también es un riesgo, pero es necesario disponer de un tiempo que
permita la planeación del uso adecuado de los recursos existentes, con responsabilidad y
creatividad. Todos los actores involucrados en el quehacer educativo se deben disponer
a diseñar un proyecto educativo que sea provechoso para todos y genere los frutos de un
verdadero Pacto Educativo Global capaz de construir el humanismo que requiere la
nueva sociedad que se está fraguando.
La falta de recursos económicos y tecnológicos, unido al deterioro de los
servicios de telefonía e internet, aumentan la exclusión, y si ya se contaba con una gran
parte de la población que en otras circunstancias no lograban la prosecución de los
estudios, el Covid-19 ha puesto en evidencia que la brecha existe y crece cada vez más.
Es totalmente necesario que se incrementen las iniciativas de apoyo a los niños,
niñas, adolescentes, jóvenes y a sus familias, para que el inicio de este nuevo año
escolar represente verdaderas oportunidades de progreso y no un problema aún mayor a
la golpeada familia venezolana.
III. LOS DOCENTES VENEZOLANOS, HÉROES NO RECONOCIDOS
Los docentes venezolanos son víctimas de la crisis humanitaria compleja que vive
nuestro pueblo. Muchos profesionales de la docencia perseveran en su vocación docente
y también muchos lamentablemente se encuentran desempeñando gran cantidad de
oficios informales para lograr la subsistencia.
El prestigio que ancestralmente han tenido nuestros maestros, profesores, el gremio
docente, ganado como fruto del servicio a los más jóvenes y porque han compartido el
saber y la preparación profesional, es manifestación de una gran calidad moral.
Hoy, con dolor manifestamos, que el docente se siente infravalorado, indefenso,
desmotivado, desamparado, humillado, presionado e incluso extorsionado en virtud de
su vocación. No se puede sustituir a los maestros y profesores por voluntarios o por
activistas políticos. Sería criminal permitir una situación así que vaya en detrimento de
la calidad y preparación de los jóvenes.
Es preciso cuidar a los docentes, sin ellos no hay Educación. Familias enteras a
pesar del esfuerzo conjunto y que han asumido generosamente, requieren de los
docentes por su insustituible trabajo en las aulas.
Hay que salir al paso de esta realidad con soluciones concretas: salarios dignos,
Seguridad Social, servicios de seguro médico y funerario, oportunidades de formación y
profesionalización permanentes, entre otros bienes y servicios que les garanticen una
auténtica calidad de vida. Esto se complementa con “el salario emocional”: un ambiente
laboral sano, confiable y seguro. Todos debemos luchar por unas condiciones
educativas de calidad: es el ambiente donde se forman nuestros hijos.
Reconocemos la labor heroica de hombres y mujeres, profesionales de la educación
que a pesar de las condiciones en las que se encuentra este ejercicio docente, siguen
comprometidos día a día. Dios los bendiga y los sostenga, y les premie sus servicios.
IV. LA FAMILIA: GERMEN Y FERMENTO DEL PACTO EDUCATIVO
La familia venezolana ha venido experimentando un deterioro progresivo de la
calidad de vida: muchos niños, niñas, adolescentes y jóvenes se han visto obligados a
compartir su tiempo e incluso abandonar los estudios para dedicarse a trabajar o
tristemente entregarse a la mendicidad. Son formas modernas de explotación.
Muchas familias se encuentran desintegradas por la migración de los padres: los
hijos quedan al cuidado de hermanos, de abuelos, tíos, padrinos y hasta vecinos. Con la
aparición del Covid-19 y la imperiosa necesidad de trasladar la escuela al hogar, se puso
en evidencia la gran disfuncionalidad familiar y la carencia de acompañamiento
necesario para la culminación del año escolar y el logro de los objetivos educativos.
Aun así, permanece la conciencia de que la familia es la base para construir el
tejido social, en ella está el germen de un nuevo Pacto Educativo. El papel educativo
de la familia es una respuesta a la actual situación. Un hogar donde todos se
comprometan a construir y trabajar desde el sentido común es el abono que se necesita
para que la familia se convierta en una pequeña aldea educativa, en donde renazcan los
valores más fundamentales y el aporte para una nueva sociedad.
V. APORTES DESDE LA IGLESIA CATÓLICA. CONSTRUYENDO LA
ALDEA
La necesidad de impulsar un pacto global debe conducir a una toma de
responsabilidad, un camino que como Iglesia asumimos en la misión como bautizados,
a la luz de la Palabra de Dios, buscamos iluminar la realidad de la educación venezolana
a fin de que sea integral y de calidad.
Como católicos estamos llamados a propiciar espacios y momentos de reflexión
sobre la práctica educativa, acompañando desde todas las obras educativas de iniciativa
eclesial y desde los distintos equipos de Pastoral Familiar, Pastoral Educativa y Pastoral
Universitaria de las Arquidiócesis, Diócesis y Vicariatos del país, a todos los actores
educativos, con el propósito de armonizar y superar las dificultades y divisiones,
caminando juntos más bien hacia la conformación de alianzas.
La invitación del Papa Francisco a un Pacto Educativo Global a “reavivar el
compromiso por y con las jóvenes generaciones, renovando la pasión por una educación
más abierta e incluyente, capaz de la escucha paciente, del diálogo constructivo y de la
mutua comprensión” se ha convertido en bandera de todas las iniciativas educativas
desde la Iglesia, como católicos, asumimos el compromiso y la responsabilidad de
hacer vida la vocación educadora de la sociedad, invitando a todos a dar siempre más
y lo mejor, brindando oportunidades a niños, niñas, adolescentes y jóvenes desde
cualquier escenario posible.
La Aldea Educativa será una realidad si todos nos reconocemos como
ciudadanos de la misma aldea y asumimos la responsabilidad en la educación de las
jóvenes generaciones, tal como lo dice el proverbio africano “Para educar a un niño, se
necesita una aldea entera”, a este propósito el Papa Francisco nos dice “Debemos
construir esta aldea como condición para educar. El terreno debe estar saneado de la
discriminación con la introducción de la fraternidad”.
VI. La Reconstrucción del Pacto Educativo es una necesidad
Todo lo anteriormente expuesto nos pone frente a la necesidad de una política
educativa integral e integradora que tome en cuenta no solo el interés superior del
niño, niña y adolescente, sino también el derecho del docente y de las familias a una
vida digna y unas condiciones que les permita satisfacer las necesidades básicas, tal
como lo establece la carta magna; reiterando el derecho a disfrutar de unas condiciones
que le garanticen estabilidad, felicidad, armonía y desarrollo pleno.
Las Políticas Educativas deben tener base en un Pacto Educativo que involucre
a todos, que ponga sobre la mesa el tema educativo no solo en el ámbito docente y
familiar, sino también en el proyecto de gobierno, en los campos: empresarial, artístico,
religioso; con incidencia en lo social, lo político, lo económico, lo cultural; partiendo de
alianzas educativas que hagan constituir a Venezuela en una Aldea Educativa, en
una Sociedad Educadora, sembrando pequeñas iniciativas de compromiso y
acompañamiento educativo, iniciando por la familia y que se nutra de las ganas
compartidas de reconstruir el tejido social.
CONCLUSIÓN
Es el momento de sumar a todos en una concertación educativa que el papa
Francisco ha llamado Pacto Educativo Global. La solución está en todos, y a la vez,
hay que apoyar e impulsar todos los esfuerzos por la educación como antídoto natural a
la crisis globalizada.
Para que esta política educativa se haga realidad debe existir el compromiso de
lograr una convergencia global rescatando el valor inestimable de establecer diálogos
entre todos los actores: Familia, Educandos, Docentes, Iglesias, Medios de
Comunicación Social, Academias, Empresa Privada, Organizaciones No
Gubernamentales, Sociedad Civil, el Estado y sus autoridades, que indudablemente,
tienen una gran responsabilidad en este ámbito, pero, para poder garantizar el
compromiso mancomunado, ayudando a todos aquellos que con vocación educadora,
son capaces de impulsar y organizar el trabajo educativo, todos debemos
comprometernos.
Nos confiamos a Jesús Maestro y por ello decimos: Aquí estamos Señor, junto a
María de Coromoto, patrona de Venezuela, para testimoniar la fe de un pueblo que vive
y camina con Jesucristo Señor de la Historia.
A los 27 días del mes de octubre de 2021
+ Mons. Fernando Castro Aguayo
Obispo de Margarita
Presidente de la Comisión Episcopal de
Familia e Infancia
+ Mons. Juan de Dios Peña Rojas
Obispo de El Vigía-San Carlos del Zulia
Presidente de la Comisión Episcopal de
Educación y Pastoral Universitaria
+ Mons. Benito Adán Méndez
Obispo del Ordinariato Militar
+ Mons. Mariano José Parra Sandoval
Arzobispo de Coro
+Mons. Mar Timoteo Hikmat Beylouni
Exarca Sirio Católico
+Mons. Nicolás Gregorio Nava Rojas
Obispo de Machiques
+Mons. Ramón Linares
Obispo emérito de Barinas