Opinión

CPI abre nuevo camino a Venezuela

Egildo Luján:

La visita a Venezuela del Fiscal Karim Khan, de la Corte Penal Internacional, evidentemente, siembra una nueva expectativa y esperanza de plazo indeterminado en el país y entre sus habitantes.

Dicha institución, a tiempo indefinido, podría propiciar o ayudar a resolver la grave situación venezolana. Si bien, desde luego, es importante tener claro que el Señor Fiscal Khan, a su retorno a la ciudad de La Haya -igualmente a un tiempo indeterminado, corto o mediano plazo- someterá a consideración de la Corte Penal, la aprobación del inicio de la investigación pertinente. Y ésta, a su vez, lo considerará a su debido momento y lapso que fije el proceso. En caso de aprobarlo, desde luego, se iniciaría un juicio que no tendrá fecha ni término definido para llegar a dictar sentencia.

Para la ciudadanía venezolana y la observación internacional sobre lo que ha sucedido en esta parte del mundo, es menester no olvidar que, en dicho juicio, estarán involucrados abundantes intereses de muchos matices e importancia que pudieran considerarse afectados. Inclusive, válidos a nivel personal como de varios países, incluyendo a potencias a nivel mundial. Y que todos los interesados, además,  entrarán en la puja por acelerar, boicotear o utilizar tácticas dilatorias, o bien para apresurar o darle largas al juicio con miras a lograr su complicación.

De igual manera, hay que  recordar que la Fiscal saliente de la CPI, la abogada Fatou Bensouda, inexplicablemente, logró prolongar la aceptación del caso durante 4 años. Y que eso, desde luego, evidencia que no hay que crear falsas expectativas alrededor del desarrollo de los hechos en cuanto al factor tiempo, cuando privan factores e intereses que no siempre se entienden.

El país lo ha registrado y sentido: la visita del Fiscal a nuestro país ha sido motivo de noticia internacional. Y se ha planteado así  de manera  impactante e importante, además de convertirse en un productor de conjeturas, de opiniones y de esperanzas, como de la  siembra de semillas de desprestigio en relación al régimen a nivel internacional. Pero también  en condiciones lo suficientemente interesante, como para que pase a convertirse en un generador de consecuencias positivas para Venezuela.

Pero ¿Y qué sería lo positivo de esta situación?. Lo primero, sin duda alguna,  es que, a nivel  internacional, el régimen venezolano, al ser sometido a un juicio de la  gravedad de lo que ha dejado entrever la CPI, es que no podrá librarse de ser señalado por las características y razones de los hechos tipificados como delitos. Además de que cae en un desprestigio por razones evidentes ante el concierto de naciones.

En el argot criollo, pudiera decirse que el caso Venezuela se ha convertido en una «papa caliente» con la que nadie quiere lidiar, ni siquiera tener relaciones o acercamientos, por temor a que todo se convierta en fuego activado y por tiempo prolongado. Además de que,  quemarse en esas condiciones, todo puede traducirse en serias consecuencias, incluyendo   muchas de ellas en hechos que puedan encadenar nuevos problemas, incluyendo hechos diplomáticas como económicas con otras naciones.

En cuanto al orden interno, no hay que desestimar que el ruido en boga, inevitablemente, debe estar provocando un efecto inevitable de dimensiones impensables en el orden militar, como en la propia sociedad civil. Sobre todo por aquello de que al mencionado, aun sin sentirse comprometido, nada le impide que, repentinamente, termine siendo acusado. ¿De qué?. ¿Por qué?. Por el proceso en sí, la importancia de identificar responsables, de saber exactamente en qué delito se ha incurrido, o se pudiera haberlo hecho sin estarlo.

Adicionalmente, ¿cuánto de verdad hay alrededor de los comentarios de reciente descripción, en cuanto al número de voluntarios que estarían dispuestos a inmolarse para que lo que se ha planteado no llegue -o sí llegue- hasta el sitio en donde se conozca a los enjuiciados, aun a sabiendas de que todo eso implica la posibilidad de correr el riesgo de perder ese bien glorioso conocido como el hecho de vivir en libertad?.

Cualquier conjetura que hoy se emita en Venezuela, a partir de la visita que le ha restado la posibilidad de dormir a más de un burócrata o amigo suyo, incluye una sabia, precisa y certera realidad. Y tiene que ver con la histórica afirmación de que la justicia puede tardar, es cierto,  pero que siempre llega y cobra. Por otra parte, hay que tener en cuenta el hecho de que ni todos los funcionarios o burócratas están o han estado involucrados en los delitos a la venezolana, incluyendo mucho menos a los temidos hechos de Lesa Humanidad.

De lo que sí hay muchos, y en diferentes partes del mundo, es de quienes convirtieron los llamados paraísos fiscales en sus cajas bancarias, o en cajas de seguridad familiares. Las pruebas o señalamientos en las redes sociales al por mayor que le hacen seguimiento diario a cada una de estas conductas, describen testaferros, «enchufados», asociados y «emprendedores en ambiente de agua turbia». En tanto que otros  han convertido a septiembre, octubre y a lo que ha transcurrido de noviembre, en cuento de nunca acabar. Lo suficiente para que aquellos que ahora tienen mucho qué perder, inclusive, prefieran redirle adoración  al anonimato y al  silencio.

Ahora, de lo que no hay duda, y se expresa con convicción y demostración por delante, es que la gran mayoría de los venezolanos registra a un total de personas honestas, trabajadoras y deseosas de vivir en paz. No a lo otro.

Indiscutiblemente, dentro y fuera del país,  lo cierto es que el régimen está hoy en su peor momento. Y el tope del hecho, sin duda alguna, hay que relacionarlo con lo que sucedió con el cumplimiento de la extradición solicitada por los Estados Unidos de Norteamérica del Señor Alex Saab, y las expectativas de lo que pudiera suceder con la del militar  Hugo Carvajal, detenido en España y haciendo lo indecible para que su permanencia en Europa se prolongue.

Mientras tanto, las máximas autoridades venezolanas se ocupan de contar, de calificar hechos, frases, acusaciones, señalamientos y traslados potenciales, a la vez que la CPI hace lo suyo, y las expectativas de víctimas en Venezuela se llenan de esperanzas, como de dudar, por no saber qué vendrá al final de todo.

Negociar tiempo de cárcel por información acusatoria, desde luego, hoy traduce la expectativa de que, posiblemente, a partir de allí, sin embargo, no sea posible evitar que al régimen se le continúen incrementando los problemas y las complicaciones.

Para los venezolanos, y mientras noviembre avanza a la velocidad de los problemas que se viven y se sufren, es apreciado que, durante los últimos 22 años, nunca antes hubo en Venezuela una oportunidad apropiada para lograr definir la situación del futuro del país. De hecho, a la representación organizada de la oposición democrática se le plantea la importancia de llegar a acuerdos, como de unirse en un solo cuerpo y con un único fin, y el cual no es otro que el  del rescate de la República.

Dichos opositores organizados, definitivamente, no pueden continuar anteponiendo intereses de ningún tipo, por sobre lo que es y traduce el hecho de dedicarse a trabajar por el del bien común, que traduce la refundación del país, la elaboración y la aprobación de una Constitución que haga posible la ubicación del país en la fila de los países del primer mundo.

Venezuela clama -porque así lo necesita- no depender más de la voluntad absoluta de caudillos, dictadores o de falsos Mesías, mucho menos de constituciones concebidas y dirigidas a convertirse en trajes elaborados a la medida de la apetencia y gustos de los mandatarios de turno. Tampoco concebida interesadamente en la anulación del concepto de ciudadanos y de ciudadanía, para que hombres y mujeres, si acaso, puedan seguir siendo instrumentos útiles para quienes no entienden la política, no son verdaderos demócratas y el derecho a la libertad lo convierte en lo de siempre: instrumentos para la manipulación.

El reto venezolano, entre otros, es el de hay que luchar por ser ciudadanos, si quiere serlo. Vencer el miedo y convertir en hecho propio y constante lo que, en su momento, un Maestro constructor de historia, como fue Simón Rodríguez, afirmó -palabras más, palabras menos- que «Moral y Luces son nuestras primeras necesidades».

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