Margarita Abascal, mucho más que la madre de Arturo Sosa, superior de los jesuitas
Falleció el pasado 30 de octubre y -más allá de ser la madre del superior general de los jesuitas- siempre será recordada como una histórica dama del catolicismo venezolano. Puedes conocer más sobre su legado aquí
Probablemente, Margarita Abascal Álvarez sea conocida como la mamá de Sosa, dada la crucial responsabilidad que a este sacerdote jesuita le ha tocado ejercer dentro de su congregación.
Pero para quienes la conocieron, trataron y fueron receptores de su inagotable generosidad, saben que siempre brilló con una luz propia: el fulgor que se desprende de la coherencia de vida, algo que los cristianos nos pasamos toda la vida buscando vivir y que para ella fue su natural proceder. Se llamaba cristiana y se comportaba dando permanente testimonio de aquello en lo que creía. Y no es poco eso.
El cristiano debe ser solidario, ella lo era en abundancia; el cristiano debe ser alegre y ella, hasta el último momento, lo fue y lo contagió. Siempre pendiente de todo el que estuviera en apuros, siempre regalando sonrisas, bromas y sus ingeniosos y divertidos comentarios.
Agradecimiento por su vida
Al conocerse la noticia de su muerte, todo el mundo católico, especialmente el ignaciano al cual entregó sus mejores energías, se activó. Su familia comenzó a recibir gestos de cariño, manifestaciones de apoyo y condolencia, expresiones de admiración y agradecimiento por su vida.
Su hijo Arturo llegó en pocas horas a Caracas para estar al lado de sus hermanas y presidió unas emotivas celebraciones eucarísticas en las que participamos en memoria de esa dama irrepetible del catolicismo venezolano.
Pareciera que con ella se fuera una época donde el compromiso con nuestra Iglesia era la razón del esfuerzo de cada católico. Eran épocas de una militancia comprometida, lo cual no significa que hoy no sea asumida por muchos, pero para nadie es un secreto que entregas como la de Margarita Abascal no son frecuentes y menos hoy, cuando aflojan las amarras, titubean los principios y lo que se impone es el rescate de eso que se ha convertido en el lema del Sínodo convocado por el Papa Francisco: “Comunión, participación y misión”. Ella fue una pionera.
¿Qué dijo su hijo, Arturo?
Su hijo sacerdote dijo en una de las homilías:
“La comunión en la fe nos reúne hoy a celebrar la vida de Margarita y tantas otras personas de las cuales hemos recibido tanto amor. Porque Jesús resucitó y está vivo, podemos relacionarnos con Él y también con quienes están con Él porque han sido alojados en las divinas moradas preparadas para quienes han querido seguirlo. Es el caso de Margarita, cuyo cuerpo presente nos invita a hacer memoria de su vida y a seguir relacionándonos con ella desde el amor que es lo único que ocupa la vida resucitada que le ha sido regalada. Su cuerpo no esconde los sufrimientos que padeció ni los esfuerzos por vivir la alegría de dar vida a su alrededor y hasta donde llegara su posibilidad, sin que la mano derecha tuviera que saber exactamente lo que la izquierda lograba”.
Y agregó: “Todos hemos contado con Margarita cada vez que hizo falta. Desde la fe en la vida resucitada que nos reúne sabemos que podemos seguir contando con ella…. Lo necesitamos ahora más que nunca”.
«Se fue en paz»
Ella lo pasó mal la última semana. Su cuerpo daba muestras de ello. Pero nunca se rindió y nunca hizo de ello un tema. Personalmente, recibí estas palabras de Arturo cuando le puse un correo, alarmada por la noticia, aún estando él en Roma: “El cuerpo dio todo lo que podía. Casi llega a los 97. Tuvo una semana de mucho sufrimiento corporal. Se fue en paz y el Dios de la Vida se la da, resucitada, en abundancia. Únete a mi agradecimiento a Papá Dios”.
Su familia distribuyó una tarjeta recordando sus fechas: Nació en Caracas en noviembre de 1924 y falleció en su querida ciudad capital el 30 de octubre del 2021.
La tarjeta es como ella, un texto hermoso y sencillo pero muy sentido que encabezaron así: «Fuiste una margarita sencilla y con una vida rica, plena, colorida”. Allí también se lee:
“Gracias por haber sido lo que fuiste: un ser único, súper especial!. Caritativa con los más necesitados, sin ostentar. Disfrutabas el compartir. Irradiabas paz y alegría! Un ser excepcional…a todo dar!”.
Mucho más que la madre del superior de los jesuitas
Enumerar lo que Margarita hizo por su prójimo sería interminable. Desde fundar importantes obras sociales que hoy perviven y se fortalecen entre la comunidad jesuita hasta crear una familia hermosa, que se enorgullece de haberla tenido como centro y ejemplo. De una dama tan espiritual, sabia, dulce, solidaria y auténtica, no es fácil comprender que en el seno de ese hogar se haya incubado una vocación sacerdotal tan sólida como la de Arturo Sosa, en cuyas manos están actualmente las riendas de la comunidad jesuita en todo el planeta. Vocación que ella se encargó de respaldar y acompañar con todo el amor de una madre orgullosa.
Su alegría, cuando Arturo podía venir de Roma y pasar unos días con ella, ¡le salía por los poros! Él le dedicaba verdadera calidad de tiempo cuando pasaba por estos lados. Y eso es algo que se llevan ambos en el corazón, para siempre.
Y así seguirá la vida de su familia y de todos los que tuvimos la suerte de conocerla: rica, plena y colorida, con una intercesora de lujo allá arriba. Margarita es de esas personas que uno imagina disparadas directo a la presencia de Dios, ¡sin escalas!
Aquí, el video de su funeral, realizado y distribuido por la Arquidiócesis de Caracas:
Así fueron las eucaristías de su novenario en la capilla del Colegio San Ignacio de Caracas, celebradas por el P. Arturo Sosa Abascal y concelebrada por sus hermanos jesuitas: