Lecturas recomendadas

El desarrollo humano y la técnica

Rafael María de Balbín:

  “El desarrollo de los pueblos está íntimamente unido al desarrollo de cada hombre” (BENEDICTO XVI. Enc. Caritas in veritate, n. 68). Éste se desarrolla en libertad, pero la libertad humana no es ilimitada ni todopoderosa: “El desarrollo de la persona se degrada cuando ésta pretende ser la única creadora de sí misma” (Ibidem). Y el desarrollo de los pueblos se deteriora cuando se confía ciegamente en la magia de la tecnología o de las finanzas, al margen de las normas fundamentales de la ley moral natural, inscrita por Dios en el corazón de todos los hombres. En los avances de la ciencia y de la técnica se manifiesta el dominio del espíritu sobre la materia, dominio razonable y no despótico ni destructor.

El peligro de la ideología de la técnica es pensar que ésta es autosuficiente, encerrando al hombre en lo inmediato, preguntándose sólo por el cómo y no por el porqué de las cosas. Para la mentalidad tecnicista  lo verdadero es lo factible, lo útil, lo eficiente. Pero siempre el protagonista del desarrollo es el hombre y sus decisiones libres y responsables: la técnica es meramente instrumental. La finalidad de la técnica es el bien de las personas, de todas: no sólo las ganancias del empresario, ni el poder del político, ni los triunfos del científico.

Nuestro tiempo está signado por el desarrollo tecnológico y el influjo creciente de los medios de comunicación social, que deben ambos orientarse hacia el beneficio de las personas singulares y hacia el bien común, al servicio de la verdad, del bien y de la fraternidad humana. La Bioética es un campo crucial de batalla entre el absolutismo de la técnica y la responsabilidad moral: si el hombre es un producto de sí mismo o si depende de Dios. Lo que es técnicamente factible, no por eso es bueno, justo ni humano: la fecundación in vitro, la investigación con embriones, la clonación e hibridación humana. Los nuevos y poderosos instrumentos de la cultura de la muerte (el aborto promovido, la planificación eugenésica de los nacimientos, la mentalidad eutanásica) niegan de raíz la dignidad humana. “Muchos, dispuestos a escandalizarse por cosas secundarias, parecen tolerar injusticias inauditas” (Ibidem, n. 75); mientras los pobres siguen llamando a las puertas de la opulencia.

La mentalidad tecnicista desconoce la interioridad  propia de la persona, confundiéndola con factores meramente psicológicos, sentimentales o sociológicos, apuntado a un desarrollo meramente material con olvido del espiritual. El hombre es uno en cuerpo y alma, “nacido del amor creador de Dios y destinado a vivir eternamente”; “Lejos de Dios, el hombre está inquieto y se hace frágil” (Ibidem, n. 76). Una sociedad del bienestar, materialmente desarrollada, oprime el alma, y trae como consecuencias el vacío espiritual, la drogadicción, la desesperación. “No hay desarrollo pleno ni un bien común universal sin el bien espiritual y moral de las personas, consideradas en su totalidad de alma y cuerpo” (Ibidem).

El desarrollo humano es una tarea, en frase de S. Pablo VI, para el <desarrollo de todo el hombre y de todos los hombres>. Pero: “Sin Dios el hombre no sabe dónde ir ni tampoco logra entender quién es”; “la fuerza más poderosa al servicio del desarrollo es un humanismo cristiano”; “El humanismo que excluye a Dios es un humanismo inhumano” (BENEDICTO XVI. Enc. Caritas in veritate, n. 78). El amor de Dios nos invita a salir de estrechos horizontes, para trabajar fraternalmente por el bien de todos, por el bien integral de la gran familia humana.-

(rbalbin19@gmail.com)

Publicaciones relacionadas

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Botón volver arriba