Opinión

El péndulo y la Historia

Para Winston Churchill la lección de la tragedia de la I Guerra Mundial era la reafirmación de dos antiguos apotegmas romanos:” Si vis pacem, para bellum”. (Si quieres la paz, prepárate para la guerra) y “Vigilia pretium libertatis” (La vigilancia es el precio de la libertad). Ojalá los actuales líderes mundiales sepan aprender correctamente las lecciones de las tragedias de la Historia.

 

Sadio Garavini di Turno:

De acuerdo con Alexander Herzen pienso que “la Historia carece de libreto” y es la compleja resultante de la interrelación entre los líderes y sus “orteguianas” circunstancias, incluyendo, entre otras cosas, instituciones, ideas y valores.

 

No creo en la existencia de leyes históricas inexorables y deterministas y por tanto tampoco en las “fumosidades” dialécticas y los simplismos del materialismo histórico marxista. El mismo Engels dijo una vez, en una carta a Marx, que le preocupaba que el materialismo histórico podía convertirse en una excusa para que los malos estudiantes no aprendieran Historia. Pero junto con Mark Twain pienso que “la Historia no se repite pero a menudo rima” y también, con el gran napolitano Gian Battista Vico, entiendo que existen ciclos, i “corsi ed i ricorsi della Storia”.

 

Al final de la Primera Guerra Mundial, inició una década de generalizado optimismo, con los 14 puntos del Presidente Wilson, el fin de los Imperios Ruso, Alemán y Austro-Húngaro, la democracia tenía el viento a su favor y la economía de los “roaring twenties” crecía aceleradamente. Hubo serios y valiosos esfuerzos para establecer un orden internacional que evitara el estallido de una nueva catástrofe bélica. La Liga de las Naciones, en sus inicios, obtuvo éxitos relevantes. Las Conferencias internacionales de desarme naval de 1921 y 1922. Los varios acuerdos entre Alemania y Francia firmados por los cancilleres Stresemann y Briand, que les dio el Nobel de la Paz en 1926 y en el Pacto Kellog-Briand de 1928, más de 50 países, incluyendo todas las grandes potencias, “renunciaron” a la guerra como instrumento para resolver disputas.

 

Pero la Gran Depresión de 1929 inició una década de pesimismo creciente, el capitalismo y las instituciones democráticas parecían haber entrado en un proceso de desintegración. La democracia tenía un aire “depassé”, representaba lo viejo, lo decimonónico. Hombres débiles y decadentes, como Chamberlain y Daladier, encarnaban el papel de sepultureros de un sistema político obsoleto. Lo nuevo, lo vital, la juventud (“giovinezza”), en fin el futuro parecían estar con los totalitarismos nazifascista y comunista.

 

Todo cambió de nuevo con la victoria aliada en la Segunda Guerra Mundial, se instauró un orden liberal internacional, la economía de mercado, con solidaridad social, inició unas décadas de crecimiento impresionante y la democracia recuperó su prestigio y auge. Con la caída del Imperio soviético y del comunismo en 1991 se habló del “fin de la Historia” (Francis Fukuyama dixit), la democracia y la economía de mercado habían demostrado su superioridad. Las relaciones internacionales se reducirían a resolver los problemas económicos y comerciales.

 

Pero el “péndulo” funcionó de nuevo. La pandemia y sus efectos económicos y culturales vino a “aguar la fiesta” de la economía de la “bonanza sin fin.” Se fortalece otra vez el papel del Estado en la economía. Al mismo tiempo el resurgimiento de un sistema internacional multipolar con China y Rusia revisionistas del “status quo”, como lo fueron Alemania, Japón e Italia en los ’30, hay un retorno de la geopolítica y de las “esferas de influencia”.

 

También es evidente el fortalecimiento del autoritarismo y de los regímenes “iliberales” en general. Vivimos de nuevo en un mundo peligroso, que se va pareciendo a los años ’30. Hal Brands, profesor de Relaciones Internacionales de la Universidad Johns Hopkins, en su reciente libro: “The Lessons of Tragedy. Statecraft and World Order”, nos recuerda que los líderes deben aprender las lecciones de las tragedias de la Historia. Pero para Chamberlain y Daladier la tragedia de la Primera Guerra Mundial les enseñaba sólo que había que evitar a toda costa otro conflicto bélico mundial, en cambio para Churchill la lección de la tragedia era la reafirmación de dos antiguos apotegmas romanos:” Si vis pacem, para bellum”. (Si quieres la paz, prepárate para la guerra) y “Vigilia pretium libertatis” (La vigilancia es el precio de la libertad). Ojalá los actuales líderes mundiales sepan aprender correctamente las lecciones de las tragedias de la Historia.-

El Universal/América 2.1

@sadiocaracas

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