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¿Democracias sin demócratas?

La alarmante conclusión global es que solo un 8.4% de la población mundial vive en una democracia, mientras que más de un tercio lo hacen en regímenes autoritarios (una parte muy grande, obviamente, en China)

Marcos Villasmil:

Recientemente la acreditada y longeva revista británica The Economist (fundada en 1843), publicó su ya tradicional reporte (Democracy Index) sobre la salud de la democracia en el mundo. La verdad es que su estado es tan lamentable que pareciera haber sido atacada por una pandemia populista y corruptora de vetas muy agresivas; algo así como la variante Delta multiplicada exponencialmente.

Para la revista, “la democracia ha sufrido un retroceso sin precedentes en el mundo”. El estudio anual, que valora el estado de la democracia en 167 países, lo hace analizando 60 indicadores, ubicados en cinco categorías: procesos electorales y pluralismo, funcionamiento del gobierno, participación política, cultura política democrática y libertades civiles.

Los países reciben una puntuación de 0 a 10, y el resultado expresa el promedio obtenido en las cinco categorías. Cada país, finalmente, es agrupado en uno de los cuatro tipos de regímenes considerados: Democracia plena, democracia fallida, regímenes híbridos, y regímenes autoritarios.por ejemplo

La alarmante conclusión global es que solo un 8.4% de la población mundial vive en una democracia, mientras que más de un tercio lo hacen en regímenes autoritarios (una parte muy grande, obviamente, en China). El promedio global -5.37/10- es el más bajo desde que la medición arrancó en 2006.

Obviamente, la pandemia debe mencionarse, y ciertamente contribuyó a empeorar la situación general de los derechos humanos, pero no es el único factor fundamental a considerar. Los venezolanos, con o sin pandemia, sufrimos los horrores de la tiranía chavista, al igual que los vecinos cubanos y nicaragüenses sus tragedias respectivas. Pero incluso gobiernos que el sentido común nos llevaría a considerar democráticos, bajaron su promedio -un ejemplo, Francia-, porque las maneras en que se implantaron las medidas contra el virus -severos toques de queda y confinamientos- han causado graves protestas en todo el país (y no solo de los antivacunas) y puesto contra las cuerdas a Emmanuel Macron.

Lo cierto es que -como dice el Index- el coronavirus llevó a un retroceso sin precedentes los derechos civiles en todo tipo de regímenes, y ha conducido a “una normalización de los poderes de emergencia, buscando acostumbrar a los ciudadanos a la necesidad de una amplia extensión de los poderes del Estado sobre amplias áreas de la vida pública y personal”. Las respuestas de los sistemas de salud y de la seguridad social fue en la mayoría de los casos desigual, y casi siempre insuficiente.

Puede afirmarse también que en la mayoría de los casos los gobernantes  demócratas no supieron asumir la responsabilidad de enfrentar el virus y simultáneamente poner un gran celo en el respeto a los derechos civiles, y que los autoritarios aprovecharon la oportunidad para apretar aún más los mecanismos de opresión.

 

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La pandemia no necesariamente impidió la participación ciudadana en procesos electorales. Una de las elecciones más importantes de 2021 fueron las elecciones norteamericanas, y el porcentaje de votantes fue el mayor de los últimos 120 años. Joe Biden logró la votación más alta en la historia de ese país. Pero la confianza ciudadana en su democracia recibió un severo golpe por la negativa de Donald Trump de aceptar el resultado (a pesar de más de 60 decisiones judiciales en su contra, a todos los niveles incluyendo la Corte Suprema), y la insurrección que concluyó con el asalto y ataque al parlamento el 6 de enero de 2021.

Como consecuencia, Estados Unidos es considerado hoy una “democracia imperfecta”.

Otra democracia en la cual la clase política da pena ajena, con abundancia de escándalos y de desvergüenzas,  y que asimismo ha pasado a ser “imperfecta”, es España.

Y en el caso venezolano, la participación o no en las elecciones de noviembre no se debió a la pandemia en sí, sino a la cada vez más hamletianamente dividida oposición venezolana.

En otro orden, el país que más incrementó de forma positiva su posición en el Index fue Taiwán, pasando del puesto 31 al 11.

¿Cuáles son los primeros cinco mejores? Noruega (9.75/10), Nueva Zelanda (9.37), Finlandia (9.27), Suecia (9.26) e Islandia (9.18).

Si usted amigo lector, quiere asegurarse totalmente de vivir en un país democrático, múdese al norte de Europa, o a la tierra de los kiwis y donde se filmó la saga de El Señor de los Anillos.

Y adonde usted no debería ir ni siquiera de turista, son los cinco países que ocuparon el sótano de la clasificación (puestos 163 y 167): República Centro Africana (1.43), República Democrática [Sic] del Congo (1.40), Cora del Norte (1.08), Myanmar (1.02) y Afganistán (0.32).

 

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Dejamos para el final -en más de un sentido- a América Latina.

La región constituye la zona que presenta el mayor deterioro democrático; la institucionalidad democrática va en caída libre, especialmente en los últimos años. De hecho, ha sufrido el descenso más contundente en la historia del Index.

Los únicos dos países latinoamericanos considerados “democracias plenas”, son Uruguay (puesto 13 a nivel mundial), y Costa Rica (puesto 20).

En cambio, los últimos cinco países de la región, y bajo consideraciones de padecer graves autoritarismos, son: Guatemala, en el puesto 99 a nivel mundial, le sigue Haití en el 119, Nicaragua en el 140, Cuba se ubica en el 142 y Venezuela en el 151.

Democracias plenas, imperfectas, regímenes híbridos o autoritarios, todos tienen en común un dato cada día más relevante: no se pueden construir democracias sin demócratas, sin instituciones que los amparen y protejan sus derechos; sin división de poderes, sin políticos responsables ante la ley y los ciudadanos.

Mientras los populistas de derecha e izquierda se dedican a lo suyo, los demócratas, cada día más diezmados, no tienen agenda propia ni para plantear batalla.

Huelga decir que buena parte de los líderes demócratas venezolanos, con sus egos groseramente inflados, siguen negando la realidad y poniendo su parte en la consolidación del liberticidio chavista.-

América 2.1

 

 

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