Testimonios

San Antonio en San Antonio: fiesta de Los Altos

Cuánto nos cuesta decir a extraños y forasteros que ni es Los Teques ni es Caracas, que es otra cosa aunque su corazón lleve ambas ciudades hermanadas

Horacio Biord Castillo:

Lo que hoy se suele llamar Los Altos mirandinos o de Miranda se llamó en el siglo XIX Los Altos de Caracas. Estos Altos, que la mirada de un viajero de mediados de la década de 1950 percibió poblado por aldeas serranas que contrastarían con la ciudad de Los Teques, desde 1927 capital del estado Miranda, se unían ya entonces a Caracas por una formidable autopista recién construida. Se trata de la carretera Panamericana, inaugurada por el general Marcos Pérez Jiménez en 1955.

Justo a orillas de la Panamericana, en la entrada de San Antonio de Los Altos, próxima a la sede de la alcaldía del municipio Los Salias, desde hace unos pocos años una estatua de tamaño heroico de San Antonio de Padua, el gran predicador lisboeta, acabada en colores sepias como el hábito franciscano, da la bienvenida a los viajeros y residentes.

San Antonio de Los Altos, también llamada en algunas fuentes San Antonio de Medinaceli e incluso San Antón, apelativo de unas minas áureas, posiblemente de oro aluvial de escaso valor y cantidad, tuvo como nombre indígena Gulima, topónimo que Lucas Guillermo Castillo Lara documentó en la segunda edición de su libro Una tierra llamada Guaicaipuro. (Caracas, Biblioteca de Autores y Temas Mirandinos, (Colección Cecilio Acosta, 1) 1980). El título de ese libro de historia y crónica evoca la unidad territorial, sociohistórica y cultural de Los Altos: el antiguo distrito Guaicaipuro que, por más de 120 años, unió las poblaciones de Los Altos bajo el cognomento del ilustre cacique.

De los días iniciales de Gulima a su fundación formal, el 1º de mayo de 1683, cuando unas familias de origen canario, muchas de ellas avecindadas entonces en los picachos de Galipán, entre la cima del Ávila y la entonces consolidada Santiago de León, por un lado, y por el otro el mar Caribe, pleno de azules y brisas, de playas y naos y buques que lo sorteaban como otrora las canoas indias, han pasado muchos años, sueños de colonos, frustraciones de los indígenas al ver profanadas sus moradas y las de sus ancestros, dueños de peñascos, abrigos y cuevas, ríos y pozos, sitios de culto, parajes de recolección y actividades estacionales. El gobernador don Diego de Maldonado le comunica al Rey el establecimiento del pueblo como comunidad indivisa por donación de unas tierras hecha por don Juan Mijares de Solórzano, criollo principal y poco después marqués de Mijares.

Pasarían cien años más hasta que el 21 de abril de 1782 se crea la parroquia eclesiástica bajo la advocación y patronazgo de san Antonio de Padua, un santo franciscano de inmenso arraigo en las devociones venezolanos (patrono de causas difíciles, facilitador del hallazgo de objetos perdidos, protector de quienes buscan pareja). No es de extrañar que las fiestas de san Antonio de Padua en San Antonio de Los Altos sean, pues, celebraciones de gran colorido y entusiasmo.

Al acortar el tiempo de traslado de Caracas a San Antonio y viceversa y facilitar la conexión con San Diego de Los Altos, Carrizal, Los Teques y San Pedro de Los Altos y luego también, aunque por otras vías, con San José de Los Altos, La Cortada del Guayabo, La Mariposa y La Cortada de Maturín ya en la vía hacia Paracotos y Charallave, la carretera Panamericana facilitó el crecimiento de San Antonio de Los Altos, su transformación urbana y la transmutación de su alma: de aldea serrana y pueblo bucólico rendido en los brazos de la neblina y el rocío a ciudad hecha a golpe y porrazo, más por intereses económicos de ventas fáciles de terrenos e inmuebles que por crecimiento orgánico y relativamente armónico.

En 1983, hace cuarenta años, se celebró el tricentenario de San Antonio de Los Altos y el bicentenario de su primera parroquia eclesiástica, hoy una de las cinco que existen en el municipio Los Salias, que quizá debió llamarse simplemente San Antonio de Los Altos, pero la necesidad de buscar héroes parece que nos habita desde días remotos. Siendo muy joven, me tocó presidir la junta organizadora de esos centenarios. San Antonio de Los Altos parecía una ciudad reciente, pero tenía una vieja historia. Bajo la piel juvenil de sus muchos edificios y entonces no tantos como ahora centros comerciales palpitaban trescientos años, ahora 340.

Tras los años de la pandemia, en este 2023 se ha querido ofrecer una celebración más amena y activa, como en años anteriores. La alcaldía del municipio, bajo la conducción de su alcalde Josy Fernández, ha tratado de organizar de una manera digna, en medio de tantas dificultades, espacios y actividades que fortalezcan el sentido de identidad y pertenencia.

Las montañas, en este junio que algunas tardes incendia sus cielos de crestones rojos y otras muchas pinta con lloviznas el rostro serrano, invaden la esencia del pueblo/ciudad: un balcón incomprobable para ver ya sea, por el norte, la ciudad caraqueña y ser parte de ella sin serlo del todo en realidad o, por el sur, los valles del Tuy, ese río que nace un poco más allá de Los Teques, en las vertientes del oeste.

¡San Antonio de Los Altos!!! Cuánto nos cuesta decir a extraños y forasteros que ni es Los Teques ni es Caracas, que es otra cosa aunque su corazón lleve ambas ciudades hermanadas. ¡San Antonio de Los Altos!!!, tierra, neblina y frío, esencia de quebradas y laderas, un pueblo de 340 años cuyos habitantes no debemos olvidar.-

 

San Antonio de Los Altos, a 13 de junio de 2023, fiesta de san Antonio de Padua.-

 

 

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