Entrevistas

«La guerra de Ucrania puede provocar la mayor crisis de refugiados en Europa desde la II Guerra Mundial»

Gustavo Suárez renueva su cargo como presidente de Unicef en un momento en el que la organización afronta dos grandes dos crisis humanitarias sucesivas, la pandemia y el ataque ruso

Unicef ha luchado en muchos frentes desde que hace 75 años comenzara su guerra para mejorar la vida de los miembros más vulnerables de la sociedad, los niños. Pero nunca había afrontado una situación como la actual, en la que dos grandes crisis se han sucedido y solapado. Aún centrados en paliar las consecuencias globales de la pandemia de Covid-19, se ven obligados a reaccionar ante la guerra en Ucrania. La primera ha sido vista por esta organización como «la mayor amenaza global para el progreso de la infancia». La actual, creen, va camino de convertirse en «la mayor crisis de refugiados que viva Europa desde la II Guerra Mundial». Gustavo Suárez, que acaba de renovar su cargo como presidente de Unicef, repasa los retos que afrontan la emblemática organización en un momento clave..

-Unicef ya trabajaba en Ucrania, donde se ha prestado ayuda a lo largo de más de ocho años de conflicto sostenido. ¿Cómo habéis afrontado la nueva emergencia?

-Nos preocupa muchísimo la situación humanitaria en Ucrania; se puede convertir en la mayor crisis de refugiados que viva Europa desde la Segunda Guerra Mundial. Ya venía siendo una de nuestras grandes preocupaciones en Europa, pero, tras los últimos acontecimientos, se confirma como una grave amenaza para la vida y el bienestar de los 7,5 millones de niñas y niñas del país. Las consecuencias de los últimos ataques contra infraestructuras básicas y la continuidad en la escalada del conflicto aumentan dramáticamente la necesidad de ayuda humanitaria. Hemos intensificado los esfuerzos en todo el país para ampliar los programas dirigidos a salvar las vidas de los niños y a protegerlos.

-¿Qué prioridades han establecido?

-Nuestra labor incluye el abastecimiento de agua potable y suministros de salud, higiene y educación de emergencia lo más cerca posible de las comunidades afectadas; además, equipos móviles también brindan atención psicosocial a los niños traumatizados por la inseguridad crónica. También nos estamos activando en la frontera. Naciones Unidas ya lo ha dejado claro: la presión migratoria puede llegar hasta los 5 millones de personas. No las vamos a dejar solas. Acabamos de entregar unos cuatro millones de productos básicos de higiene a los refugiados en la frontera con República Moldova. Y vamos a seguir con más entregas en esa y otras zonas en los próximos días. También vamos a retomar los ‘Puntos Azules’, que ya usamos durante la crisis de refugiados y migrantes en Europa en 2015-2016. En estos espacios, los niños, junto a sus familias, podrán descansar y jugar, estar en un ambiente seguro y olvidar, por un momento, los peligros que han pasado durante el viaje. Ofrecen también servicios como la reunificación familiar, el apoyo psicosocial, la orientación legal y los primeros auxilios. En definitiva, todo lo que los niños refugiados y sus familias pueden necesitar tras la traumática experiencia por la que están pasando.

«La presión migratoria puede llegar hasta los 5 millones de personas. No las vamos a dejar solas»

Naciones Unidas pone la Paz como su objetivo primero en la hora de ruta hacia el futuro que construimos, pero nos alejamos…

-Es lamentable que el mundo tenga ahora más conflictos abiertos que hace 30 años. Siria, Yemen… Unos más duraderos que otros, otros más sostenidos… Sin ir más lejos, este de Ucrania lleva ocho años vivo y ya había dejado profunda cicatrices psicológicas en la infancia del país. Todos estos conflictos dan lugar a millones de refugiados de los que se calculan que 80 millones son niños.  

-Ahora la invasión rusa nos ha sacudido y acercado la tragedia que se vive lejos de nuestra frontera. ¿Pero cree que nuestra sociedad vive consciente del resto de conflictos que cita?

-Es cierto que çvivimos bien arropados por nuestras sociedades del bienestar. Tenemos nuestro problemas (desempleo juvenil, bolsas de pobreza…), pero a pesar de todo tenemos un grado de bienestar importante y perdemos de vista muchas realidades que hay ahí afuera. En el mundo hay 100 millones más de niños pobres y tenemos detectado que el proceso de lucha contra el matrimonio infantil, que habíamos conseguido rebajar entre todos en un 15% en los últimos años, sufre una regresión. Se está incrementado de nuevo el número de niñas que son entregadas en matrimonio.

-En España se dice que somos especialmente solidarios. ¿Lo cree así?

-Tendemos a autoflagelarnos con respecto a esto que comentaba de no sentirnos interpelados por otras duras realidades. Pero también creo que hay que decir claramente que cuando a la sociedad española se le ha puesto frente a las realidades de respuesta urgente como la que vivimos ahora sabe responder. Como ejemplo, hay que destacar que Unicef ha incrementado el número de socios en estos dos duros años de pandemia. La sociedad es muy tolerante y muy solidaria en realidad, paradójicamente y en contra de lo que comentaba antes.

-Tras la pandemia, las desigualdad ha crecido. ¿Cómo afecta esto a la infancia?

-La pandemia ha provocado una profundización en las desigualdades sociales. En España esta desigualdad es palpable, sin ir más lejos en las propia configuración de las ciudades españolas puede verse. Lo que ha pasado con la pandemia es que las capas sociales más vulnerables no han podido defenderse como las más preparadas tras recibir el impacto del Covid-19. Cuando ha tocado reaccionar, estos hogares más vulnerables han tenido menos capacidad de actuación. El riesgo que corremos ahora es que se profundice más en estas desigualdades. Por ello pensamos que es la primera misión que hemos de tener ahora: enfrentar directamente este problema.

«Se calcula que, de refugiados que generan los 30 conflictos que siguen abiertos en el mundo, 80 millones son niños»

-¿Cree que durante la pandemia se han priorizado los derechos de los niños? Algunas medidas tuvieron polémica.

-Hubo fases. En las primeras fases, parecía que lo que afectaba a los niños no se tenían en cuenta no nos fijábamos en su realidad, pusimos muy poca atención, por ejemplo, en el cierre escolar. Cosa que, por otro lado, no fue privativa de nuestro país. Sí pienso que finalmente en España lo hicimos razonablemente bien y lo hemos visto en los colegios. No olvidemos que todavía hay más de 260 millones de niños con los colegios cerrados en el mundo.

-¿Cómo lograr que el sistema ponga al niño en el centro?

-Pues aunque no sea un ámbito de acción concreto, sí creo que hay que favorecer de una forma especial e intensa la participación de los niños y los jóvenes en cuestiones que les afectan. La convención de los Derechos del Niño reconoce a estos un derecho que se reservaba a los adultos, el de participación, que es el primer derecho ciudadano. Hay que darles voz; hay que saber qué consideran ellos entornos seguros, para vivir en las ciudades, para ejercer su derecho al juego y al ocio. Necesitan participación y ser oídos.

-Las consecuencias más inmediatas de la pandemia se han visto, pero, ¿cuáles cree que serán más graves a largo plazo?

-La paralización de la educación supuso la paralización de la socialización, que para muchos niños sin recursos digitales fue total, por lo que pensamos que esto tuvo ha tenido un efecto más serio en colectivos más vulnerables. Me refiero a los casos de pobreza infantil. En España, los datos no se corresponden con nuestra capacidad y presencia económica. El 28% de los niños está en situación de pobreza moderada, lo que nos coloca a la cola de la Unión Europea. Ellos son los que más han padecido con la pandemia, los que estaban en peores condiciones: familias monoparentales; familias numerosas; familias con bajo nivel de ingresos; migrantes… De todos los efectos posibles, un efecto muy serio ha sido el de la salud mental, en la que hemos puesto poca atención, porque se ve como un estigma o un tabú. La pandemia, con toda su fuerza, ha puesto en el escenario la salud mental y hemos empezado a darnos cuenta que los confinamientos, los cierres, etc. han tenido consecuencias sobre la salud mental. Según nuestros cálculos, esto afecta a un 13% de adolescentes en el mundo que han sido diagnosticados con algún problema. Si sumamos lo que habrá sin diagnosticar… Los niños, y más especialmente las niñas, son el colectivo más vulnerable.

-Tras el reto de la salud mental, ¿en qué aspectos cree que España debe intervenir de forma más urgente en materia de bienestar infantil?

-Yo diría que hay que enfrentarse rápidamente, y además, creo que es el momento de hacerlo con fuerza, por la urgencia de una lista de temas concretos: la pobreza infantil, el problema de niños y niñas migrantes no acompañados (tema muy serio a pesar de que son un porcentaje mínimo dentro de la juventud española), el abandono escolar temprano (a partir de 15 años) que también nos pone a la cola de los países de la UE (algo que genera desde frustración hasta problemas de salud) y, finalmente, el cambio climático.

«El problema más difícil de enfrentar que nos encontramos son las consecuencias que ha dejado la pandemia en los niños y jóvenes»

-Los expertos insisten en recordar que esto último tiene peores consecuencias para la infancia.

-Es cierto que tiene consecuencias muy negativas sobre muchísimos aspectos relacionados con el desarrollo de los niños y de las personas jóvenes. Pero yo creo que estamos a tiempo de intervenir. Tenemos que conseguir que ese mundo esté mejor para 2030.

-Si tuviera que elegir, ¿cuál diría que es el problema más difícil de enfrentar?

-Si tuviera que decir uno, los problemas de salud mental que citaba. Y creo que estamos a tiempo de enfrentar este fenómeno.

-Sobre la pobreza infantil que arrastra España, ¿propone Unicef alguna medida radical para erradicarla?

-Lo cierto es que son cifras muy altas y hay que abordarla con diferentes acciones. En primer lugar, hemos estado muy implicados en el ingreso mínimo vital. Creemos que es una prestación que, a pesar de todos los problemas que hay de gestión, es una medida buena. Esta debería ir en combinación con la prestación con hijo a cargo, dirigida a facilitar la crianza. Estamos trabajando junto con el gobierno en el diseño, tras los estudios previos, de un programa europeo en el que tenemos depositadas grandes esperanzas para erradicar esta pobreza infantil. El concepto con el que se trabaja es el de ‘Garantía infantil europea’, que consiste derivar al remedio de la pobreza infantil un 5% de los recursos que están dispuestos por la Unión Europea para los fondos Next Generation. Esto puede tener un impacto importante junto con otras acciones indirectas con las familias.

-Antes ha citado el horizonte que marca la Agenda 2030 para lograr el bienestar de la infancia. ¿Nos alejamos o nos acercamos a esta meta tan ambiciosa?

-La agenda es muy ambiciosa, sí. El final está ahí mismo: estamos en 2022. Pero en Unicef, durante todos estos años, antes incluso de tener la referencia de esta hoja de ruta, hemos trabajado para la infancia en diferentes líneas, para el bienestar general y en cuestiones específicas (supervivencia, educativa, sanitaria…) El problema es que todo se ha visto afectado con la pandemia. Y no solo se han paralizado los avances, sino que en algunos casos se han revertido. En mi opinión, aunque habría que medirlo, estamos en un momento en el que resulta especialmente necesario, y sería al gran objetivo, poner en marcha con mayor intensidad los procesos que se incluyen en los ODS: si estos hablan de erradicar la pobreza, tenemos que resolver la que afecta a los niños; si se trata de educación de calidad, existe un problema serio con el abandono temprano; si hablamos de igualdad de oportunidades, somos un país muy digitalizado, pero tenemos que mirar la brecha digital que persiste. Creo que estábamos avanzando en serio, pero el impacto de la pandemia ha deteriorado los procesos de mejora. Ahora en estamos en esa fase y corremos el riesgo de no llegar a tiempo.-

Rocío Mendoza/ABC de Madrid

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