Lecturas recomendadas

Canonización colectiva

Cuatro lumbreras del siglo XVI y un cristiano de a pie

 

Cardenal Baltazar Porras Cardozo:

La primera canonización colectiva, es decir, de varios santos a la vez, tuvo lugar en Roma el 12 de marzo de 1622, cuando el Papa Gregorio XV elevó a los altares a cuatro caballeros, tres españoles y un italiano, y una mujer española. Dos jesuitas, un oratoriano, una carmelita y un laico. La picaresca romana puso sobre el tapete esta frase: “el papa canonizó a un santo y a cuatro españoles”, haciendo eco de la popularidad del santo romano. Sus nombres: San Ignacio de Loyola, San Francisco Javier, San Felipe Neri, Santa Teresa de Jesús y San Isidro Labrador. Contrastan los cuatro primeros, santos de alto vuelo con el del campesino, labrador y pastor, cristiano de a pie.

El Papa Francisco conmemora los 400 años de aquella celebración, presidiendo la eucaristía en la emblemática iglesia jesuítica del Gesù, con la presencia de los superiores mayores de los religiosos y del arzobispo de Madrid por el laico. San Ignacio (1491-1556), fundador de la Compañía de Jesús, cuya estela sigue presente en el mundo entero en los miembros de la orden. San Francisco Javier (1506-1552), misionero por excelencia en el lejano oriente, marcó también un sello de la acción misionera en escenarios lejanos a Europa. San Felipe Neri (1515-1595), sacerdote, llamado el apóstol de Roma, muy popular por su alegría y dedicación a la predicación y atención a los pobres, fundó la Congregación del Oratorio. En Venezuela tuvo presencia en Caracas, en la vecindad del actual templo de Santa Teresa, durante la colonia. Santa Teresa de Ávila (1515-1582), llamada la grande, reformadora del Carmelo teresiano, escritora prolífica de alto vuelo lingüístico como místico. Su influencia está vigente en los Carmelos femeninos diseminados por el mundo entero.

Estos cuatro santos fueron lumbreras en el siglo XVI, tiempo agitado por la reforma y la llamada contrarreforma que le dio un rostro más trasparente y vigoroso a la acción evangelizadora en el mundo entero. El último del quinteto de santos, San Isidro Labrador (1082-1172) pertenece a otro tiempo y otro estrato. Fueron los tiempos de la reconquista, tierras castellanas libres tras la expulsión de los moros. De origen muy humilde, dedicado a las labores del campo con dedicación y generosidad para los menesterosos. Su vida transcurrió entre Torrelaguna y Madrid. La oración y la caridad lo acompañaron a lo largo de su existencia. Su fama de ser santo milagroso fue recurso de las gentes de la villa madrileña que le rindió culto y devoción, convirtiéndolo en patrono de Madrid y de los agricultores.

En América Latina, Filipinas y en los dominios mediterráneos de la corona de Aragón, está muy extendido su culto, sobre todo para los habitantes del campo que lo tienen como su protector y guía. “San Isidro labrador, quita el agua y pon el sol” es común estribillo, y la iconografía nos lo muestra al lado de los bueyes y el arado, escoltado por un ángel que, según la tradición, tomaba la yunta mientras Isidro hacía oración o atendía a los pobres. El Papa Francisco ha proclamado año santo isidoriano en ocasión de los 400 años de su canonización, lo que llena de regocijo a la comunidad de Madrid y a los muchos lugares donde su culto se ha extendido. Entre nosotros, estamos a la espera de la ansiada visita del Cardenal Carlos Osoro, portando las reliquias tan esperadas por las localidades agrícolas de los Andes venezolanos. Recientemente fue abierto el sarcófago que contiene sus restos dando fe de la tradición de su cuerpo incorrupto a pesar del tiempo.

Nos alegramos y unimos a las diversas celebraciones con motivo de esta fecha jubilar, y, dando a conocer más y mejor al humilde laico, campesino, seguramente semianalfabeto, pero capaz de hablar y predicar con su vida que sí se puede ser buen cristiano.-

12-3-22

Publicaciones relacionadas

Botón volver arriba