Encuentros 20
Incluimos homilía pronunciada por Mons Nelson Martínez Rust, con ocasión de celebrar su XL años de haber sido ordenado Obispo
Mons Nelson Martínez Rust:
¡Bienvenidos!
Consideramos necesario hacer un alto en nuestras reflexiones sobre “Lumen Gentium” para centrarnos en la celebración del “Triduo Pascual” que se iniciará el próximo Jueves Santo. Se impone una aclaratoria. El “Domingo de Ramos” pone fin al tiempo de Cuaresma, no es el inicio de la celebración pascual. Él, en sí mismo, no forma parte de la celebración del “Triduo Pascual”. El “Triduo Pascual” se inicia con la celebración vespertina de la Cena del Señor del Jueves Santo, llega a su punto culminante en la celebración de la Vigilia Pascual – liturgia nocturna sabatina – y finaliza con la celebración de las vísperas del Domingo de Resurrección.
Este conjunto de cuatro días – Jueves, Viernes, Sábado y Domingo – encierra un gran número de celebraciones vinculadas a los diferentes momentos de la Pasión y glorificación de Cristo. Tienen su origen en el desglose de la primitiva y única celebración pascual cristiana que tenía lugar la noche del sábado para el amanecer del domingo de Pascua con la iniciación – bautismo – de los nuevos cristianos. Se celebraba el misterio de “La muerte” y de “La vida” que encierra esta fiesta. La hora nocturna y el amanecer crepuscular en la que se celebraba proporcionaban una natural ambientación.
Sin embargo, la Iglesia, al ser considerada religión de estado por medio del edicto de Constantino (s. IV), inició la construcción de grandes basílicas o simples capillas en aquellos lugares en donde se presumía habían ocurrido los momentos más importantes de la vida de Cristo. Dicha práctica se incrementó con el paso del tiempo y como los peregrinos que visitaban Tierra Santa querían, sobre todo visitar los santos lugares de la Pasión del Señor, la Iglesia propició la proliferación de estos lugares. Esta costumbre dio origen también a la organización de celebraciones en dichas construcciones, en el mismo día y hora en que ocurrieron los hechos a conmemorar. De esta manera se dio inicio en la ciudad de Jerusalén a lo que hoy en día llamamos “Semana Santa”. Los peregrinos extendieron esta costumbre por todas las Iglesias del orbe cristiano. Como consecuencia, la Vigilia Pascual perdió a los ojos de los fieles la consideración de “memorial” de la muerte y resurrección de Cristo, para centrarla en la celebrarse únicamente de la resurrección. De esta manera se perdió – hablando litúrgicamente – la unidad del misterio pascual. Esto constituyó un grave error porque en cada acto se celebra siempre a Cristo en la totalidad del misterio: muerto y resucitado. Estas celebraciones no son un simple recuerdo o escenificación teatral, ya que, como enseña el Concilio Vaticano II: “La santa madre Iglesia considera deber suyo celebrar con un sagrado recuerdo…la obra salvífica de su divino Esposo. Cada semana, en el día que llamó “del Señor”, conmemora su resurrección, que una vez al año celebra también, junto con su santa pasión, en la máxima solemnidad de la Pascua. Además, en el círculo del año desarrolla todo el misterio de Cristo, desde la Encarnación y la Navidad hasta la Ascensión, Pentecostés y la expectativa de la dichosa esperanza y venida del Señor” (SC 102). Estas celebraciones reciben propiamente el nombre de “misterio litúrgico”, “misterios” o simplemente “sacramentos pascuales”.
La palabra “misterio” no debe entendérsela como algo indescifrable, desconocido o solo conocido por un grupo de iniciados, sino como un término que tiene por finalidad designar el plan salvífico de Dios-Padre, preparado en el tiempo por el pueblo de Israel, llevado a cabo por medio de Jesucristo, prolongado en el tiempo por la Iglesia y que alcanzará su plenitud al final del tiempo. Mientras tanto, el cristiano participa en los acontecimientos salvíficos de Cristo, de manera especial en su muerte y resurrección, mediante la realidad litúrgica. Otro significado que encierra la palabra “misterio” – que debe entendérsela en unión con la palabra “memorial”- es el de que la liturgia actualiza de manera mistérica para el cristiano de hoy la obra salvífica de Cristo mediante las acciones sagradas. La Liturgia primordialmente es “celebración”, posteriormente “rito”. De esta manera la Iglesia hace presente el “Misterio Pascual” de Cristo mediante signos reales y eficaces. De ahí que la Liturgia pertenece a la Iglesia, no es patrimonio particular de nadie ni de ninguna comunidad o congregación, por lo tanto, no puede ser cambiada de manera arbitraria o caprichosa.
Al reconstruir litúrgicamente los últimos días de Cristo, señalamos lo siguiente: en el domingo de ramos hacemos memoria de la entrada triunfal en Jerusalén: a Cristo se le aclama como Rey (Jn 12, 12-19). Lunes, martes y miércoles recordamos la unción en Betania (Mt 26,6-13; Mc 14,3-9; Jn 12,1-8), el anuncio y la traición de Judas (Mt 26,14-16; Mc 14,10-11; Lc 22,3-6; Jn 11,47-53). El jueves celebramos la Eucaristía reviviendo el ambiente de la Última Cena y se acompaña a Cristo en el Getsemaní (Jn 13,1-14,31). El viernes la Iglesia lo dedica a meditar el misterio de la Cruz y la muerte gloriosa de Cristo (Jn 18,1-19,42). El sábado es el día del silencio y el recogimiento profundo y, finalmente, el domingo es la celebración integral del Misterio Pascual con particular énfasis en el triunfo de Cristo sobre la muerte (Jn 20,1-29) Este es el Triduo Pascual, punto culminante de todo el Año Litúrgico.
¡Feliz Pascua de Resurrección!
Valencia. Abril 10; 2022
HOMILIA CON OCASION DEL CUADRAGESIMO ANIVERSARIO
DE LA ORDENACION EPISCOPAL
Querido Señor Arzobispo, Mons. Reinaldo Del Prette Lissot.
Apreciados y queridos Sacerdotes, Diáconos y Amigos.
He considerado oportuno en la celebración de mi cuadragésimo aniversario de ordenación episcopal, compartir con Uds. una meditación que escribí hace algún tiempo y que tiene como base un trozo del Evangelio de San Marcos; el texto trata de la institución de los doce. Considero que dicha meditación puede ser útil, dadas las circunstancias eclesiales en las cuales vivimos. En lo personal, confieso que me ha ayudado mucho. El texto al que me refiero es el siguiente:
“Subió al monte y llamó a los que él quiso. Cuando estuvieron junto a él, creó [un grupo de] Doce, para que estuvieran con él y para enviarlos a predicar con poder de expulsar los demonios. Creó a los Doce: a Simón, a quien llamó Pedro; a Santiago el de Zebedeo y a Juan, el hermano de Santiago, a quienes puso por nombre Boanerges, es decir, hijos del trueno; a Andrés, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Santiago el de Alfeo, Tadeo, Simón el Cananeo y Judas Iscariote, el mismo que lo entregó” (Mc 3,13-19).
GENERALIDADES
La narración se inicia con la expresión siguiente: “subió al monte y llamó a los que él quiso”. La muchedumbre que hasta ese momento había seguido a Jesús a todo lo largo y ancho de la playa de Galilea, ha permanecido al pie del monte (Mc 3,7-12). Jesús, como nuevo Moisés, sube a la colina e instituye la nueva comunidad mesiánica. De esta manera la colina se convierte en un nuevo Sinaí, en la plataforma de lanzamiento del Evangelio. Pero Jesús no es solo “el Moisés” del nuevo pueblo; Él es mucho más que Moisés. Él no se limita a ofrecer una simple “ley nueva”, sino que la instituye, y, de esta manera, crea una comunidad también nueva que está representada “por” y “reunida” en torno “a los que Él quiso”. De esta manera Jesús manifiesta a la muchedumbre de seguidores su condición y autoridad mesiánicas. Marcos, por su parte, subraya que los discípulos “estuvieron junto a Él”, demostrando así que aquel hombre era singular: era el signo y la presencia de Dios en medio de ellos.
El texto evangélico destaca, en un primer momento, el hecho de que Jesús toma la iniciativa en la llamada, y, en un segundo momento, su poder de convocatoria para la constitución de un nuevo pueblo formado por las personas que se le acercan. Un pueblo que emerge y se amalgama “en” y “por” el poder de su palabra. De esta manera, una vez más demuestra la autoridad que posee.
En este contexto se deben observar tres elementos importantes: 1º. La existencia de un seguimiento previo: Jesús no llama de improviso. Por el contrario, la llamada surge después de una preparación de las personas que Él conoce y le conocen. 2º. Es una llamada al seguimiento: De entre los que le siguen, elige a unos cuantos y les ofrece una tarea muy peculiar. De esta manera Jesús demuestra la singularidad de la vocación y 3º. Finalmente, la respuesta: Los que fueron llamados fueron a donde Él estaba para “estar con Él” y de esta manera vincularse estrechamente con Jesús.
Es evidente que en la mente del Evangelista este momento adquiere un significado trascendente. En efecto, hasta ese instante la gente consideraba a Jesús como un profeta de los últimos tiempos, más o menos semejante a Juan, El Bautista, pero de ahora en adelante, con este gesto, el Jesús que Marcos presenta toma un giro decisivo y sin retorno. El Evangelista está convencido de que Jesús ha constituido el grupo de los doce con la intención de significar el nacimiento del Nuevo Pueblo de Israel. Es esta la razón por la cual dice: “creó un grupo de doce”, como representantes colegiados del Israel mesiánico; no de manera aislada – uno por uno – sino a la manera de un grupo – colegio -. Ellos son para Jesús la realidad, el fermento y el inicio del Nuevo Israel constituido por hombres del pueblo, galileos normales, que se sitúan frente al Israel que estaba en las manos de los hombres del culto – sacerdotes -, de los estudiosos – escribas – y de los partidos – fariseos -. De esta manera Jesús instaura a estos doce a la manera de “un signo de su determinación mesiánica”: quiere formar, a partir de ellos, la plenitud del Israel mesiánico.
ANOTACIONES
Después de estas consideraciones generales al texto deseo hacer algunas anotaciones particulares. Me valgo de algunas expresiones que el mismo texto analizado presenta:
1º.- “Para estar con Él”
En el Antiguo Testamento el pueblo de Israel definía a Dios como “Yahveh”, es decir, “aquel que está con los hombres” y el pueblo de Israel era “el pueblo que está con Yahveh”. En la narración que meditamos, es Jesús el que escoge a los doce, precisamente, para que “estén con Él”, ya que el fundamento y el contenido de la Nueva Comunidad mesiánica se encuentra en la misma persona de Jesús. Para el Evangelista Marcos, los doce no son solo un signo del Nuevo Israel sino delegados que al mismo tiempo deben proclamar con sus vidas y obras al mismo Jesús. Lo que verdaderamente los distingue y define no es la relación que pueden mantener con el viejo Israel sino con la novedad que está representada en el misterio de Jesús, con quien se deben vincular por medio de una llamada – vocación – que los define muy bien (Mc 6,6-8.26; 14,22-26).
2º.- “…para enviarlos a predicar”
Jesús los envía como sus delegados. El mismo hecho de “estar con Jesús” les capacita para anunciar la llegada del “Reino de Dios” (Mc 1,14-15). Los doce no enseñan un mensaje independiente sino el de Jesús y ésta es la razón por la cual ellos se convierten en misioneros – enviados -: En toda su actuación y predicación tiene que estar presente y traslucirse la actuación y predicación de Jesús. Por consiguiente, es condición indispensable para poder predicar, llevar a cabo y expandir el “Reino de Dios” el hecho de “estar con Él”. En la Iglesia no se puede pastorear el rebaño encomendado si previamente no se ha tenido una experiencia, me atrevería a decir con propiedad, una vivencia de la presencia personal de Jesús en nuestras vidas. El ejemplo más patente de lo que acabo de afirmar lo conseguimos en Pablo de Tarso en el camino de Damasco (Hch 9,1-9).
3º.- “…con poder para expulsar a los demonios”
El término griego – exousia del versículo 15 – indica la fuerza que contiene el mensaje. Al “estar con Jesús”, los discípulos adquieren y, por lo tanto, expresan y pueden llevar a cabo su misión con la fuerza sanadora del mismo Jesús. Ellos están actuando, no con una fuerza que le es propia, sino con la fuerza del mismo Cristo. Es por esta razón que tienen la fuerza, que gozan del poder de enfrentar y expulsar los demonios. De esta manera los doce se convierten en “testigos” y en “presencia” del Reino prometido al Antiguo Israel y hecho realidad en el Nuevo Israel – la Iglesia -. Con la fuerza – exousia – que procede de Cristo, la realidad del “Reino de Dios” se expande más allá de las fronteras de un determinado pueblo: los doce son los heraldos de los tiempos nuevos, de los tiempos escatológicos.
4º.- “…a Simón, a quien llamó Pedro”.
El Evangelista Marcos resalta, en el texto analizado, el cambio de nombre. El nombre expresa el papel que una determinada persona va a desempeñar en su existencia. En todo caso, el nombre indica el potencial social de un determinado ser; todo lo contrario, al hecho de carecer de un nombre: En este caso indica un ser sin ningún valor (Job 30,8); y tener varios nombres significa la importancia de un hombre que desempeña o desempeñará diversas funciones. Es el caso de Salomón (2 Sa 12,25). En nuestro caso, cambiarle a alguien el nombre significa imponerle una nueva personalidad, es dar a entender que se ha tomado posesión de esa persona poniéndola bajo su mandato y de que el que lleva a cabo ese acto tiene poder sobre el nuevo denominado (2 Re 23,34; 24,17). De esta forma Dios toma posesión de Abraham (Gn 17,5), de Saray (Gn 17,15), o de Jacob (Gn 32, 29) y los destina al cumplimiento de una acción determinada. Jesús le cambia el nombre a Simón, Santiago y Juan: De esta manera se está indicando que “tomó posesión de aquellos hombres”. Con el paso del tiempo, los renombrados desempeñarán puestos relevantes en la naciente Iglesia.
5º.- Finalmente, el Evangelista Marcos no distingue entre La Iglesia y El Evangelio. Aun cuando son dos realidades distintas, están íntimamente relacionadas entre sí y una hace referencia necesaria a la otra, de tal manera que, los futuros creyentes de la Iglesia, posteriores al evento fundante, conseguirán y se identificarán con el mismo Jesús histórico a través y mediante la Iglesia y la celebración de los sacramentos.
———- O ———-
CONCLUSION
Apreciados sacerdotes, diáconos y amigos.
En este momento es pertinaz hacerse una pregunta: ¿cuáles son las enseñanzas que podemos deducir del texto analizado para nuestra vida de cristianos o de consagrados? Con gran respeto a los criterios personales, les propongo los siguientes puntos de meditación.
1º.- Nuestro sacerdocio se fundamenta en la persona de Jesucristo, El Señor. Él es la piedra angular (1 P 2,7). Por consiguiente, somos enviados no para anunciarnos sino para anunciar el misterio de Cristo y, por medio de su persona, el mensaje de salvación recibido de Dios-Padre para la redención de la humanidad. Es en Él y a partir de Él en donde vamos a encontrar el verdadero humanismo; en donde la naturaleza humana adquiere su significado más profundo[1]. La verdadera dimensión del hombre no se aprende ni se formula a partir de ideologías o modas; ni nace del deseo del predicador de ser simpático a los fieles o de figurar; mucho menos del deseo de contentarlos mutilando el Evangelio. Debemos siempre tener presente que hemos sido enviados no para decir muchas palabras sino una sola Palabra, que es el Verbo de Dios encarnado para la salvación del mundo.
2º.- Cristo nos ha llamado a ser “sus amigos”. Por consiguiente, debemos tener con Él un solo sentir, querer aquello que Él quiso. Jesús nos califica de amigos: “Vosotros seréis mis amigos, si hacéis lo que yo os mando” (Jn 15,14). Este debe ser nuestro común propósito: el hacer todos juntos su voluntad, en eso radica la auténtica libertad y la personal alegría que debe animar nuestro trabajo pastoral. Y ya que nuestro sacerdocio tiene sus raíces en Cristo, nuestro sacerdocio se fundamenta en ser y estar “en” y “para” el servicio de la Iglesia por medio de Cristo. Ésta es la razón por la cual nuestro ministerio se define como el oficio del Buen Pastor – Jesucristo – que ofrece su vida por las ovejas. San Agustín expresa esta realidad con la expresión de “amoris officium”[2].
3º.- Cristo resucitado nos llama a ser sus testigos y nos da el Espíritu Santo para serlo de verdad. Por consiguiente, es necesario “estar con Él” y estar disponible para la misión – el envío -, es decir, “disponible para los demás” (Mt 10,1-15; 28,16-20). Por consiguiente, se torna indispensable en la vida sacerdotal “el estar con Jesús” ya que en la misma medida en que se esté con Él, estaremos animados y capacitados para llevar con fuerza y alegría el mandato de alimentar la fe de los demás y, al mismo tiempo, testimoniar con toda la fuerza de nuestra vida, la verdad de la Palabra.
4º.- Esta prioridad de Cristo en nuestras vidas tiene necesariamente un costo personal. Significa dedicar tiempo, preocupaciones y energías; presupone poner en un segundo plano nuestras apetencias y gustos personales. El secreto para sobreponernos a este cansancio que nos sobreviene en el ejercicio de nuestro ministerio es la íntima comunión con Jesucristo.
5º.- Todo lo que hagamos debe y tiene que ser hecho en íntima comunión con Cristo que se ha sacrificado a sí mismo para hacer la voluntad del Padre. De esta manera aprendemos la ascesis sacerdotal, que es sumamente necesaria en nuestro tiempo. Esta ascesis no debe ser colocada al margen o al lado de la acción pastoral, como si fuera un peso adicional que se añade y que vuelve más pesado nuestro trabajo. Por el contrario, en la misma acción debemos aprender a superarnos, a dejar y donar nuestra vida en favor de los demás. Ésta es la “caridad pastoral” a la cual hace alusión el Concilio Vaticano II (PO 14; 16; 17; LG 41).
6º.- La súplica del Apóstol Pablo a dejarse reconciliar con Cristo (2 Cor 5,20) debemos aplicárnosla y pedirle al Señor resucitado, con corazón sincero y con ánimo solícito y alegre, que aleje de nosotros todo aquello que nos pueda separar de Él y sea contrario a la misión que hemos recibido.
7º.- Una última consecuencia que podemos extraer del texto analizado es la siguiente: Hoy en día existe el peligro de separar la reflexión teológica de la labor pastoral. A este respecto desearía señalar cuatro elementos que considero indispensable para una verdadera labor pastoral.
a.- Es necesario un conocimiento serio y profundo de la teología en cuanto que nos introduce en el misterio de Cristo, su Iglesia y el Hombre; al mismo tiempo que es herramienta segura para toda labor pastoral y espiritual.
b.- Es fundamental escuchar con paciencia y entablar un diálogo serio y veraz con el pueblo que está bajo nuestra responsabilidad. Nunca debemos olvidar el “sensus fidelium” de los bautizados. Es en nuestras parroquias en donde primero nace la sinodalidad tan requerida y necesaria hoy en día.
c.- El sacerdote debe ser hombre de auténtica, profunda y sincera oración. Diría más, debe ser un místico en la acción. Todo esto presupone poner a Dios como principio y fin de toda nuestra actividad parroquial o diocesana. Diría que esta recomendación adquiere prioridad al confrontársela con la acción pastoral.
d.- Finalmente toda auténtica actividad pastoral debe culminar en un encuentro íntimo del evangelizando con Jesucristo mediante los sacramentos, de manera especial en la Eucaristía. Somos sacerdotes del Dios trino que se muestra en comunión de personas en medio de los sacramentos.
Al finalizar esta reflexión del cuadragésimo aniversario de mi ordenación episcopal, brota un profundo sentimiento de gratitud: Para mis padres y la ciudad en donde nací, Puerto Cabello. Mi bendición e intercepción para el litoral central. Ahí aprendí a conocer y amar a Dios; para con los obispos que con dedicación y esmero guiaron mis pasos en la entrega y servicio a Dios-Padre; para mis formadores; para la querida Iglesia de Valencia, mi Iglesia Madre que tanto me ha dado; y, finalmente, para con Mons. Ricardo Guerra promotor de esta celebración y la Dra. Elizabeth Tovar e hijo que me han acogido como parte de su familia. Finalizo parafraseando al salmista:
“¡Canten al Señor una canción nueva
pues ha hecho maravillas!
¡Ha alcanzado la victoria
con su gran poder, con su santo brazo!
Canten himnos al Señor al son del arpa,
al son de los instrumentos de cuerda.
Canten con alegría ante el Señor, el Rey,
al son de instrumentos de vientos”
Salmo 98[97], 1.5-6
Valencia. Marzo 25; 2022
[1] ¿Qué es el hombre? de la Comisión bíblica del 30-Sept.-2019
[2] SAN AGUSTIN; In Iohannis Evangelium; Tractatus 123,5