Padre Gonzalo Raymundo, un sacerdote según el corazón de Cristo
Entrevista a José Alberto Rugeles, venezolano comprometido con el trabajo laical en España
Este 12 de abril, Martes Santo, se cumple un año de la partida del Padre Gonzalo Raymundo Esteban EP, tras una vida ejemplar y afrontar con heroísmo una dolorosa enfermedad. En el lecho del dolor, ante el deterioro de su cuerpo, afirmaba que lo importante era lo espiritual. Pasado un año, José Alberto Rugeles Martínez, uno de sus compañeros de luchas en los Heraldos del Evangelio, ha querido atender nuestro pedido, de dar testimonio de su amigo fallecido. Creo que estas serenas reflexiones, escritas a conciencia y consultando a muchas personas que lo conocieron, nos regalan un retrato fiel y veraz de como era Gonzalo. Puede hacer mucho bien a las almas, pues en estos tiempos de confusión, más que nunca, hacen falta referentes de virtud, de integridad y de entrega a su vocación. Las personas buscan ver a Cristo reflejado en sus ministros, y poder decir como decían del Cura de Ars, patrono y modelo de sacerdotes, he visto a Dios en un hombre.
¿Cómo valora el hecho de haber sido muy amigo de una persona tan especial como era Gonzalo?
Como un regalo de Dios. A lo largo de nuestras vidas, la Providencia Divina nos va colocando en el camino personas que, por su virtud, por su manera de ser, por su dedicación y entrega, son, para quienes le conocen y conviven con ellos, un ejemplo. Un ejemplo que arrastra y que se convierte en un faro de luz para los demás. El Padre Gonzalo lo fue para mí y para muchos otros, que, dentro del carisma de los Heraldos del Evangelio, tenemos la certeza del llamado de Dios a cada uno para su servicio.
Sin duda fue primero un seglar ejemplar y luego un sacerdote muy celoso. ¿Cuáles serían las virtudes que más destacaría de él?
A mi entender la radicalidad y la seriedad en atender el llamado de Dios. También su integridad y devoción a la Virgen. Primero, desde muy joven, siguiendo siempre con entusiasmo la figura y las sabias enseñanzas del Profesor Plinio Corrêa de Oliveira. Después, como laico consagrado y, finalmente, como sacerdote dentro la Sociedad de Vida Apostólica Virgo Flos Carmeli —que se originó dentro de los Heraldos del Evangelio— en Italia, Brasil, Costa Rica y El Salvador.
El padre Gonzalo quiso, en todo momento, seguir el modelo de sacerdote, que el Fundador de los Heraldos del Evangelio, Mons. João S. Clá Dias, personifica: deseo de glorificar a Dios y ayudar a la salvación de las almas, a través de la Liturgia, la predicación de la Palabra, la administración de los sacramentos, la disponibilidad para atender a los necesitados, confiando siempre en la gracia y en la inspiración del Espíritu Santo. Para eso se encomendaba mucho a la Virgen del Pilar, a la que tenía especial devoción y cariño.
Durante la JMJ de Madrid en 2011, confesó largas horas en el Parque del Retiro, como tantos otros sacerdotes. Me comentó, en aquél entonces, que confesar era algo que especialmente le consolaba. Poder ser instrumento del perdón de Dios, le llenaba de satisfacción, el ver operar la gracia de Dios en las almas… y cómo la Misericordia no tiene límites desde que el alma quiera enmendarse.
También tenía muchas cualidades y habilidades en el plano humano como la música, la declamación… y otras muchas.
Sí, es verdad. Pero siempre lo consideraba todo como un don de Dios y ponía esas cualidades naturales al servicio de la Evangelización y el apostolado, sin ceder a la vanidad por poseerlas. Le gustaba mucho la música, cantaba muy bien y tocaba varios instrumentos. Pero todo lo utilizaba como un medio de aproximar a las almas a Nuestro Señor Jesucristo y a la devoción a la Santísima Virgen María. Sus dotes en la actuación se evidenciaron mucho en la interpretación del papel de Cyrano de Bergerac cuando era aún muy joven y en otras obras. Pero siempre queriendo evangelizar.
Otra cualidad, que creo es interesante destacar, fue su amor a España. De madre vasca y padre vallisoletano, nacido en San Sebastián y crecido en Zaragoza donde pasó su infancia y juventud. Habiendo vivido en Barcelona, Toledo, Madrid y Asturias, tenía muy claro que cada región enriquece el conjunto del país. Sus largas estancias en Brasil, sus años en Roma y finalmente en Centroamérica, le dieron una visión muy amplia y universal de la realidad.
Y también me gustaría resaltar cómo era muy leal en la amistad. Y quienes tuvimos la honra de ser sus amigos, lo podemos atestiguar.
Destacaba su perfecto equilibrio entre la gravedad para las cosas serias y su sentido del humor fino y conservando la inocencia. ¿Es así?
Efectivamente. La virtud comunica alegría. Entusiasmo es estar lleno de Dios. Y la cercanía con el Señor, lleva a las almas a considerar todo con seriedad, pues todo es serio y muy serio. Pero para nada eso significa ser triste o malhumorado. Muy por el contrario, quien es virtuoso, es alegre, pues, como bien dices, quien conserva la inocencia ve todas las realidades desde un prisma a la vez serio y equilibrado, que trasmite serenidad, paz y alegría. La paz -que según San Agustín es la tranquilidad en el orden-, no se encuentra fuera de la virtud; y la verdadera felicidad tampoco. Y D. Gonzalo era un hombre feliz y trasmitía esa felicidad. Lo hacía con los jóvenes a quienes evangelizó, lo hacía con sus sobrinas y con su sobrino. Sabía ser ameno y lo hacía con gusto.
¿Cuál fue el principal legado que nos dejó el Padre Gonzalo de su paso por este mundo?
El testimonio de un sacerdote que procuró siempre la salvación de las almas y la gloria de Dios, diciendo las cosas muy claras sin “descafeinar” principios, pero sin olvidar nunca la bondad y la misericordia. Y no retrocedió frente al dolor, cuando le tocó enfrentarlo.
Y como muy bien lo definió un abogado amigo común de Zaragoza, el padre Gonzalo fue: “un caballero, con una gran rectitud de alma”.
¿Cómo vivió su vocación como Heraldo del Evangelio?
Como ya dije anteriormente, con mucho entusiasmo y con mucha seriedad, comprendiendo que Dios le había llamado a proclamar el Evangelio, no solo con la palabra, sino principalmente con el testimonio de una vida de entrega, de sacrificio, de servicio y de amor a la cruz.
¿Con qué actitud interior afrontó su dolorosa enfermedad y su muerte?
La entera seriedad es el primer paso para adquirir el amor a la Cruz. Y cuando el Señor “le visitó” con la enfermedad, la vio de frente, sin quejas ni falsas ilusiones, ofreciendo todo por la Iglesia, por nuestro Fundador, por el carisma al cual entregó su vida y considerando que lo más importante era la parte espiritual. De hecho, fueron esas sus últimas palabras. Quien le visitaba o le atendía, amigos, médicos, enfermeras… comentaban con admiración su paz sin nunca reclamar.
De todas las repercusiones que hubo tras su muerte, ¿Cuáles le impresionaron más?
Las de aquellas personas que en Centroamérica escribieron y narraron hechos acontecidos durante la pandemia del COVID-19: las Misas que D. Gonzalo celebró y que fueron trasmitidas por Internet, les ayudaron a mantenerse y crecer en la Fe. Y cómo esas personas rezaron y rezaron por él durante la enfermedad. Muchos recordaban como, durante la Pandemia, sobrevoló en helicóptero la ciudad de San Salvador, bendiciéndola con una imagen peregrina de Nuestra Señora del Inmaculado Corazón de Fátima.
Me impresionó mucho también la carta de un sacerdote toledano que manifestaba su gratitud, admiración y afecto por él. Igualmente, las palabras del Cardenal Osoro y del Arzobispo primado de España en los Funerales de Madrid y Toledo. Decía D. Carlos que había sido una gracia “poder, durante este tiempo, a partir de que me enteré de su enfermedad y de su estancia en el Hospital, rezar por él, estar al tanto de cómo iba evolucionando su vida. Y, sobretodo, el modo con que afrontó ese momento de su vida, en el que él sabía que estaba cerca la hora de entregársela al Señor”. Y afirmaba Mons. Francisco Cerro que: “siempre albergábamos la esperanza de que el Señor lo retuviese más tiempo con nosotros, una vez que estamos tan necesitados de Pastores según el corazón de Cristo. D. Gonzalo, a quien todos los vicarios episcopales conocían, fue un pastor entregado, un predicador que trasmitía lo que vivía, una persona que estaba convencida. Es una maravilla cuando el sacerdote vive y cree lo que está celebrando, porque acaba transformando su vida en una Eucaristía”.
Usted ha rezado mucho por él y ha pedido que se celebren Misas por su eterno descanso y lo sigue haciendo, aunque viendo su vida y su muerte piense que igual ya no le hagan falta… ¿Qué gracias le pide?
Solo la Iglesia puede declarar que alguien ya está en el Cielo. Pero uno puede tener una gran confianza de que así sea. En cualquier caso, el mismo padre Gonzalo me pidió, antes de morir, que mandase celebrar Misas por su eterno descanso. Le pido que interceda por mí, para que sea fiel a mi vocación, como lo fue él a la suya.
¿Cómo pueden los lectores conocer más cosas de su edificante vida?
Hay un vídeo, que los Heraldos del Evangelio de Centro América —en donde vivió sus últimos años— realizaron como un homenaje al Padre Gonzalo recién fallecido. En él se han reunido una serie de comentarios de sus Homilías en las Misas celebradas durante la Pandemia y otras anteriores. Esos trechos muestran mucho su personalidad y su modo de ser y de predicar. Creo que pueden ayudar mucho a conocerlo.
El link es este: https://youtu.be/zxYQ0CsPbnM
Termino agradeciéndote esta entrevista. Tú fuiste su compañero de estudios en el Instituto Miguel Servet de Zaragoza y, como muy bien escribiste el año pasado, D. Gonzalo sabía llevar a las almas al buen camino “con mano de hierro y guante de seda”. Que él nos ayude a todos a ser almas de Dios.-
JAVIER NAVASCUÉS – 16 ABRIL 2022
El Correo de España