Lecturas recomendadas

Encuentros 24

 

Mons Nelson Martínez Rust:

 

¡Bienvenidos!

El capítulo I de la “Dei Verbum” – “La Revelación en sí misma” – que hemos visto la semana pasada, se transforma en el “fundamento” que justifica y permite entender en profundidad el por qué y el para qué de los dos capítulos siguientes, a saber: el II, sobre “La trasmisión de la Revelación”, y el III, sobre “La Inspiración e interpretación de La Revelación”. Decimos esto por las siguientes razones: a. Dios trino es el que asume la autoría de “La Revelación”. Ésta no es producto de una reflexión filosófica-humana, sino que su origen se sitúa en la interioridad del mismo misterio trinitario; de un Dios que desea comunicarse con el hombre. b. Por tener a Dios-Trino como artífice o autor de la Revelación, ella contiene y trasmite aquello y solo aquello que Dios ha querido revelar de su ser, es decir, “La Palabra de Dios”. Por lo tanto, debe ser asegurada su recta trasmisión, garantizar su correcta interpretación y, por supuesto, la garantía de ser inspirada, en otras palabras, de ser la Verdad Revelada y c.  Cristo, Hijo unigénito de Dios y Dios como el Padre (Jn 1,1-18), en cuanto que es “Plenitud de la Revelación”, se transforma, para el “Antiguo Testamento”, en la meta hacia la cual tendía toda su actividad reveladora (DV 15); y para la Iglesia post pascual y la de todos los tiempos posteriores, en “punto insustituible e irrenunciable de referencia en el cual todo acontecer histórico, sea este personal, comunitario o social tiene que vérsela y ser confrontado para su recta valoración (DV 17). De esta manera Cristo se transforma en el centro, en la Verdad de la Revelación, frente a la cual toda vida y actividad humana adquiere un valor infinito y por consiguiente exige ser valorado. Él brinda un sentido a toda actividad y existencia.

Esta es la razón por la cual el Concilio Vaticano II también decide tratar en profundidad el “Antiguo Testamento” (Capitulo IV) y el “Nuevo Testamento” (Capítulo V). Retornemos al estudio del Capítulo II.

1º.-  “La Tradición

El contenido de la predicación apostólica, preferentemente la de los Evangelios, debía: a. Conservarse en su integridad y b. Trasmitirse a las generaciones por venir ya que su contenido es garantía de “una vida santa” y “una fe creciente del Pueblo de Dios” (DV 8). Ahora bien, esta Tradición se acrecienta en su comprensión con la vida de santidad de los fieles, con la vivencia de los misterios y con la predicación de estos mismos ministros (Lc 2,19.51). Por su parte la Tradición garantiza, muestra y torna comprensible y vivencial La Verdad que se encuentra contenida en las Sagradas Escrituras. De esta manera, “Dios, que habló en otros tiempos, sigue conversando siempre con la Esposa de su Hijo amado; así el Espíritu Santo, por quien la voz viva del Evangelio resuena en la Iglesia, y por ella en el mundo entero, va introduciendo a los fieles en la verdad plena y hace que habite en ellos intensamente la palabra de Cristo (Col 3,16)” (DV 8).

2º.-  “La Trasmisión

La Verdad contenida en las Sagradas Escrituras debe conservarse íntegra y ser trasmitida integralmente, con la finalidad de alcanzar a Cristo. En efecto: a. [Cristo] “mandó a los Apóstoles predicar a todo el mundo el Evangelio como fuente de toda verdad salvadora y de toda norma de conducta” (DV 7), b. El cumplimiento del mandato de Cristo se hace efectivo: “Este mandato se cumplió fielmente, pues los Apóstoles con su predicación, sus ejemplos, sus instituciones, transmitieron de palabra lo que habían aprendido de las obras y palabras de Cristo y lo que el Espíritu Santo les enseñó; además, los mismos Apóstoles y otros de su generación pusieron por escrito el mensaje de la salvación inspirados por el Espíritu Santo “ (DV 7) y c. A su vez, este mandato es trasmitido a los obispos: “los Apóstoles nombraron como sucesores a los Obispos, dejándoles su cargo en el magisterio” (DV 7).

3º.-  Vínculo existente entre “La Tradición” y “Las Sagradas Escrituras

Esta doble realidad – Sagrada Escritura=Tradición – son ciertamente dos realidades diferentes, sin embargo, profundamente vinculadas entre sí. Vaticano II enseña: “La Tradición y la Escritura están estrechamente unidas y compenetradas; manan de la misma fuente, se unen en un mismo caudal, corren hacia un mismo fin. La Sagrada Escritura es la palabra de Dios en cuanto escrita por inspiración del Espíritu Santo. La Tradición recibe la palabra de Dios, encomendada por Cristo y el Espíritu Santo a los Apóstoles, y la trasmite íntegra a los sucesores, para que ellos, iluminados por el Espíritu de la verdad, la conserven, la expongan y la difundan fielmente en su predicación” (DV 9). De esta manera, tanto La Escritura como La Tradición son fuente de la certeza de lo revelado.

4º.-  Una trilogía importante: “Sagrada Escritura”, “Tradición” y “Magisterio”

La Tradición y las Sagradas Escrituras fueron encomendadas a la realidad eclesial en cuanto que la Iglesia es “Pueblo de Dios” (Hch 2,42). Dentro de este Pueblo Creyente el papel de interprete de la Palabra revelada y de la Tradición corresponde al magisterio eclesiástico: “La Tradición y la Escritura constituye el depósito sagrado de la palabra de Dios, confiado a la Iglesia” (DV 10). Sin embargo, hay que tener presente que: a.- El magisterio eclesiástico está supeditado a la Palabra de Dios y a ella debe escuchar en el servicio de la enseñanza de lo revelado y b.- el magisterio debe estar atento para discernir la vivencia de fe de toda la Iglesia en cuanto comunidad creyente de la Palabra de Dios – Sensus Fidelium -: “…lo escucha devotamente, lo custodia celosamente. Lo explica fielmente; y de este depósito…saca todo lo que propone como revelado por Dios para ser creído” (DV 10).

De esta manera, “la Tradición, la Escritura y el Magisterio de la Iglesia, según el plan prudente de Dios, están unidos y ligados, de modo que ninguno puede subsistir sin las otras…” (DV 10).

 

Valencia. Mayo 8; 2022

 

 

 

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