Amor de Madre, fuerza al servicio de la vida
Alfredo Infante, SJ, del Centro Arquidiocesano Monseñor Arias Blanco:
Este domingo celebramos en nuestro país el Día de la Madre y, en la tradición católica, la Iglesia dedica este mes a la Virgen María, madre de Jesús y madre nuestra. Como composición de lugar, en mayo, la madre tierra nos ofrece sus frutos y flores, signos de su fecundidad maternal.
El padre Alejandro Moreno, salesiano y psicólogo (1934-2019), vivió gran parte de su vida en un barrio de la populosa Petare y se dedicó académicamente al estudio de la familia popular venezolana. Después de mucha observación y estudio, el padre Moreno, asentó esta tesis: la familia popular venezolana es matricentrada [1]; dicho de otro modo, en la cultura popular, el eje de la relacionalidad es la madre, todos los hilos del tejido familiar pasan y se vinculan a/en ella.
El Día de la Madre se convierte en un gran acontecimiento que revela -como fenómeno- una de las relaciones más medulares y configuradora de nuestra cultura. También, es comprensible, que la devoción a la Virgen María encuentre tanto arraigo en la religión del pueblo pues ella representa -según Leonardo Boff, teólogo de la liberación, profesor y ecologista brasileño- el rostro maternal de Dios. [2]
En este tiempo pascual en el que los cristianos celebramos la esperanza del triunfo definitivo de la vida sobre la muerte, cabe preguntarnos: ¿Cómo iluminar desde la fe la celebración del Día de la Madre tan central en nuestra cultura y cómo hacerlo en un contexto de emergencia humanitaria en el que la vida está severamente amenazada, siendo las madres las principales afectadas?
Lo primero que hay que decir es que la maternidad es más que una relación consanguínea; es, sobre todo, una fuerza espiritual veladora de la vida que, en contextos de negación de este sagrado derecho fundamental, se convierte en un movimiento al servicio de la dignidad y la defensa de los derechos humanos.
Por tanto, contemplando el despertar de esta fuerza maternal, vigilante y activadora de procesos a favor de la dignidad, es donde, desde la fe, captamos la actuación del Espíritu del resucitado como un signo de los tiempos que transforma, transfigura y abre posibilidades de vida en medio de la muerte, porque como bien lo decía Pablo: «La creación gime y otea dolores de parto esperando el día en que reluzca nuestra condición de Hijo y hermanos» (Rm 8,22). Esa es nuestra esperanza, el parto de una creación y humanidad plenamente
La fe es la fuerza resiliente más genuina y profunda de nuestras madres. Da soporte y fortalece. Hace que lo aparentemente imposible se haga posible, que escenarios de muerte se transformen en vida y la oscuridad en luz.
Basta con escuchar algunos testimonios de las madres de los comedores de Alimenta la Solidaridad para captar esta fuerza. Así lo vive Laura, vecina de La Isla, parte alta de La Vega y líder de este proyecto en la comunidad: «Yo era una mujer encerrada en cuatro paredes, dedicada a mi hogar, cuando vino esa hambruna tan terrible, Roberto Patiño y el padre Alfredo se reunieron con la comunidad y se inició el comedor de Alimenta la Solidaridad, esto ha sido un proceso muy bonito de despertar y abrir los ojos, en el comedor no solo nos alimentamos, hemos crecido como personas y como comunidad. Yo ahora estoy comprometida acompañando a otras mujeres. En los comedores no solo nos alimentamos, hemos descubierto la solidaridad como un valor, una fuerza».
También por parte de las madres a cuyos hijos la fuerza pública ha asesinado por la vía de presuntas ejecuciones extrajudiciales hay innumerables testimonios, a lo largo y ancho del país, pero vale recordar los ejemplos de las mujeres pertenecientes a organizaciones como Alfavic y Madres Poderosas, quienes han convertido, por la vía de la solidaridad, el dolor en una fuerza movilizadora que clama verdad, justicia, reparación, para la no repetición.
Por último, resaltamos la fortaleza y el coraje de las madres del hospital pediátrico JM de Los Ríos, quienes llevan años en pie de lucha al lado de sus hijos con patologías crónicas, algunos ya en condiciones terminales. Ellas están ahí, día y noche, defendiendo la vida y el derecho al acceso a la salud de sus niños, con la esperanza maternal de que lo imposible sea posible. [3]
Madres, gracias por su ejemplo de fe, que nuestra madre María les cuide en su lucha por la vida. Gracias por mostrarnos en sus batallas el amor del Resucitado.-
Boletín del Centro Arquidiocesano Monseñor Arias Blanco
29 de abril al 5 de mayo de 2022/ N° 142