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Los efectos positivos de la religión en las enfermedades mentales

La mayoría de los estudios también encontrado una asociación positiva entre la religiosidad y otros factores asociados al bienestar, como el optimismo y la esperanza (12 de 14 estudios), la autoestima (16 de 29 estudios, pero solo uno con una asociación negativa), el sentido y el propósito de la vida (15 de 16 estudios), el locus de control interno, el apoyo social (19 de 20) y estar casado o tener una mayor satisfacción marital (35 de 38)

El año pasado, mi depresión posparto me llevó al hospital. Me sentía inútil, abrumada, como un fracaso. La situación era muy difícil para mi cónyuge y nuestros dos hijos pequeños. A medida que me recuperaba y establecía relaciones con otras personas que sufrían enfermedades mentales, empecé a notar una gran diferencia entre los que eran religiosos y los que no se adherían a un credo religioso. Los individuos religiosos me parecían tener más apoyo emocional y social, una perspectiva más positiva y una mayor esperanza y motivación para recuperarse.

Esto último refleja las conclusiones del amplio campo de estudio de la religión y la salud mental. Numerosos estudios han señalado la influencia beneficiosa [1] de la religión en la salud mental [2] como ilustra una revisión de 2015 de la literatura sobre el tema

[En general, los estudios realizados con sujetos de diferentes ámbitos (como el médico, el psiquiátrico y la población general), de diferentes orígenes étnicos (como el caucásico, el afroamericano, el hispano y el nativo americano), en diferentes grupos de edad (jóvenes, de mediana edad y ancianos) y en diferentes lugares (como los Estados Unidos y Canadá, Europa y los países del Este) descubren que la participación religiosa está relacionada con un mejor afrontamiento del estrés y una menor depresión, suicidio, ansiedad y abuso de sustancias [3].

Del mismo modo, una investigación publicada en 2006 descubrió que existe una relación positiva abrumadora entre la religiosidad y numerosas medidas de bienestar emocional. Según el estudio:

La mayoría de los estudios también han encontrado una asociación positiva entre la religiosidad y otros factores asociados al bienestar, como el optimismo y la esperanza (12 de 14 estudios), la autoestima (16 de 29 estudios, pero solo uno con una asociación negativa), el sentido y el propósito de la vida (15 de 16 estudios), el locus de control interno, el apoyo social (19 de 20) y estar casado o tener una mayor satisfacción marital (35 de 38) [4].

Lo que es más, se determinaron hallazgos congruentes en una revisión de 2015 que examinó más de 3000 artículos académicos para el International Journal of Emergency Mental Health and Human Resilience, que encontró un «efecto positivo» de la religión/espiritualidad en una variedad de resultados de salud, incluyendo: «depresión menor, recuperación más rápida de los episodios depresivos, menores tasas de suicidio, menor uso, abuso y dependencia de sustancias, mayor bienestar y felicidad autodeclarada» [5].

En particular, la investigación sobre el tema especifica que no todas las formas de religiosidad (es decir, la afiliación, la participación, la asistencia a la iglesia) ayudan a los afectados por la enfermedad mental. La afiliación a algunas religiones [6] y la valoración de la religión no suelen dar lugar a una experiencia curativa de la religión [7], sino que son la actividad religiosa [8], la participación [9] o la asistencia a la iglesia las que parecen ayudar a las personas en su camino hacia la recuperación [10].

Por ejemplo, un estudio de 2004 que analizaba el impacto de la práctica religiosa (asistencia a los servicios de culto), la autopercepción espiritual y religiosa, y la importancia (prominencia) en la depresión entre los canadienses, descubrió que mientras «los que declaraban que los valores espirituales o la fe eran importantes o se percibían a sí mismos como espirituales/religiosos tenían niveles más altos de síntomas depresivos… los asistentes más frecuentes a los servicios de culto tenían significativamente menos síntomas depresivos» [11].

Más allá de los datos sobre el tema, la religión tiene un efecto terapéutico en la salud mental al otorgar a los individuos valiosas habilidades de afrontamiento que son accesibles «independientemente de las circunstancias financieras, sociales, físicas o mentales» [12]. Además, las religiones tienden a prescribir prácticas de estilo de vida saludables (por ejemplo: el descanso, el sexo monógamo, la moderación en todas las cosas), dan a los individuos apoyo social (lo que resulta en un sentido de pertenencia y una sensación de ser cuidado por su grupo), y ayudan a sus adherentes a desarrollar marcos cognitivos que les ayudan a través de las dificultades de la vida [13].

Además, la religión refuerza el locus de control interno de los adeptos, que (en contraposición a uno externo) [14] permite a los individuos responder al mismo problema de una manera que es beneficiosa para su bienestar [15]. En consecuencia, mediante el uso de prácticas religiosas, como la oración o la meditación, los individuos religiosos pueden contrarrestar las tendencias perjudiciales provocadas por su enfermedad y pueden «reducir la tensión y la ansiedad, disminuir la autoculpabilidad, estabilizar los altibajos emocionales y mejorar el autoconocimiento» [16] así como mejorar la gestión de obstáculos como: «Los ataques de pánico, el trastorno de ansiedad generalizada, la depresión, el insomnio, el consumo de drogas, el estrés, el dolor crónico y otros problemas de salud» [17].

Los activos beneficiosos del afrontamiento religioso en la salud mental son consistentes a través de la edad, la raza, el género, la nacionalidad y el estatus socioeconómico, y parecen ser mayores «para aquellos que se encuentran en circunstancias estresantes» [18]. Por lo tanto, el afrontamiento religioso sirve como un recurso valioso para los individuos que se ven afectados por la enfermedad mental, especialmente los grupos desfavorecidos que experimentan un estrés sustancial en la vida diaria, mayores tasas de trastornos mentales y que carecen de apoyo social y medios financieros para tratar su enfermedad.

Entre estos grupos vulnerables se encuentran las madres solteras. El efecto del estado civil en la salud mental ha sido documentado por varios investigadores de todo el mundo [19]. En la actualidad, las pruebas existentes apuntan a tasas más altas de enfermedades mentales entre los padres no casados [20]. Según un informe de investigación de 2003 del Centro de Investigación sobre el Bienestar Infantil de la Universidad de Princeton, los padres no casados presentan tasas más altas de depresión y ansiedad generalizada, y su probabilidad de sufrir estas enfermedades debilitantes es mayor que la de las personas casadas [21]. Más recientemente, un estudio de 2006 en el que se utilizaron datos del Estudio de Cohortes del Milenio descubrió que «un vínculo parental más flojo [22] daba lugar a un mayor riesgo de depresión materna [23]. Además, el estudio también encontró mayores informes de «problemas de salud mental y de comportamiento» entre los padres no casados que entre los casados. Por último, un estudio de 2009 que examinaba el riesgo de depresión en función del estado civil descubrió que «las pacientes embarazadas sin pareja» tenían casi 10 veces más probabilidades de presentar síntomas depresivos, y las mujeres embarazadas con pareja tenían «varios cientos de veces» más probabilidades de presentar síntomas depresivos [24]. Además, las madres sin pareja tenían dos veces más probabilidades y las madres con pareja tenían más de 20 veces más probabilidades de experimentar síntomas depresivos después del parto.

Siguiendo el creciente llamamiento a la investigación y la práctica religiosa por parte de prestigiosas asociaciones de investigación de la salud mental [25] el afrontamiento religioso debería considerarse una herramienta ventajosa en la recuperación que es gratuita, accesible y eficaz. Esto último es especialmente significativo para las personas desfavorecidas, incluidas las madres solteras y sus hijos [26].

 

Maria Archer (Kaufmann) es Directora de la Pastoral Juvenil de la Iglesia Católica de San Bartolomé y es contratista independiente del Instituto de Investigación sobre Matrimonio y Religión de la CUA. El presente artículo fue originalmente publicado con el nombre de “The Positive Effects of Religion on Mental Illness” y traducido al español por el P. Jorge Enrique Mújica, LC, para ZENIT.-

(ZENIT Noticias – Institute for Family Studies / Estados Unidos, 14.05.2022).

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