Rafael María de Balbín:
La palabra laico no tiene ninguna significación misteriosa: el laico es lisa y llanamente el común fiel cristiano, miembros mayoritario del Pueblo de Dios. <<Con la fuerza renovadora surgida del Concilio Vaticano II, los laicos, hombres y mujeres, inmensa mayoría del Pueblo de Dios, han adquirido una especial importancia en la Iglesia y en la sociedad. La definición de laicos que propone el Concilio Vaticano II evidencia la índole secular propia de su vocación y su misión como cristianos: “Los fieles que, en cuanto a su incorporación a Cristo por el Bautismo, integrados al Pueblo de Dios y hechos partícipes a su modo de la función sacerdotal, profética y real de Cristo, ejercen en la Iglesia y en el mundo la misión de todo el pueblo cristiano, en la parte que a ellos corresponde. El carácter secular es propio y peculiar de los laicos” (Lumen Gentium, 31)>> (CONCILIO PLENARIO DE VENEZUELA, El laico católico, fermento del reino de Dios en Venezuela. Documento conciliar n° 7, n.1).
Hace una buena falta la toma de conciencia, por parte de los simples fieles católicos, de la dignidad e importancia de su condición: <<Cada vez se hace más clara la necesidad de que todos los laicos descubran el significado de su Bautismo y de que la Iglesia transmita el gozo y la responsabilidad que esto conlleva. El laico, en su realidad histórica, por su incorporación a Cristo, está llamado, ante todo, a santificarse y santificar al mundo. De ahí la necesidad de una fuerte espiritualidad laical y de comunión que le ayude, individual y comunitariamente, a encarnar el Evangelio en la vida diaria, y de una formación integral desde la fe, para poder vivir coherentemente su compromiso cristiano en el mundo>> (Idem, n. 4 y 5).
Hagamos un poco de Historia:
<<En Venezuela, como en toda América Latina, el Cristianismo tiene dos fuentes: la labor de los evangelizadores y la transmisión horizontal de los cristianos. Desde los inicios de la evangelización formal, los misioneros y los laicos colaboraron mutuamente para la evangelización, la catequesis y la promoción humana. Hay que destacar, además, el papel esencial de la mujer, de gran impacto, en esta transmisión y vivencia de la fe>> (Idem, n.7)
<<En Venezuela, donde, fuera de algunas ciudades, escaseó siempre el clero, y más aún después de los movimientos independentistas, el aporte de los laicos fue extremadamente relevante. A eso se debe la peculiaridad de nuestro Cristianismo que es más de convicciones individuales y prácticas devocionales, que de claridades doctrinales y pertenencia a organizaciones formales>> (Idem, n.9).
<<A lo largo de nuestra historia ha habido innumerables hombres y mujeres que en la práctica diaria han sido grandes evangelizadores y testimonio de auténtica vida cristiana. Muchos realizaron una labor importantísima en los diferentes campos del quehacer humano, social, intelectual y cultural, destacándose en la ciencia, la educación, la política, así como también en la práctica de la caridad cristiana. Algunos de ellos están en proceso de beatificación>> (Idem, n. 10).
A lo largo del siglo XX es de destacar el valioso influjo de la Acción Católica, los movimientos de apostolado seglar, los variados grupos apostólicos (cfr. Idem, nn. 11-12). Sin olvidar la colaboración con las instancias pastorales y organismos eclesiásticos. <<Sin embargo, la mayor parte de los laicos, viven y practican su cristianismo en forma individual>> (Idem, n. 13).
El día de hoy presenta notables dificultades y desafíos: <<En la actualidad, la cultura se ha descristianizado y el ambiente está impregnado de antivalores que contradicen frontalmente el Evangelio. Los laicos han de vivir nuestra fe con autenticidad y convicción, como en la Iglesia primitiva, movidos por la pasión de seguir a Cristo. Este es el laico que tiene que estar en el horizonte de la Iglesia venezolana>> (Idem. n. 14).
Pero contamos con buenas reservas morales: <<El pueblo venezolano vive muchos valores tradicionales: el sentido de fraternidad y solidaridad y su generosa apertura y acogida del prójimo, entre otros. Gran parte de los venezolanos bautizados viven su Cristianismo según sus culturas, su realidad social y las enseñanzas y tradiciones familiares y populares, por lo general basado en hondas devociones, prácticas de piedad y obras de bien>> (Idem, n. 15).
<<En Venezuela hay un gran amor a la libertad y una profunda cultura democrática reflejada en las distintas organizaciones e instituciones de la sociedad venezolana. La presencia de los laicos en la construcción de la misma ha sido y es cada vez más audaz >> (Idem, n.18).
<<En Venezuela son tradicionales la adoración Eucarística, la devoción a Jesús Nazareno, a la Virgen María y a los santos patronos. Esta vivencia de fe no viene sólo expresada en la oración, sino que ha impregnado las distintas expresiones culturales del pueblo>> (Idem, n 22).
<<Los diversos caminos de santidad que ofrecen los carismas suscitados por el Espíritu Santo en los variados Movimientos, han facilitado a muchos creyentes una más profunda adhesión a la vida del Evangelio, han abierto nuevas posibilidades de encuentro con Dios a personas alejadas de Él o de la Iglesia y han impulsado a muchos no creyentes a abrazar la fe. Gracias a estos dones del Espíritu, Venezuela cuenta hoy con muchos más laicos católicos que viven su vocación y misión en la Iglesia y en el mundo, a pesar de las condiciones socio- económicas y culturales adversas>> (Idem, n. 23). Aunque: <<Algunos laicos adoptan modelos de santidad correspondientes a la vida sacerdotal o religiosa y no conforme a su particular vocación>> (Idem, n.26).
<<Por lo anteriormente expuesto, es fundamental la formación de los laicos en todas sus etapas. Son numerosos los laicos que han profundizado en su formación cristiana, teológica, y hasta han adquirido títulos académicos, sobre todo en Teología y Pastoral: en el ámbito nacional, por universidades católicas e institutos superiores de educación; en el ámbito diocesano, a través de escuelas de formación para laicos a diversos niveles; en el ámbito parroquial, con cursos y catequesis para sus miembros; en el ámbito familiar, con las escuelas de padres. Además, varios Movimientos laicales y Congregaciones Religiosas tienen escuelas permanentes de formación abierta a todos. Todo esto ha sido de gran valía para el Pueblo de Dios>> (Idem, n. 29).
<<La educación ha sido una de las formas más ricas y significativas del apostolado laical en la evangelización de Venezuela, a partir de la primera mitad del siglo XX. Junto a las congregaciones religiosas, miles de laicos han consagrado su vida a la educación y a transmitir, a través de ella, el mensaje humanizante del Evangelio. Se han dado pasos muy grandes, como el Convenio de Educación Religiosa Escolar (ERE), firmado con el Ministerio de Educación y asumido por laicos en las Escuelas y Colegios. Ha sido importante también el papel que han jugado asociaciones de educadores y de representantes, expresión del compromiso laical en el campo de la educación (Idem, n. 48)>>.
<<Por otra parte, el laico venezolano está inmerso en una sociedad que ha experimentado un cambio cultural-histórico profundo, provocando una crisis de valores ético-morales, y la consiguiente crisis en el ámbito familiar, laboral, social, político, económico, en la vivencia de una fe no comprometida y la superficialidad en el obrar humano. Crecen la deshumanización de la persona y de las estructuras, la pobreza, la injusticia social, el desempleo, la economía informal, la violencia y los ataques a la vida. Se promueven la anticultura de la muerte, una sexualidad irresponsable y permisiva y un hedonismo exacerbado. Con frecuencia el laico es pasivo ante esta sociedad y ante la invasión de mensajes negativos y confusos de los medios de comunicación. Todo ello, por la poca visión trascendente de la vida >>(Idem, n. 52).
<<Los fieles son en su mayoría “laicos, a excepción de los miembros que han recibido un orden sagrado y los que están en un estado religioso reconocido por la Iglesia”. Todos los laicos cristianos comparten la condición “secular”, término que designa la realidad de estar en este mundo y en esta época (“siglo”) y de participar en los mismos afanes básicos, en los planos familiar, económico y cultural…>> (Idem, n. 60).
Como enseña el Concilio Vaticano II (Lumen gentium, n. 31): “A los laicos corresponde, por propia vocación, buscar el Reino de Dios, gestionando los asuntos temporales y ordenándolos según Dios … Allí están llamados por Dios a cumplir su propio cometido, guiándose por el espíritu evangélico, de modo que al igual que la levadura, contribuyan desde dentro a la santificación del mundo y de este modo descubran a Cristo en los demás, primordialmente mediante el testimonio de su vida, por la irradiación de la fe, la esperanza y la caridad” (Idem, n. 63)).
<<La vocación a la santidad constituye la primera y fundamental vocación del cristiano. Siendo llamados por Dios y fortalecidos por la acción del Espíritu Santo, desde la experiencia de la vida nueva que se obtiene por el Bautismo, el laico debe tener conciencia de la gran responsabilidad personal de ser santo. En la Iglesia estamos todos llamados a la santidad según lo dicho por el apóstol: “Esta es la voluntad de Dios, vuestra santificación” (1 Ts 4, 3). Cristo ha sido muy claro al afirmar la necesidad que tenemos todos de participar de su vida de santidad. “Yo soy la vid: ustedes los sarmientos. El que permanece en mí y yo en él, ese da mucho fruto; porque sin mí no pueden hacer nada” (Jn 15, 5)>>. (Idem, n. 64).
<<La santidad, vocación de todo cristiano, no ha de pensarse como un ideal de perfección en una especie de vida extraordinaria, practicable sólo por algunos. Los caminos de la santidad son múltiples y adecuados a la vocación de cada uno. Para el laico, lo fundamental es buscar la santificación en las circunstancias de su vida ordinaria. Para responder a su vocación, los laicos deben considerar las actividades de la vida cotidiana ocasión de unión con Dios y cumplimiento de su voluntad, así como de servicio a los demás hombres >> (Idem, n. 68).
<<La formación de los laicos debe ser gradual, integral, continua y progresiva: desde la catequesis inicial hasta la profundización en los misterios de la fe y la iluminación, -desde la Sabiduría-, de todo el saber humano. La formación tiene que adecuarse permanentemente a las exigencias de los tiempos y preparar a los creyentes para el testimonio de vida. “Los fieles laicos han de ser formados para vivir aquella unidad con la que está marcado su mismo ser de miembros de la Iglesia y de ciudadanos de la sociedad humana. La separación entre la fe y la vida diaria de muchos debe ser considerada como uno de los más graves errores de nuestra época” (Gaudium et spes 43)> (Idem, n. 70).
<<Para actuar en el ámbito que les es más propio, la familia y la sociedad, “los laicos tengan también muy en cuenta la competencia profesional, el sentido de la familia y el sentido cívico, y aquellas virtudes relativas a las relaciones sociales… sin las cuales, ni siquiera puede haber verdadera vida cristiana”>> (Idem, n. 74).
<<Hay que tener en cuenta “los múltiples y coordenados aspectos de la formación integral de los fieles laicos… la formación espiritual ha de ocupar un puesto privilegiado en la vida de cada uno… Se revela hoy cada vez más urgente la formación doctrinal… Se hacen absolutamente necesarias una sistemática acción de catequesis y una más decidida promoción cristiana de la cultura (…) un conocimiento más exacto de la Doctrina Social de la Iglesia (…) y el crecimiento personal en los valores humanos” >> (Idem, n. 75).
<<La palabra de Dios es perfectamente clara en la necesidad de que los laicos realicen su labor en el mundo, cuando Jesús habla de ser “sal y luz de la tierra” (Mt 5,13-16). Son dos los ámbitos en los que se realiza la vocación de los fieles laicos. El primero y más propio de su condición laical es el de las realidades temporales, que están llamados a ordenar según la voluntad de Dios…; el segundo, puede llamarse “intraeclesial”, por el cual los laicos aportan sus talentos y carismas a la construcción de la comunidad eclesial>> (Idem, n. 91).
<<Por el carácter secular propio de los laicos, estos están llamados a “la restauración de todo el orden temporal” (Lumen Gentium, 31). Al describir la índole secular, se hace referencia al lugar donde son llamados por Dios (ibid). Es “un lugar que viene presentado en términos dinámicos: los fieles laicos viven en el mundo, esto es, implicados en todas y cada una de las ocupaciones y trabajos del mundo y en las condiciones ordinarias de la vida familiar y social, con las que su existencia está entretejida”. De hecho, “los fieles laicos son llamados por Dios para contribuir desde dentro, a modo de fermento, a la santificación del mundo, mediante el ejercicio de sus propias tareas, guiados por el espíritu evangélico, y así manifiestan a Cristo ante los demás, principalmente con el testimonio de su vida y con el fulgor de su fe, esperanza y caridad” (Lumen Gentium, 31)>> (Idem, n. 92).
Está muy clara, en el momento presente, la necesidad de intensificar la formación para todos los comunes miembros del Pueblo de Dios. <<Fortalecer las iniciativas de formación permanente para laicos a todos los niveles, brindándoles la oportunidad de tener una formación integral y continua, con especial énfasis en la Sagrada Escritura, el Catecismo de la Iglesia Católica, el Magisterio, la Doctrina Social de la Iglesia, la Teología… Coordinar los esfuerzos para optimizar el uso pleno de todos los cursos de formación ya existentes>> (Idem, n. 120).
A la vez la situación actual del país reclama una particular atención y una diligente actuación: <<Asumir como verdadero compromiso y responder con prontitud a las profundas necesidades y diferentes acontecimientos dentro de la Venezuela de hoy. Destacar como urgencia evangelizadora la situación de extrema pobreza en la que viven millones de venezolanos, lo que reclama una acción urgente por el trabajo en la promoción humana, la implantación de la justicia social y la respuesta solidaria hacia los más necesitados>> (Idem, n. 142).
Es preciso: <<Lograr una coherencia de vida que compagine la moral y la ética cristiana con las distintas actuaciones en lo cotidiano, evitando actitudes propias de una vida pagana (manipulaciones, abuso y explotación del prójimo, uso de influencias, sobornos…)>> (Idem, n 144).
Hace falta: <<Concretar la vocación laical de santificar el mundo en los campos que requieren una presencia más activa y transformadora de los creyentes: la política, la economía, la educación, la cultura y el arte, la ciencia y la técnica, la salud, los medios de comunicación, el comercio, la industria, el trabajo, los sindicatos, los gremios, la legislación, la judicatura, las asociaciones de vecinos, las asociaciones de defensa de los derechos humanos, deportivas, recreativas, y la sociedad en general, de manera que los laicos sean fermento de una sociedad nueva, renovada por los valores evangélicos y orientada al bien común>> (Idem, n. 153) .
Se requiere una atención positiva a los medios de información y comunicación: <<Procurar que los laicos que poseen -o trabajan en- los medios de comunicación social, en las nuevas tecnologías de Informática, los publicistas y los productores, den un “contenido constructivo” a sus programas, para convertirlos en elementos de comunión y de difusión del bien>> (Idem, n. 155).-