Opinión

Gobernar y el Gobernante

La relación dialéctica entre sociedad política y civil, es un elemento que debe tomar en cuenta quien ejerce funciones de gobierno

Jesús Mazzei:

Hoy gobernar es un asunto complejo y complicado, como nunca antes en la historia de la política y en particular de lo que es el arte de gobernar. Basta ver los impresionantes desafíos, costos, limitaciones que deben enfrentar los diferentes gobernantes del mundo contemporáneo: problemas de seguridad, inmigración, cambio tecnológico, la guerra de Ucrania, inflación imparable, en fin, ejecutar políticas adecuadas y pertinentes.

En ese mismo sentido, el gobernante de una nación tiene el inmenso reto de gobernar no solo para una parcela del país, sino para todo el país. La cabeza del Estado, debe tomar decisiones, interactuar con los ministros, presidentes en fin con un entramado extenso de altos representantes de la administración pública que él designa, recibir cuenta de ministros, llevar a cabo reuniones de consejo de ministros su conducción y negociación, los planes de contingencia que se presentan por imprevistos. Debe tener una preparación y conocimientos técnicos adquiridos previamente, esto es lo deseable para una buena acción de gobierno y la muestra de su capacidad efectiva y eficiente de un buen gobernante. Es el quién gobierna y cómo se gobierna.

Es tratar de reducir la brecha entre la narrativa discursiva y la realidad de los hechos crudos y concretos cuando se gobierna. Sobre ellos, ha sido históricamente unos de los retos del estudio y reflexión de la teoría política, sobre todo desde los tiempos de Maquiavelo. El tema del buen gobernante o del ejercicio del Gobierno, abarcar dos aspectos: el político y el administrativo.

El político, porque abarca el ámbito de toma de decisiones y el administrativo, porque va hacia la planificación y coordinación, realización de propuestas, programas y planes de acción. Implica, además, la conducción y coordinación horizontal y vertical de las diferentes acciones y niveles de gobierno. El político en funciones de gobernante es un hombre de acción, y por ello, requiere de adecuados instrumentos conceptuales para una mejor comprensión de los fenómenos políticos, debe tener una visión y perspectiva amplia sobre las cosas que se gobiernan, hoy esto lo ayuda la tecnología de la información y comunicaciones.

Darle estabilidad a su equipo de gobierno y proporcionar un sentido dialogante con sus adversarios, es lo deseable en una democracia moderna y plural. El gobernante debe tener transparencia metodológica, a la hora de hacer las cosas del gobernar. Se requiere, pues, a la hora de gobernar tacto político, capacidad de comunicación, persuasión y un timing especial, ver el margen de maniobra que dan las decisiones, para llevar cabo no solamente las tareas normales del día a día de gobierno, sino igualmente, negociar, conversar con los diversos actores con los que se convive y la posible influencia del entorno internacional que también repercute, porque hoy en día hay una porosidad manifiesta entre el ambiente interno y el externo.

El arte de dirigir y decidir, en un gobernante se basa en ocasiones en un cálculo muchas veces basado, en forma racional, incremental o burocrática de los costos y beneficios y el ejercicio, del equilibrio de una decisión sobre políticas públicas. Estamos en un mundo de incertezas y turbulencias, por la intensidad y velocidad de las mismas. El político en funciones de gobierno debe conocer cuál es el margen y repito, el timing de maniobra que tiene para tomar decisiones.

En las democracias gobernar se hace más intricado porque se debe gobernar bajo varias premisas como consulta, cooperación, negociación y coordinación, lograr que estas herramientas se utilicen armónicamente, en forma adecuada, requiere de conocimiento, pericia y sentido de Estado. El reto es cómo gobernar sociedades complejas e interdependientes, donde los parámetros de la legitimidad y la eficacia, parecieran ser contradictorios, pero no uno va con el otro. Porque la ausencia de rendimientos del sistema socava su legitimidad, pero una mayor legitimidad puede implicar mejores rendimientos: las decisiones más eficaces a largo plazo bien pueden ser rechazadas popularmente. Y sin legitimidad, no hay democracia; pero sin unos mínimos rendimientos no hay orden político sostenible, aquí el gobernante requiere de auctoritas.

En este sentido, la interacción entre los agentes políticos (partidos, sindicatos grupos de interés y de presión, líderes, etcétera) y las decisiones de política es el objeto central de la teoría política contemporánea y el diseño de políticas públicas es uno de sus desafíos. La relación dialéctica entre sociedad política y civil, es un elemento que debe tomar en cuenta quien ejerce funciones de gobierno.

No es un problema que se arregla con buena gerencia, porque gobernar es esencialmente un problema político. En suma, en la actividad política es difícil, pero el ejercicio del gobierno, del gobernar es más intricado, complejo, debido a que es optar entre opciones, es saber qué se quiere, saber qué se puede y qué no se puede hacer, saber cuándo hay que hacerlo y finalmente, cómo hay que hacerlo, y en sociedades postindustriales de carácter democrático, es más complicado, por los diversos intereses a incluir y satisfacer y sobre todo en un mundo donde lo interno y externo se vuelve más poroso, como consecuencia de la globalización.

El político en funciones de gobierno debe tener pues, iniciativa estratégica, pero con un sentido de las proporciones. Aquí entra el perfil psicológico del gobernante es un individuo equilibrado o psicópata encubierto o camuflado. Finalmente, el reconocido politólogo Yehezkel Dror, habla entre otras cosas de los factores que dan importancia a las decisiones de los gobernantes entre las cuales cabe mencionar: Las necesidades políticos-psicológicas, los medios de comunicación, las transacciones de poder, el carisma, políticas empresariales, interdepartamentalidad, administración de crisis, reuniones cumbre y conduciendo la sociedad.-

jesusmazzei@gmail.com

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