¿Es amor todo lo que necesitas?
Hay una diferencia fundamental entre la forma cristiana tradicional de decir "Ama a tu prójimo" y la forma liberal moderna
David Carlin, profesor retirado de sociología y filosofía del Community College of Rhode Island:
“All You Need Is Love” es el título de una canción de los Beatles de 1967. También puede servir como el título de la herejía cristiana más influyente de los Estados Unidos de la era posterior a la Segunda Guerra Mundial: el liberalismo.
En el siglo XIX, el cardenal (ahora santo) John Henry Newman definió el liberalismo religioso como la idea de que todo cristiano debe ser libre de elegir sus propias opiniones religiosas; en otras palabras, que el cristianismo no tiene un contenido doctrinal autorizado. La doctrina realmente no importa. Lo que realmente cuenta es la moralidad.
Mientras seas una persona moralmente buena, no importa si eres católico o protestante, o si eres trinitario o unitario, o si crees en todos los artículos del Credo de Nicea o solo en algunos de ellos o ninguno de ellos en absoluto.
En sus días pre-católicos, Newman vio crecer el liberalismo en la Inglaterra protestante e incluso en su propia Iglesia de Inglaterra. Lo consideró como un resultado lógico del principio protestante del «juicio privado», según el cual cada cristiano es libre, o más bien está obligado, a hacer su propia interpretación de la Biblia.
Newman también consideró el liberalismo religioso inglés como un subproducto de la infidelidad continental. El ateísmo francés, aunque no ganó muchos conversos directos en Inglaterra, estaba socavando indirectamente el protestantismo inglés. A la larga, el liberalismo conduciría al ateísmo. El liberalismo religioso era una especie de posada en la autopista del cristianismo ortodoxo al ateísmo.
Fue su miedo al liberalismo, más que cualquier otra cosa, lo que llevó a Newman, primero, lejos de su evangelicalismo temprano al anglocatolicismo de sus años tractarianos; y más tarde lo sacó por completo de la Iglesia de Inglaterra y lo llevó a la Iglesia de Roma. Todo el viaje desde el protestantismo juvenil hasta el catolicismo maduro tomó alrededor de veinte años, desde mediados de la década de 1820 hasta mediados de la década de 1840, todos estos años, en Oxford.
Durante el último medio siglo más o menos, los protestantes liberales estadounidenses llevaron el liberalismo religioso de la época de Newman un paso más allá. No solo han sostenido que la moralidad, no la doctrina, es la esencia del cristianismo, sino que han simplificado este principio al agregar que el amor al prójimo es la suma y sustancia de la moralidad cristiana.
A primera vista, esto parece una declaración muy plausible. Después de todo, ¿no dijo Jesús que el amor al prójimo es uno de los dos grandes mandamientos (el otro es el amor a Dios)? Y en muchos siglos siguientes, ¿no han estado de acuerdo con Jesús innumerables santos y maestros cristianos?
Pero hay una diferencia fundamental entre la forma cristiana tradicional de decir «Ama a tu prójimo» y la forma liberal moderna. En la forma tradicional, «Ama a tu prójimo» es un resumen útil de todos los mandamientos más específicos, por ejemplo, «No cometerás asesinato» y «No cometerás adulterio» y «No robarás» y «No dirás mentiras”. En la forma liberal moderna, el mandamiento “Ama a tu prójimo” está por encima de mandamientos supuestamente menores.
Y así, en ciertas circunstancias, la regla de amar a tu prójimo puede exigirme, o al menos permitirme, participar en actos de fornicación, adulterio, sodomía homosexual, asesinato (incluido el aborto), mentira, robo, etc.
Por ejemplo, el adulterio, en términos generales, es una cosa mala, produciendo más daño que bien a todos los afectados: los dos cónyuges, el tercero y las personas relacionadas o conectadas con estos tres.
Pero si un hombre casado se dice a sí mismo: “Acostarme con mi novia producirá beneficios para mí, para mi esposa, para mi novia y no será perjudicial para nadie más”. Y si se convence, después de la debida cantidad de oración y reflexión concienzuda, de que todo esto es cierto, entonces puede concluir: “Es claro que tengo el deber cristiano de acostarme con esa deliciosa jovencita, mi novia.”
El locus classicus para este tipo de razonamiento es un libro intitulado Situation Ethics [Ética de la situación]. Fue escrito por Joseph Fletcher, un sacerdote episcopal que fue profesor en la Episcopal Divinity School en Cambridge, Massachusetts.
Su libro se convirtió en una especie de best-seller teológico; probablemente, porque, apareciendo como lo hizo en los primeros días de la revolución sexual, satisfizo una necesidad urgente: enseñó cómo reconciliar el pecado sexual con el cristianismo. Pero no fueron sólo los pecados sexuales los que justificó. También podía servir para justificar el aborto y la sodomía homosexual. Más adelante en su vida, Fletcher se convirtió en ateo, el punto final lógico que Newman había predicho.
Conocí a Fletcher brevemente una vez, en 1968, en un cóctel después de una conferencia filosófica celebrada en la Universidad Católica de Washington DC. Me pareció un anciano amable; un tipo abuelesco; más bien, como soy yo hoy. Me pregunto si la publicación de su libro (1966) influyó en la creación de la canción de los Beatles (1967).
Esta idea —de que el amor (redefinido) al prójimo es la suma y la sustancia del cristianismo, no es tan común en los círculos católicos como en los protestantes. Pero está lejos de encontrarse ausente. Está más presente entre aquellos católicos que son tolerantes con el aborto y simpatizantes de la homosexualidad.
Porque esta tolerancia es una manera de ser amable (= ser cristiano) con las jóvenes en dificultad, y esta simpatía es una manera de ser amable (= ser cristiano) con las personas que “nacieron así”. Esta puede llamarse la idea Biden-Pelosi del catolicismo.
Para bien o para mal, el cristianismo no es simplemente una cuestión de bondad moral; es también una cuestión de doctrina, como lo ha sido desde la época de los Apóstoles. Si la moralidad es la superestructura del cristianismo, la doctrina es su fundamento. Elimine los cimientos o, simplemente, no se tome la molestia de mantenerlos en buen estado, y la estructura colapsará.
Este colapso no ocurrirá de la noche a la mañana. Será paulatino. Y aquellos que no logren mantener los cimientos —ya sean ministros protestantes u obispos católicos—, serán en su mayoría personas afables, como Joseph Fletcher.