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Encuentros 33

Pasemos a reflexionar sobre el primero de los sacramentos de la Iniciación Cristiana: el Bautismo

 

Nelson Martínez Rust:

 

¡Bienvenidos!

Después de haber comentado de manera general la teología subyacente en la liturgia (Cf. ENCUENTROS 25-32), nos ha parecido conveniente reflexionar sobre la teología de los sacramentos.  Es costumbre, asumida por el Catecismo de la Iglesia Católica, el clasificar la realidad sacramental en: 1º. Sacramentos de la Iniciación Cristiana (Bautismo, Confirmación y Eucaristía), 2º. Sacramentos de la Curación (Reconciliación y Unción de los Enfermos) y 3º. Sacramentos del Servicio a la Comunidad (Orden y Matrimonio).

En nuestras reflexiones consideraremos solo los Sacramentos de la Iniciación Cristiana. La razón que nos asiste es la siguiente: a.- En este núcleo se encuentra presente de manera sucinta y condensada todo lo referente a la vida cristiana: desde su inicio hasta alcanzar su plenitud, ellos “dan nacimiento y crecimiento, curación y misión a la vida de fe de los cristianos” (Catecismo de la Iglesia Católica, 1210). “En este organismo, la Eucaristía ocupa un lugar único, en cuanto “sacramento de los sacramentos”: todos los otros sacramentos están ordenados a éste como a su fin(Catecismo de la Iglesia Católica, 1211). Los demás sacramentos, ya sean los de “Curación” o los de “Servicio a la Comunidad”, son considerados ratificación y desglose del núcleo en el que se han convertido los “Sacramentos de la Iniciación Cristiana”. Ellos vienen a ser el fundamento sobre el cual se edifica toda la vida de fe, esperanza y caridad del creyente. b.- Al tratar la realidad sacramental no debemos olvidar que la liturgia no es y no se reduce a la celebración exclusiva de los sacramentos; la liturgia comprende, en una cierta manera, toda la vida. Por consiguiente, la liturgia es, principalmente, reconocimiento y alabanza a Dios-Padre y, en un segundo lugar, instrumento de gracia para el creyente: “cuando se celebra un sacramento o se lleva a cabo cualquier acción litúrgica, no debe vérsele como la celebración de un grupo particular, aislado dentro de la realidad de la Iglesia, sino que es la totalidad de la Iglesia, en su triple dimensión, quien celebra y lleva a cabo la doble direccionalidad de la liturgia consistente en el maravilloso intercambio de alabanza y reconocimiento de Dios-Padre como Señor de la historia; al mismo tiempo, que se hace efectiva la acción integral salvadora de Cristo en beneficio de toda la humanidad (Cf. ENCUENTROS  28). c.- Otra dimensión a tener en cuenta es el hecho de que la realidad sacramental fundamenta su novedad ya no radica en el Templo o en un lugar sagrado o en un objeto específico, la novedad litúrgica se fundamenta en la persona de Cristo y su Misterio Pascual; de ellos adquiere su significado y su grandeza y es fuente inagotable de gracia” (Cf. ENCUENTROS  31) y d.- Consideramos interesante el resumen de Pablo VI: “La participación en la naturaleza divina, que los hombres reciben como don mediante la gracia de Cristo, tiene cierta analogía con el origen, el crecimiento y el sustento de la vida natural. En efecto, los fieles renacidos en el bautismo se fortalecen con el sacramento de la Confirmación y, finalmente, son alimentados en la Eucaristía con el manjar de la vida eterna, y, así por medio de estos sacramentos de la iniciación cristiana, reciben cada vez con más abundancia los tesoros de la vida divina y avanzan hacia la perfección de la caridad” (Ritual de Iniciación Cristiana de Adultos, 1-2).

Dicho esto, pasemos a reflexionar sobre el primero de los sacramentos de la Iniciación Cristiana:

Sacramento del Bautismo

A.- Generalidades.

Es costumbre utilizar la palabra “sacramento” para designar la realidad septiforme sacramental, no obstante, en los Evangelios no aparece ningún indicio de dicha palabra. Ha sido a lo largo de la historia de la Iglesia, de la reflexión teológica y de la vivencia litúrgica que se llegó a acuñar el término “sacramento” que, a su vez, traduce el término latino “sacramentum” con el que los latinos designaban el vocablo griego “mysterion”. Su significado equivale a “secreto”, “intimidad guardada”, “conocimiento reservado”, por lo que, el término, en el mundo griego, designaba los secretos que estaban reservados a los iniciados en las religiones mistéricas.

El término, en línea general, no fue utilizado en los escritos neotestamentarios; encontrándose, de manera especial, en las cartas de San Pablo en donde el término “mysterion” hace referencia al acontecimiento salvífico llevado a cabo por Cristo: Él es el “mysterion” mediante el cual Dios-Padre lleva a cabo la redención del hombre. Es por esta razón que cuando se quiere conocer el alcance de la palabra “mysterion” en el Nuevo Testamento, es fundamental recurrir a San Pablo y de manera especial en su carta a los Efesios. Pablo presenta a Cristo como el insondable misterio que desde la eternidad permanece oculto en Dios y que, en los últimos tiempos ha sido revelado en la persona de su Hijo (Ef 1,9-10). Para explicar el “misterio de Cristo”, Pablo, se vale de diversos y variados acontecimientos ligados a su persona: a.- La realidad de su persona – Cristo es Dios y hombre -. b.- Su crucifixión como valor salvífico. c.- La resurrección en cuanto manifestación del valor universal de la salvación. d.- La pervivencia de Cristo en la Iglesia a través del espacio y el tiempo y e.- Cristo como realidad que debe ser predicada. Toda esta perspectiva goza de una perspectiva salvífica que se lleva a cabo por medio de y en los sacramentos de la Iglesia. Cada uno de ellos representa una realidad salvífica que se fundamenta en la Verdad de Cristo.

Esta es la razón por la cual la Iglesia ha enseñado siempre que en la realidad sacramental se concreta el deseo de Dios-Padre de salvar al hombre.

 

Valencia. Julio 17; 2022

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