Testimonios

En memoria de Monseñor Lizardi

El 30 de julio de 1972 -se cumplen hoy 50 años-, falleció en Caracas Monseñor Ramón Inocente Lizardi, el primer hijo de esta tierra que fue exaltado a la dignidad episcopal. Nació en Ciudad Bolívar el 28 de diciembre de 1909 (día de los Santos Inocentes, de allí su nombre). Recibió la ordenación sacerdotal en Roma, el 26 de mayo de 1934. Durante los siguientes doce años se desempeñó como párroco en la población de Caicara de Maturín en el Edo. Monágas, que pertenecía a la Diócesis de Santo Tomás de Guayana, actual Arquidiócesis de Ciudad Bolívar.

En 1947, fue nombrado director del Servicio de Capellanía del Ministerio de la Defensa, y en 1954 Vice Provisor de la Arquidiócesis de Caracas; y en 1955, Vicario General de la misma Arquidiócesis.

El 25 de mayo de 1956, el Papa Pío XII lo nombró Obispo titular de Assava y Auxiliar del Arzobispo de Caracas, Mons. Rafael Arias Blanco. Recibió la ordenación episcopal el 15 de agosto de ese mismo año, de manos del Nuncio Apostólico Mons. Rafael Forni, acompañado por el Arzobispo de Caracas y el Obispo de Ciudad Bolívar, Mons. Juan José Bernal.

Participó en las dos primeras sesiones del Concilio Vaticano II en Roma. Presidió el Secretariado Permanente del Episcopado Venezolano y la Oficina de Catequesis de la Arquidiócesis de Caracas.

Como homenaje póstumo, el poeta Pedro Antonio Vásquez, le dedicó las siguientes letras:

EN EL TRANSITO FINAL DE MONSEÑOR RAMON INOCENTE LIZARDI

Tenía en el rostro claro, la sonrisa cordial y candorosa
de un niño, como un faro, y en este tiempo raro
brillaba su bondad como una rosa;

Rosa del alma pura aquella que Jamás lo abandonaba,
de un jardín de ternura, eI alma toda albura
de este pastor que siempre el bien ansiaba;

El bien para sus greyes, como en su resplandor pedía Cristo,
que en cumpliendo sus leyes, jamás tuvo más reyes
que Dios, Cristo, la Iglesia, así lo he visto.

Siempre en su mansedumbre, en su humildad sin fin, su sencillez
que eran como una lumbre, de encanto en la costumbre
de amar a Dios con infinita fe.

Varón que siempre alzará, de ejemplar y apostólica humildad
con su figura rara, la bandera más clara
de su palabra -lumbre de heredad-

Pastor de mariposas, -libélulas en vuelo bajo el cielo-
hoy se pueblan de rosas, y de aromas las cosas
más calladas y tristes por su duelo.

El pordiosero mira, la ausencia de su alma cual vacío
de la hondonada, lira callada y sola expira
como rumor en el lejano río

Lira que ya no canta, como otrora en sus tiempos de alegría,
porque de su garganta, aquella gracia tanta
de golpe se troco en melancolía.

Porque ya el fiel amigo, poeta de palabra verdadera
que siempre fue testigo, de bondad como el trigo
de este mundo ya no es lo que antes fuera.

Insinuase hoy apenas, de un Serafín el vuelo deleitoso
a regiones serenas, del cielo, alma filena
de este pastor humilde y silencioso.

Pastor que Dios pusiera, en el camino de la santidad
y en su palabra fuera, con luz de primavera
Mensajero de Cristo y su Bondad.

Por eso en esta hora, de duelo en que la Patria amanecía
el pueblo entero llora, y con tristeza implora
una brizna de luz a su agonía.

De golpe ni quebranto, azota su partida el alma mía,
por ella brota el llanto, como la voz sin canto
ahogada en el temblor de la agonía.

Adiós dicen las brisas, al pastor amoroso que se ausenta,
mirando su sonrisa, que cual la luz se irisa
en límpida mañana sin afrenta.

Adiós dice el niño, las mujeres y el hombre de la calle
y como en un escriño, guardan su luz de armiño
como in extinto e inmortal detalle

En los altos alcores, en las aldeas vecinas y en los campos
donde aroman las flores, sus limpios resplandores
dicen adiós en sus fulgentes lampos.

Al pastor manso y bueno; adiós, hermano de la primavera,
le dicen el centeno, la luz, el valle ameno
y todo cuanto de él su aliento fuera.-

Ricardo H.
30.07.2022

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