Trabajos especiales

Recapitulando

Ismael Pérez Vigil:

“Ahora es que la gente está comenzando a entender el tema de la Guerra de las Galaxias, Sr. Presidente, hay que continuar hablando de él”, palabras más o menos, fue la respuesta de uno de sus asesores cuando el Presidente Ronald Reagan le reclamaba que en todos los discursos lo ponían a hablar de ese tema. Sin pretender comparaciones y guardando las debidas distancias, de respeto e ideológicas, la anécdota, que no sé si es apócrifa, me sirve para justificar porque de nuevo toco temas de los que ya he hablado.

He comprendido dos cosas, en este trajinar de escribir sobre política; una, que es necesario volver varias veces sobre temas y argumentos, resumirlos, explicarlos, porque hay mucha gente que les pasa por encima o ni siquiera les pasa por encima; y dos, que como los temas políticos son infinitos en sus derivaciones y matices y dado el limitado espacio de esta forma de comunicarse, no queda más remedio que, en cada uno de ellos, seleccionar algún aspecto a tratar y prescindir de otros, con el riesgo de que quien los lea, seguramente echará de menos justamente aquellos que no se tratan y que para él son los verdaderamente importantes.

Las últimas semanas he tocado temas álgidos y polémicos −Negociación, Las Primarias, Voto en el exterior, Empresarios y Política, Muerte de los Partidos, Muerte de las Ideologías, Tareas Opositoras, Propuesta de Almagro, etc.− sobre los cuales he recibido comentarios muy diversos; de manera que, dadas las presiones, comentarios y críticas me parece oportuno recapitular, más bien, resumir, mi posición sobre algunos de ellos.

Recuperación económica y empresarios.

Es una tontería negar los indicadores económicos que nos arrojan que ha habido algún crecimiento de la economía: Magro crecimiento del PIB, después de una caída cercana al 80% desde 2013; la circulación de dólares, que cada vez compran menos; la construcción de edificios de oficinas en algunas zonas del este de Caracas; la proliferación de productos importados en las estanterías, pero fuera del alcance de la mayoría de la población; la apertura −y cierre cada vez más frecuente−, de lujosos “bodegones” y otros puntos, que no vale la pena enumerar; pero que es claro que no significa que ese “crecimiento” esté llegado a la gran masa de la población −más del 90% − que sobrevive precariamente, algunos en la pobreza. Es indudable una cierta desregulación económica y la apertura en algunas áreas; pero, aunque algunos de esos indicadores que vemos puedan tener algún asidero económico temporal, nadie puede garantizar que tengan algún resultado sostenible en el tiempo.

 

Eso es algo que los empresarios −que son los generadores de empleos bien remunerados y riqueza sólida−, deben tomar muy en cuenta, para no errar en sus estrategias políticas y confundir la necesaria coexistencia e inevitable relación con el gobierno, con una posición y relación que confunda, al país y a ellos mismos. Como dije, aunque ese “crecimiento” pueda tener algún asidero económico temporal, es insostenible en el tiempo, si no hay un cambio político de fondo, que hoy nadie puede garantizar; y ya estamos viendo como la devaluación de las últimas semanas −sorpresiva según algunos, provocada, según otros− está acabando con la “ilusión de cambió”; por tanto, la supuesta “mejora” no puede ser el basamento de una actitud o posición política que desconozca la realidad de un país arruinado. Así como no se pueden negar los signos de mejoramiento y algunos indicadores económicos positivos, también es una tontería negar que gran parte de la población del país sigue sumida en la pobreza, sin servicios básicos de agua, electricidad, salud, educación, transporte público, por solo nombrar los más gruesos, aunque el gobierno ofrezca pingues negocios y espejitos llamativos.

Tal pareciera que, para algunos, nada de eso es relevante, porque lo importante es la propaganda del gobierno y sus acólitos, que dicen que se están produciendo cambios. Y sí las cosas ya están cambiando, ¿Para qué hacer nada?, quedémonos como estamos, porque, además, los que hacen algo, corren riesgos innecesarios, los que bien apunta Luis Almagro, en sendos artículos publicados en julio y agosto de este año.

En la propuesta de Luis Almagro

En efecto, Luis Almagro, otrora campeón de la “resistencia”, con críticas se refiere a la situación económica, propone contrapesos y dice, a su modo, que hay que buscar la convivencia con el régimen. Mas allá de cualquier consideración política o ideológica sobre la propuesta Almagro −porque es así, política o ideológicamente, como se evalúa su propuesta−, desde un punto de vista meramente práctico la propuesta tiene una piedra de molino atada al cuello: Quien tiene el poder −el régimen− y por lo tanto la capacidad de acceder a compartirlo, no tiene hoy ninguna razón, aliciente o estímulo para hacerlo. La propuesta Almagro se vuelve así una utopía.

En un segundo artículo, publicado el 31 de agosto en Infobae −Venezuela o la continuación de la nada; https://bit.ly/3ee2Am1 − Luis Almagro, aclara que su propuesta va en el sentido de estimular la negociación y explica que su “cohabitación” no implica “complicidad” ni “connivencia”, sino el reconocimiento que la política en Venezuela no puede seguir siendo un juego de “todo-o-nada”, como ha sido en los últimos 20 años, sino una “solución política” a la cual pocos en el régimen y en la oposición están dispuestos; la aclaratoria de Almagro es concluyente: “La noción de cohabitación subraya la necesidad de compartir el poder… Funciona con contrapesos, no es un sistema de complicidad e impunidad, pues revertir la crisis venezolana requiere un nuevo compromiso político.”

No voy a profundizar sobre este nuevo texto de Almagro, me basta para mi propósito actual que Almagro, en ambos artículos, reconoce que la situación del país sigue más o menos igual para el 80% o más de los venezolanos y así lo refleja cuando formula su propuesta y advierte sobre la pésima condición de vida de la mayoría de los venezolanos. El meollo de la propuesta Almagro no es la situación económica del país y nada puede ocultar la intención de su recomendación, que aclaró más en su segundo artículo: Es necesario negociar con el régimen de Miraflores, para encontrar una salida que alivie al pueblo venezolano y nos lleve de regreso a la democracia.

Negociación y elecciones

Y así llegamos a los temas álgidos, a los que se teme abordar, que a muchos producen urticaria y no saben bien cómo enfrentar: Negociación y vía electoral, para superar la crisis humanitaria y restablecer el estado de derecho.

No voy a argumentar más de lo ya argumentado, solo resumiré lo que pienso al respecto porque cuando no se tiene fuerza para obligar al contrario a dejar el poder −por la fuerza de las armas o de las masas en la calle−, la única vía que queda para encontrar una salida es negociar. Y habrá que ir al infierno, si es preciso, a negociar con el diablo; mucho más habrá que hacerlo con los que de facto gobiernan en Venezuela, aunque los califiquemos como sea; habrá que negociar con quien sea y donde sea necesario, para aliviar los padecimientos y sufrimientos de la gente.

Y al final de todo, resumiendo mi segunda premisa, la solución última a la que habrá de llegarse se reducirá a un proceso electoral, a unas elecciones, pues por eso somos demócratas y queremos que sea el pueblo quien decida quién y cómo quiere ser gobernado; por lo tanto, ¿Que de malo tiene, entonces, irnos organizando cuanto antes para esa eventualidad inevitable? Sobre todo si sabemos que el régimen se prepara a conciencia para ese evento y con todo su poder y artimañas desplegadas y su precaria minoría, menor al 15% del electorado, se dispone a imponernos su voluntad hasta el 2030.

Pero ojo, no antepongo principios y creencias como leyes y valores universales e inmutables; cuando hablo en favor de la negociación y en favor de la vía electoral, lo hago como vías políticas, no fanáticas, disfrazadas de “principios”; eso quiere decir que, a pesar de creer en esos dos principios fundamentales, negociación y elecciones, estoy dispuesto a aceptar que no se negocie y a abstenerme −como lo he hecho en tres oportunidades: 2005, 2018 y 2020− si esa es la decisión de la mayoría opositora, pues por encima de esos dos principios está el valor de la unidad opositora, del pueblo, para derrotar este régimen.

Por eso, en esos aspectos no soy muy “kantiano”, no me pongo como “modelo” de acción para la conducta de otros; escribo para reflexionar e inducir la reflexión; escribo en Venezuela y sobre todo no predico ni aconsejo a otros hacer cosas que yo no estoy dispuesto a hacer o a participar.

El voto en el exterior.

Concluyo, brevemente, con el voto en el exterior, tema al que me referí en un par de artículos, y que sigue tomando calor. Yo hablé de cuatro razones, en orden de su importancia y de menor a mayor, como barreras para votar en el exterior; la primera es la jurídica, el “marco legal” electoral, que llaman algunos, y que es el más fácil de superar; pero después vienen por orden de gravedad: las técnicas, las políticas y la más grave de todas las barreras, la falta de motivación para participar… ¿O es que alguien cree que quienes están en el exterior se fueron de vacaciones o por turismo? La mayoría se fueron por razones de peso y miles no quieren saber mucho de lo que dejaron atrás, excepto de sus familias. Por lo tanto, la barrera emocional contra el voto, contra la política y los políticos, esa “antipolítica” que ha sido cuidadosa y sistemáticamente cultivada, alentada por el régimen y secundada por algunos “opositores”, será la barrera más difícil de romper.

¿Es factible superar todas las dificultades para que quienes están en el exterior puedan votar? Es difícil, pero posible. En una próxima entrega hablaré de algunas experiencias concretas, desarrolladas incluso en Venezuela, que demuestran que es posible hacerlo si se logra la decisión política.

 https://ismaelperezvigil.wordpress.com/

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