Necesidad, valores y política
Fingir normalidad cuando el paciente está grave y requiere intervención urgente es una estupidez. Es el caso del régimen en Venezuela hoy
Si comparamos la gente venezolana de 1916 y la de 2016 ( la que está en el país y la que tuvo que irse) veremos dos países profundamente distintos, el segundo con un equipamiento humano y capital social incomparablemente superior: el primero con 3 millones de mayoría pobre, rural y analfabeta y el segundo con 30 millones de mucha más educación ( pasó de menos de mil estudiantes en educación superior a más de millón y medio), con profesiones y oficios productivos modernos, como lo han demostrado los millones de obligados a abrirse paso fuera del país remando contra corriente con solo su talento. La necesidad los obligó a activar su fuerza interior.
La política venezolana renacerá exitosa tanto más rápido cuanto antes se enraíce en este estado de necesidad que vive el país y supere los modos, hábitos y vicios que permitía la renta heredada. Ahora estamos obligados a nacer de nuevo descubriendo que sin las muletas quebradas del Estado somos capaces de hacer cosas productivas insospechadas.
En el siglo XX la población nativa se transformó y también se enriqueció con un nuevo mestizaje cultural productivo con cientos de miles de migrantes que llegaron en grave estado de necesidad, expulsados por guerras, pobrezas y persecuciones. Con sus talentos renacieron ellos y millones de sus hijos ya venezolanos; y con los nativos cambiaron esa sociedad y produjeron otra. Se abrieron puertas al ascenso educativo y a oportunidades productivas como en ningún otro país. La mayoría de los doctores y profesionales de hoy son hijos y nietos de campesinos y emigrantes, con muy pocos estudios.
Todo ello es importante hoy para renacer y rehacer una República exitosa, pero no tiene vida sin “el sublime aliento que al pueblo infundió” el Supremo, que cantamos en nuestro himno nacional. Ese “sublime aliento” rompe las cadenas y aviva los valores republicanos de libertad, justicia y solidaridad; esa solidaridad que convierte a los habitantes en ciudadanos responsables que crean el “nos-otros” del bien común en sociedad. Ahora que nos han quitado casi todo, nos han puesto ante el formidable reto de re-nacer y re-hacer el futuro. De ese fuego del espíritu prendido como chispa en medio de la necesidad brotan valores y fuerzas creativas insospechadas y contagiosas: no de arriba hacia abajo, sino de dentro hacia otros «dentro» y de la interioridad personal a la ciudadanía, de lo privado a lo público. Es el “sublime aliento” espiritual que da vida a las organizaciones solidarias con reconocimiento y amor al otro. Las instituciones y la República en tiempos de calamidades catastróficas renacen de la necesidad cuando rehacemos la política y la nueva República que necesitamos, soltando el pesado lastre del ya ruinoso Estado omnipresente, dadivoso y quebrado.
A primera vista parece que hoy Venezuela es solo pobreza y carencia. Pero ahí está el talento humano llamado a transformar el país como ayer hizo el Estado con la renta petrolera. Tenemos que descubrir y apostar a la inmensa riqueza de talento, educación, capacidades, oficios, profesiones y valores de esos 30 millones que forman nuestra “cultura mestiza” de 2022, para desde ahí construir un Estado pequeño y eficaz controlado por la sociedad civil y no por intereses partidistas.
La política trata de lo posible, pero más que nunca de hacer que lo necesario sea posible y lo convirtamos en realidad con nuestro esfuerzo y valores. El renacer de Venezuela no será vuelta al pasado (aunque es importante la memoria histórica), sino el fruto de la necesidad y de los valores, de la siembra y cosecha de virtudes republicanas. No es que los venezolanos repudiemos la política, más bien la pedimos a gritos, pero una política que enlaza necesidad presente con valores y los convierte en factores públicos multiplicadores del amor y la solidaridad creativa. Ese amor al prójimo es el “sublime aliento que al pueblo infundió” el Supremo Autor que busca que lo convirtamos en bien común y vida para todos.-