El clamor de Manos Unidas: 3.100 millones de personas en riesgo de pasar hambre, mientras el 17% de los alimentos del mundo se tiran a la basura
La ONGD organiza una mesa redonda sobre el hambre y el derecho a la alimentación
Elena de Luis Romero: «Hay que profundizar en las causas, y ver cómo se relaciona de manera directa con la pobreza y los más vulnerables (…). Hay hambre, pero el 17% de los alimentos se tiran a la basura»
Fidele Pdga, coordinador del departamento de Estudios y Documentación de Manos Unidas: «Tenemos que apostar en dos líneas de trabajo. La primera línea es educación para el desarrollo: el hambre es una cuestión política, y hay que combatirla también desde la política. Pero el hambre también es una cuestión de producción, por lo que la segunda línea es recordar la importancia de la agroecología, y apostar por los pequeños productores»
José Luis Orpella, misionero y médico: «En Kenia y Cuerno de África hay 400.000 personas a punto de morir de hambre, y 13 millones de migrantes y refugiados»
46 millones más que en 2020 y 150 millones más que antes de la pandemia del coronavirus; un aumento que afecta principalmente a África, donde la prevalencia de la subalimentación se sitúa en el 20 %
828 millones de personas hambrientas. Otros 2.300 millones de hombres, mujeres y niños con problemas de alimentación. 3.100 millones no pueden acceder a dietas saludables. Esa es la denuncia de Manos Unidas en la semana de lucha contra la pobreza. ‘¿Por qué? Causas del hambre en un mundo desigual‘ fue el título del debate que, moderado por Marta Carreño, trazó las razones de la sinrazón del hambre, y de los desafíos globales planteados, y exagerados, por las guerras, silenciadas o no, en todo el mundo.
Los datos son tumbativos: según la FAO, actualmente se produce lo suficiente para alimentar a casi el doble de la población mundial, 828 millones de personas sufren hambre y 3.100 millones de personas no pueden acceder a dietas saludables. Estas cifras reflejan un importante incremento del hambre: 46 millones más que en 2020 y 150 millones más que antes de la pandemia del coronavirus; un aumento que afecta principalmente a África, donde la prevalencia de la subalimentación se sitúa en el 20 %.
La primera en intervenir fue Elena de Luis Romero, consultora e investigadora en derecho a la alimentación y derechos humanos, quien analizó los últimos datos de seguridad alimentaria de la FAO. «Cada año, parece mentira que puedan superarse. Las cifras son demoledoras». Los datos son mucho más graves si hablamos de las otras 2.300 millones de personas que estarían en riesgo de seguridad alimentaria moderada o grave, situaciones que «ya no solo se dan en Africa o Asia, sino también en Europa. También en España».
Agenda 2030: los objetivos han empeorado
Frente a los datos, Elena de Luis Romero lamentó cómo la situación «ha empeorado» frente a los objetivos de la Agenda 2030. «Hay que profundizar en las causas, y ver cómo se relaciona de manera directa con la pobreza y los más vulnerables», especialmente en el caso de los pequeños agricultores, las mujeres y las comunidades indígenas.
«Esto vulnera el derecho a la alimentación, y toda la carta de Derechos Humanos: el derecho a la vida, a la educación, a la educación, la igualdad, la participación…»
Al tiempo, denunció la «paradoja» de que se desperdician el 17% de los alimentos, «que se tiran a la basura». «Esto vulnera el derecho a la alimentación, y toda la carta de Derechos Humanos: el derecho a la vida, a la educación, a la educación, la igualdad, la participación…». Junto a los derechos, las obligaciones para los estados, como proteger y garantizar la alimentación de su población. «Pero también establecer obligaciones para las empresas multinacionales, que tienen una relación directa con los sistemas alimentarios». «La cooperación internacional también es una obligación», incidió la experta.
Por su parte, Fidele Podga. Coordinador del departamento de Estudios y Documentación de Manos Unidas, abordó las principales causas del hambre y cuestionó algunos de los mitos o imprecisiones asociados a estas causas. «¿Por qué 828 millones de seres humanos no consiguen alimentarse dignamente?», se preguntó. La primera causa es la vinculación del hambre con la producción de alimentos.
Tenemos producción suficiente
«Tenemos producción suficiente para alimentar a todo el mundo», de modo que el problema es de acceso. «¿Por qué la producción no está donde están los hambrientos? ¿Por qué no se puede cultivar respetando el medio ambiente?», destacó Podga. «No hay ninguna declaración que vincule guerra con hambre», condenó, asegurando que «nadie puede negar el cambio climático».
«Espero que la sociedad civil se vuelque en la COP-27 que se va a celebrar en Egipto», incidió, criticando también los «flujos financieros ilícitos» que llevan a facturación falsa, explotación de especies protegidas, contrabando y, en general, «la corrupción que funciona con el beneplácito de los poderes» y que impide «un derecho tan básico para las personas como el de poder comer».
Los sistemas alimentarios globales, la eliminación de los mercados locales o la falta de inversión en la agricultura local son otros de los elementos a tener en cuenta para explicar este aumento del hambre. «Tenemos que apostar en dos líneas de trabajo. La primera línea es educación para el desarrollo: el hambre es una cuestión política, y hay que combatirla también desde la política. Pero el hambre también es una cuestión de producción, por lo que la segunda línea es recordar la importancia de la agroecología, y apostar por los pequeños productores».
Finalmente, y recién llegado de Kenia en un viaje de ida y vuelta, José Luis Orpella. Médico y sacerdote, socio local de Manos Unidas en la diócesis de Garissa, Kenia, el padre Orpella relató la crisis alimentaria en el Cuerno de África, especialmente el caso de Kenia, denunciando las causas estructurales y particulares de la región donde trabaja.
El negocio de la alimentación
«En Kenia y Cuerno de África hay 400.000 personas a punto de morir de hambre, y 13 millones de migrantes y refugiados», denunció Orpella, quien apuntó al cambio climático, los desplazamientos, los ataques islamistas y, especialmente, el negocio de la alimentación de los grandes conglomerados como causas. «Desde que llegué a Kenia en 1990, más del 80% de la población vive bajo el umbral de la pobreza absoluta», recordó.
En una sociedad donde se implanta la cultura del olvido, el ‘sálvese quien pueda’, es muy difícil un cambio político que acabe con el hambre en el mundo. Pero lo que sí es posible es resaltar la necesidad urgente de un cambio real para una redistribución equitativa de los alimentos»
«Hace 15 años las lluvias eran constantes en el tiempo, había dos estaciones de lluvia, se podían planificar las cosechas, pero todo esto ha cambiado. Hoy en día los agricultores no saben lo que hacer, no tienen tiempo para plantar, el río se desborda y destruye todo, las sequías son constantes, con temperaturas más altas y menos pastos para los animales», subrayó el sacerdote, quien lamentó «el derecho a la alimentación como arma», como se ha visto en las recientes elecciones en el país.
La falta de alimentos se debe a «factores externos», como los apuntados anteriormente. «En una sociedad donde se implanta la cultura del olvido, el ‘sálvese quien pueda’, es muy difícil un cambio político que acabe con el hambre en el mundo. Pero lo que sí es posible es resaltar la necesidad urgente de un cambio real para una redistribución equitativa de los alimentos». Ojalá así sea.