Teología Política de Roscio: Dignidad Humana, Justa Rebelión y Soberanía
Luis Ugalde, S.J.:
Juan Germán Roscio (1763-1821) es el autor más importante en la búsqueda de argumentos religiosos para conciliar el catolicismo con el republicanismo político. Entendió que la superación del Antigua Régimen era una verdadera revolución cultural. En la sociedad colonial hispana con un matrimonio tan estrecho entre monarquía absoluta y religión católica la batalla ideológica par hacer compatibles la soberanía popular con el catolicismo e incluso demostrar la incompatibilidad del catolicismo con la sociedad estamental y el absolutismo monárquico colonial era primordial; la batalla de las ideas eran tanto o más importante como la lucha con las armas. En la Iglesia, durante el siglo XVIII, XIX y buena parte del XX, prevaleció el pensamiento a favor del Antiguo Régimen y de la monarquía. Roscio se sentía especialmente preparado y cada vez con una convicción más clara de que esa lucha era su misión política y también religiosa.
Pinceladas biográficas
Roscio nació en San Francisco de Tiznados (Hoy Edo. Guárico) hijo de padre Italiano del ducado de Milán y madre venezolana mestiza. Fue un jurista muy competente con sólida formación religioso-teológica dentro del Antiguo régimen colonial y sin salir de Venezuela.
Con la protección de la esposa del Conde de San Javier, María de Luz Pacheco, pudo realizar los estudios universitarios en Caracas. En 1992 obtuvo en la Real Pontificia Universidad de Caracas el título de bachiller en Cánones; dos años después el doctorado en Cánones, y en 1800 el doctorado en Derecho Civil.
Antes de 1809 fue funcionario, profesor universitario y se desempeñó como jurista reconocido dentro del régimen colonial.
El 19 de abril junto con José Félix Sosa irrumpió en el Cabildo como “diputado del pueblo” y participó con su amigo el canónigo José Cortés de Madariaga en las acciones del pueblo contra el Capitán General Emparan. Entró en la Junta Conservadora de los Derechos de Fernando VII y el 27 de abril fue nombrado Secretario de Relaciones Exteriores. Era partidario de la independencia total, pero consideraba que el ambiente político no estaba maduro para que el pueblo comprendiera y apoyara mayoritariamente ese paso. Apoyó esta etapa transitoria de la Junta de Defensa de los Derechos de Fernando VII por “la necesidad de no alarmar a los pueblos”. Los hechos demostraron que varias provincias (como Coro, Maracaibo y Guayana) no estaban por la independencia y la mayoría del pueblo era fácil de ser activada en defensa del rey.
Tuvo actuación importante en el Primer Congreso Constituyente Nacional
en el que participó como diputado por Calabozo. Para el paso definitivo de
la Independencia en 1811 redactó el Manifiesto que hace al Mundo la
Confederación de Venezuela y, junto con Francisco Isnardy, el Acta de la
Independencia. Hizo también aportes importantes a la Primer Constitución cuya redacción definitiva es de Ustáriz.
En 1812 la Primera República fue derrotada y se firmó la Capitulación de Miranda con las garantías de la recién aprobada en España la liberal Constitución de 1812 y Monteverde violó las garantías ofrecidas; entre los muchos atropellos Roscio fue apresado, sometido a escarnio público y enviado a Cádiz con otros siete con la siguiente recomendación: “Presento a V.M. esos ocho monstruos, origen y raíz primitiva de todos los males de América” (Roscio en el Correo del Orinoco en 1820). En Cádiz fue rechazada su solicitud de libertad de acuerdo a la Capitulación, y fueron enviados presos a Ceuta donde Roscio escribió El Triunfo de la Libertad sobre El Despotismo. El 21 de noviembre de 1815 con ayuda británica y del amigo inglés Thomas Richard lograron su liberación.
El año 1816 empieza el definitivo cambio favorable a la causa de la Independencia de Venezuela, luego de la derrota espantosa de la Segunda República y de la guerra a muerte (1813-14). Bolívar organiza desde Haití una nueva expedición y escribe a Madariaga que ya están en Jamaica: ”Usted y nuestros amigos Roscio y Castillo harían un fraude a la república, si no le tributasen sus virtudes y sus talentos quedándose en una inacción que sería muy perjudicial a la causa pública” (cit.Ug.p.42) P.41 La mayoría de las notas de esta presentación se presentarán de esta manera y se referirán al libro mío El Pensamiento Teológico-político de Juan Germán Roscio en su segunda edición publicada en la UCAB en 2007. La primera publicación la hizo en 1992 La Casa de Bello. Me he visto obligado citar de esta manera pues en estos días de cuarentena no tengo acceso a la biblioteca de la UCAB y sólo tenía a mano este librito donde están las notas que se refieren a las fuentes originales).
Roscio estaba decidido a vincularse con la lucha, pero estaba decidido a publicar entes su manuscrito en Filadelfia. Desde 1814 en España dominaba la restauración de Fernando VII y del Antiguo Régimen con apoyo de las potencias de la Santa Alianza. Para 1816 Morillo había llegado a Margarita con un ejército de más de 10.000 hombres para someter a los rebeldes y ese año el embajador español en Roma, Vargas Llaguno consiguió ese año 1816 que el Papa Pio VII firmara la encíclica Etsi Longissimo con una condena rotunda de las rebeliones americanas. Ello daba aún más importancia al empeño de Roscio en divulgar su argumentación teológico-político contra las monarquías despóticas y el derecho de los pueblo a la libertad y darse el gobierno que consideraran más conveniente.
Estudios de Roscio y Conflictos existenciales
El cambio político-religioso de Roscio desde finales del siglo XVIII fue madurando con los hechos públicos en España y en Venezuela, los conflictos personales y las crecientes contradicciones entre la evolución de su pensamiento y el orden colonial hispano de discriminaciones estamentales y monarquía absoluta.
El ejercicio de su profesión lo llevó a enfrentarse a las chocantes barreras de la sociedad estamental en la que los mantuanos eran hombres de primera y los pardos, mestizos, negros y blanco de orilla discriminados. De acuerdo a eso el Cabildo de Valencia prohibió a Isabel María Páez el uso de la alfombra para arrodillarse en la Iglesia, por no ser ella mantuana, ni tener “la pureza de sangre” requerida. Roscio como abogado defensor fue a fondo en su argumentación con su revolucionaria afirmación sobre la igual dignidad de toda persona humana, tal como había aprendido en su filosofía y teología escolástica y en su vivencia cristiana: “¡Infeliz estado, aquel en que la vanidad, la locura y entusiasmo usurpan el premio debido por derecho natural y divino al mérito y a la virtud!”(cit. Ugalde p. 36). Este radical rechazo de las barreras estamentales lo refuerza en un párrafo no menos fuerte: “¡Desgraciado pueblo! Aquel en el que la nobleza hereditaria, que es la tercera e ínfima clase se prefiere a la de segunda que es la civil, y lo que es más a la natural, que es la primera clase, las más excelente de todas, la real y verdadera, la celebrada en divinas y humanas letras y la estimada y amada de Dios y de los buenos.(…) y a la verdad sólo ésta debía y debe gozar de todas las distinciones y caracteres inventados por la política de las naciones” (Cit. Ug. p.36) Ya aquí Roscio afirma rotundamente el principio teológico de la dignidad humana que está llamado a subvertir todo el orden colonial, tanto en lo social como en lo político.
Este duro ataque no se limita a la defensa de pardos y de blancos de orilla, sino también de esclavos negros: “Y verdaderamente sólo la ignorancia de las leyes de la naturaleza y la atrevida ciencia de los escolásticos pudieron pretender excluir de la especie humana a los negros” (cit. Ug. p. 50). Afirmará que los esclavos negros pueden ser más digno y nobles que sus amos mantuanos “porque los hombres nacieron todos libres, y todos son igualmente nobles, como formados de una mima masa y criados a imagen y semejanza de Dios” (cit. Ug. p.49). Considera además que es inútil y ridículo perder el tiempo discutiendo insensateces sobre pelucas abanicos, polvos y otras fruslerías así como en “pleitos sobre alfombras y tapetes”. A lo largo de su vida y de su pensamiento el desarrollo de esa idea básica será la matriz de todo su pensamiento.
Cuando en 1798 siendo ya profesor universitario quiso entrar al Colegio de Abogados de Caracas le prohibieron el ingreso por ser nieto de e hijo de mestiza. El licenciado Joaquín Suárez de Rivera actuó como censor acusador y calificó sus ideas de “subversivas, heréticas, sacrílegas y sanguinarias”, “tanto por opuestas a las leyes fundamentales del reino, como por ser capaz de excitar una queja nutrida de odios, resentimientos y discordias peligrosas contra el sosiego y la tranquilidad pública.”(cit. Ug. p. 50)
La argumentación jurídica de Roscio fue irrebatible y, aunque la sentencia se retrasó hasta 1801, al final fue favorable a su al Colegio de Abogados.
A partir de 1809 va tomando fuerza la inquietud de la independencia y Roscio camina aceleradamente hacia la ruptura total con el orden colonial, sacando todas las consecuencias del principio básico de igual dignidad humana de su fe y teología católica, que guiarán toda su vida.
Justa Rebelión Política
En 1811 en el Manifiesto de la Independencia defenderá el derecho natural de los pueblos a darse su propio gobierno y la legitimación jurídica de la Primera República. En la breve duración de ésta, además de los enfrentamientos armados, se presentaron muchas ocasiones para difundir sus ideas en pro de la independencia y de la justa rebelión contra el despotismo. El régimen español exigía sumisión argumentando que ir contra el Rey era ir contra Dios. Una circunstancia especial presentó la ocasión para que el Gobierno delegara en Roscio la respuesta a quienes en Nirgua se adherían a la República. Los vecinos de Nirgua animados por los de San Felipe rechazaron la monarquía en un acto en plaza pública, arrojando al fuego el retrato de Fernando VII. El ayuntamiento se adhirió al Gobierno republicano de Caracas y pidió su apoyo. Roscio el 18 de septiembre de 1811 envió la respuesta a la Municipalidad de Nirgua, que fue publicada además en la Gaceta de Caracas con el nombre Patriotismo de Nirgua y Abuso de los Reyes. Pocos meses después también se publicó en Caracas en forma de folleto de unas 15 páginas.
Con el argumento de la dignidad natural de las personas y de los pueblos Roscio enfrenta lo que llama la “Teología feudal” la que él estudió en la Universidad de Caracas y que en lo político exigía apoyo a la monarquía absoluta.
Recuerda que la total sumisión al Rey como parte de la obediencia a Dios se enseñaba y se respiraba desde la más tierna infancia. Todo el sistema de formación y toda la cultura ambiente incluían esta idea: “Desde mis primeros años-dice- vivía yo persuadido de que el rey era Señor de vidas y haciendas (…) Desde la cocinera de mi casa, hasta el cura de mi parroquia era tan trivial esta doctrina, que no podía menos de llegar muy luego al conocimiento de los niños. Al Rey y la Inquisición, chitón era otra máxima todavía más frecuente que aquella” (cit.Ug. p 59). Esa idolatría a los reyes era enseñada y defendida por eclesiásticos que “abusando de su ministerio y de las santas Escrituras, empeñaban su palabra en mantener la ilusión de los pueblos para que no se instruyesen del viciosos origen de los reyes” ( cit.Ug. p. 61) En consecuencia de todo eso “Piensan muchos ignorantes que el vivir sin Rey es un pecado” (cit. Ug. p. 61). A lo que Roscio opone que el gobierno de monarquía absoluta es pésimo ”nacido casi siempre de la violencia y del fraude, fomentado por el fanatismo y la superstición y transmitido por esta vía desde el gentilismo hasta nuestros días” (cit. Ug. p.62). Luego trae ejemplos demostrando que se puede vivir sin rey y cita que así vive “la primera (nación) que recobró su independencia y libertad en este Nuevo Mundo” (cit. Ug. p. 62). ”Dios no creo reyes ni emperadores, sino hombres hechos a imagen y semejanza suya” (Ib.). Aquí deja ver que quien crea diversas formas de gobierno es el hombre y no hay que sacralizarlas, sino analizar racionalmente desde el punto de vista de la dignidad humana lo que es más conveniente. Aun después del pecado original “queda la libertad, capacidad y derecho de los pueblos para quitar, alterar o reformar el gobierno establecido cuando así lo exige la salud pública y el convencimiento de ser establecido para servir y no para dominar a los hombres” (cit. Ug. p.63). El criterio es que son los pueblos los que han de decidir lo que mejor sirve para su vida.
En sustancia dice que para quienes reconocen al verdadero Dios no hay monarquía absoluta, pues todos son semejantes y la autoridad política es puesta por ellos y debe rendirles cuentas. Así va argumentando en contra el absolutismo monárquico con citas de la Escritura. Los monarcas absolutos nacen por la fuerza y se mantienen por la idolatría que cultivan. Roscio es muy lúcido al enfrentar el pensamiento eclesiástico dominante de su tiempo y señalar que el poder busca la legitimación de parte de la religión de manera que los reyes sean “reputados y adorados como deidades” (cit. Ug. p.65) “Engañan a los pueblos y les hacen creer que su autoridad venía inmediatamente de los cielos; que ningún monarca tenía superior sobre la tierra; que su voluntad era la de los dioses; que aunque fuesen tiranos y malévolos, debían ser reconocidos, obedecidos y adorados como divinos”(cit.Ug. p.65)
Los jesuitas habían sido expulsados de España y de todas sus colonias cuando Roscio tenía 4 años. Desde entonces los profesores universitarios tenían que jurar que no iban a enseñar la doctrina “jesuítica” de la justa rebelión como moralmente aceptable. Por el contrario, se enseñaba el “derecho divino de los reyes”, que en sustancia enseñaba que los reyes eran puestos por Dios y los súbditos no los podían quitar, ni cambiar; si eran buenos era una bendición de Dios; si se convertían en tiranos, era un castigo de Dios, pero sólo Él podía pedirles cuentas. Esta no era la doctrina tradicional católica, pero era la que los teólogos de las monarquías absolutas como Luis XIV habían impuesto como única los siglos XVII y XVIII. Por el contrario la doctrina tradicional,-sólidamente argumentada por Santo Tomás y reavivada por los jesuitas como Mariana, Suárez y otros-, enseñaba, que son los pueblos los que escogen el tipo de gobierno que quieren para el bien común; cuando los gobernantes se convierten en tiranos, pierden el derecho de gobernar y los súbditos los deben cambiar; si se resisten tienen derecho a la legítima rebelión contra esos tiranos convertidos en mal común.
Roscio dice que la manipulación religiosa a favor de las monarquías despóticas es doble: “usurpación de los derechos del cielo, usurpación de los derechos del pueblo” (cit. Ug. p. 65) Su argumentación lo refuerza con citas del Antiguo Testamento. Luego presenta a Jesucristo como “Libertador y Redentor”, que “no podía aprobar la usurpación de los emperadores de Roma y demás opresores de aquella época, pero no cae en el error de presentarlo como líder político, sino que resalta principios evangélicos que tienen importantes consecuencias políticas: “La doctrina de Jesucristo era una declaración de los derechos del hombre y de los pueblos. Sin cesar les hablaba de su igualdad primitiva; los consolaba de los horrores de la tiranía; los exhortaba en términos muy expresos a que no tomasen la cualidad de señor porque sólo tenían uno que era el mismo Jesucristo y todos los demás hombres eran hermanos” (cit.Ug. p 66)
Luego introduce otro término de la Ilustración, la Soberanía de los pueblos como superiores a los monarcas. Esa parte será ampliamente desarrollada en el libro que escribió en la cárcel de Ceuta pero ya está presente en la argumentación caraqueña de Roscio en 1811. “Sumisión racional y no ciega era lo que exigía de los individuos este divino Libertador por boca del Apóstol en carta a los romanos (Rom.12, 1), De ahí surgen las persecuciones contra los cristianos. Los poderes políticos no pudieron acabar con el cristianismo por medio de la persecución, pero estuvieron a punto de corromperlo con el halago de las riquezas y del poder. Se le quitó al pueblo cristiano el derecho de juzgar y de cambiar gobiernos y se afianzó el despotismo y la ignorancia “para esconder bajo el celemín las verdades fundamentales de los derechos del pueblo” (cit. Ug. p. 68) Con la sumisión absoluta a los tiranos deforman la política y también la religión cristiana, ”una religión que subordinando el interés personal al social, manda al hombre que se penetre de su dignidad, que cultive la razón, que perfeccione sus facultades para concurrir a la felicidad de nuestros semejantes…”(Ib.). Menciona cómo la sumisión absoluta exigida prohibía la justa rebelión contra los tiranos y recuerda cómo se imponía el juramento universitario “ordenando que ninguno pudiere obtener cátedra ni grado literario, sin que antes jurase defender, ni aun como probable, la opinión del regicidio que antes de Wiclef había enseñado el célebre Francisco Juan Petit y sostuvieron posteriormente los jesuitas. He aquí la verdadera causa porque fueron arrojados de los reinos y provincias de España: todo lo demás fue un pretexto de que se valieron los tiranos para simular el despotismo y condenar la censura y venganza que merecía el decreto bárbaro de su expulsión. También lograron extinguir la Compañía” (cit. Ug. p. 69).
Luego ataca la bula de Alejandro VI que otorgó a los reyes de España el dominio de la América hispana y argumenta contra el juramento de fidelidad al Rey por parte de los súbditos americanos.
En resumen podemos decir que en toda la argumentación del Patriotismo de Nirgua no hay nada que no se apoye en la sana escolástica católica, ni que dependa de textos nuevos de los ilustrados y de los teóricos liberales, aunque sabemos que Roscio los conocía. Este folleto escrito para una circunstancia muy concreta, la trascendía y sustentaba una doctrina católica más básica y general, que lamentablemente buena parte de la Iglesia Católica de los siglos XVII y XVIII no enseñaba ni aceptaba. Incluso en todo el siglo XIX hay un profundo choque entre catolicismo y política liberal, especialmente en el Papado de Pio IX. En España todavía en las últimas elecciones antes de la guerra civil en 1936 se discutía si un católico podía ser no monárquico y votar por un partido de derechas como la CEDA de Gil Robles.
Afortunadamente con el Concilio Vaticano II (1962-1965) se liberó la reflexión política católica en la línea que marcó siglo y medio antes Roscio.
. A causa de la persecución desatada a la caída de la Primera República este folleto de Roscio desapareció en Venezuela y luego volvió a editarse en 1824 (ver Ugalde pp. 73-83)
Soberanía Popular de origen natural y divino
En Roscio hay un radical cambio político a lo largo de su vida, pero este no se produjo de una sola vez. El nos habla de su conversión en 1809 cuando optó por la Independencia, actuó en consecuencia el 19 de abril de 1810 y luego fue importante actor en el proceso que llevó a la proclamación de la Independencia y en el diseño y justificación de la República Federal, y en la elaboración de su Constitución. También tuvo parte importante en el Ejecutivo de la Primera República (1811-1812)Por eso tras la Capitulación de Miranda violada por Monteverde, Roscio fue apresado, sometido al escarnio público y enviado preso junto con otros siete “monstruos” a Cádiz donde lo que quedaba de gobierno español independiente de la invasión napoleónica acababa de aprobar la liberal Constitución de 1812. Constitución que nada más nacer fue violada en relación a nuestros presos y a la Capitulación en general. De allí los llevan a la cárcel de Ceuta donde estará hasta fines de 1815. Ayudados por el inglés Thomas Richard y los ingleses el 21 de noviembre de 1815 salen en libertad Roscio y sus compañeros. Entre 1814-15 escribe en la cárcel su libro El Triunfo de la Libertad sobre el Despotismo. Más bien como recurso literario que como realidad histórica afirma que su conversión se dio en la cárcel al leer un libro que no conocía antes.. La verdad es que la transformación de Roscio, de su acción política y de sus ideas llevaba ya por lo menos 20 años como lo demuestra lo dicho hasta ahora. A lo más pudiera hablarse de “segunda conversión” aquí en la cárcel o más bien de confirmación y fortalecimiento de sus convicciones. Este libro es una confirmación y desarrollo más amplio de sus convicciones republicanas y sus argumentos principales ya están en el Patriotismo de Nirgua. Seguramente para darle más contraste, dramatismo y vigor a la confrontación central entre soberanía de los reyes absolutos y la soberanía del pueblo, presenta en los capítulos IV y V el contraste entre Falsa Idea de la Soberanía (IV) y Verdadera Idea de la Soberanía (V).Es obvio que Roscio llevaba años combatiendo la falsa idea de soberanía, pero seguramente le pareció más elocuente presentar una idea derrotando a la otra y llevándolo a una conversión fulminante. Por eso mismo casi la mitad del capítulo V es una cita larga de un libro donde se presenta de manera clara el concepto de la soberanía, es decir la idea de que cada ser humano tiene su soberanía natural otorgada por Dios y cuando deciden vivir en sociedad crean la soberanía artificial; la soberanía política es creación humana basada en la condición natural y en la razón. Esta no solo es compatible con su fe católica sino que es la expresión política más genuina y acorde con los procesos anteriores de conversión. La soberanía del pueblo nace mediatamente de dios e inmediatamente por la creación del hombre poniendo juntas todas las soberanías de los integrantes de la sociedad política. Resumamos estos dos capítulos decisivos en lo referente a la visión teológica y republicana de la política que Roscio quiere transmitir y difundir en su libro Triunfo de la Libertad sobre el Despotismo.
El capítulo IV habla de la falsa idea de soberanía que presenta como suya y de todo fiel seguidor del Antiguo Régimen. Era, dice un concepto “ridículo y chocante a la razón”. “Imaginaba yo que la soberanía era una cosa sobrenatural e invisible, reservada desde la eternidad para ciertos individuos y familias e íntimamente unida con la palabra Rey”. Una especie de gracia santificante que consagraba a una familia especial con todo el poder de la sociedad y sobre la sociedad. “El carácter real exoneraba al monarca del cumplimiento de las leyes”. Ese poder “en las monarquías absolutas es hereditario, no importa cuán limitado e incapaz sea el heredero. “Este era Señor-confiesa Roscio a manera de las Confesiones de S. Agustin – el concepto que yo tenía de la soberanía” (ciertamente ya no en 1809). Añade más dramatismo al decir “Me escandalicé la vez primera que abrí una obra de derecho natural y en ella leí lo siguiente (eso seguramente ya ocurrió antes de 1790 en su nutrida biblioteca). Aquí empieza el capítulo V sobre la Verdadera Idea de la Soberanía. Este capítulo arranca con unas tres cuartillas entrecomilladas (por error la edición venezolana del siglo XX abre las comillas pero luego no las cierra como debiera después de Prov.4 y eso contribuye a la confusión) Esa parte no es de Roscio y no se sabe quién es el autor ni de qué libro lo toma. Es el texto que ilumina a Roscio más allá de las convicciones republicanas que ya traía. Este capítulo de ideas lockianas más que rusonianas, lo toma textualmente de un libro de autor desconocido que él lee en la cárcel culmina su pensamiento de armonía y síntesis entre pensamiento cristiano y escolástico que él traía con los fundamentos de la política democrática liberal. Le sirve para dramatizar en sí mismo la lucha entre ambas ideas de soberanía
Veamos algunos elementos claves que Roscio cita entrecomillas:
“Soberanía es el resultado del poder y de la fuerza moral y física de los hombre congregados en sociedad: fuera de ella cada uno es un pequeño soberano… Creado a imagen y semejanza del Creador el hombre es algo especial entre las creaturas y Dios le comunica el atributo de la soberanía y poder. Sería “ilusoria y vana” la expresión “imagen y semejanza de Dios” si no le hubiera dado los rasgos de la soberanía y demás dones necesarios a su defensa, conservación y felicidad”. Fuera de la sociedad cada uno es soberano como Adán, pero tiene “inclinaciones sociales. Ante la violencia de los malos, procura “aumentar su poder y su fuerza asociándose a sus semejantes”. De ahí nacen el contrato social y la voluntad general para “la administración del fondo común” constituido por el “cúmulo de tantas soberanías individuales”. De ahí surge el bien común y la voluntad general de todos ”en que se halla comprendida la suya como parte de este todo”.
La razón natural que Dios nos ha dado nos lleva a ello y, como producto de la razón ilustrada, nace el poder Legislativo que es el principal y más noble. De ahí la fuerza moral a la que “vive sometido el hombre de bien”. Esa sociedad desarrolla el gobierno y su administración, las leyes, los castigos…
Al final de esa cita de tres páginas Roscio continúa: “Esta lección que a primera vista fue para mí un escándalo (aquí se pone en el lugar de quien vive el falso concepto de soberanía), empezó no obstante a quitarme la venda de los ojos. Llamar soberanía al resultado de la voluntad general del pueblo, al resumen de sus fuerzas espirituales y corporales, me parecía un sueño” (cit. Ug. p. 82).Le chocaba ver la soberanía “no en el empíreo en favor de ciertas personas y familias”, “sino diseminada entre todos los hombre y reconcentrada en las sociedades”. Era el descenso del cielo a la tierra, “de los espacios imaginarios a las llanuras de la realidad” Pero poco a poco-dice Roscio- me fui habituando a escucharla sin escrúpulos y sin zozobras”. Roscio dirá que con el auxilio de este libro, cuyo autor ignoramos, fue comprendiendo la soberanía que hay en la condición humana y ha de ser construida moralmente con su iniciativa y creatividad. Descubre también cómo de la condición humana deriva el impulso a la opresión usando el oro; “con este metal soberano es que se corrompe y compra la fuerza y poder de la multitud para sojuzgar a los demás, para sostener usurpada la majestad del pueblo”. Ese libro le sirvió “para acabar de concebir una idea del sencillo y natural sistema de las sociedades políticas. La política como construcción de la razón y de la moral humana querida por Dios, pero no dictada por
Él. Los gobiernos pueden ser democráticos, aristocráticos o incluso de un solo gobernante, pero siempre sometidos a la Constitución y rindiendo cuentas al soberano que es el pueblo todo. La dignidad humana es la creadora de esa política y es también el fin de ella. No acepta ni la esclavitud ni el poder hereditario. Los administradores tienen el “mero ejercicio de esta soberanía” y “la libertad sola vale más que todo el oro del mundo””Convencido Señor de estas verdades me entregué a la reflexión”.
El libro de Roscio no termina con la presentación de la idea de soberanía en los dos capítulos mencionados sino que tiene 49 capítulos más en los que hace una lectura reflexiva de diversos pasajes del Antiguo y Nuevo Testamento y también de la historia de la relación de la Iglesia católica con el poder el Imperio Romano hasta la Ilustración, Napoleón y la Santa Alianza restauradora del Antiguo régimen. En todos los capítulos argumenta desde la perspectiva de la soberanía popular y rechazo del absolutismo pues Dios quiere la liberación de los pueblos y no su opresión. En el nuevo Testamento parte con la afirmación de que “los negocios de Estado no pertenecen a la misión de Jesucristo” p 183 de la edición de Monte Avila editores 1983).
Muy acertadamente subraya una y otra vez que la Biblia no es fuente de conocimiento científico en ninguna actividad humana, sino que se refiere, inspira e ilumina la relación del hombre con Dios. La Escritura no revela verdades médicas, ni sirve para mejorar la agricultura o el arte de la guerra, aunque a lo largo de ella hay recomendaciones médicas, militares, o económicas totalmente discutibles y que no obligan al creyente. “¿Cómo le hará creer que es ateo, excomulgado y diabólico, el médico que tildare a S. Pablo por no haberle recetado cerveza sino vino a su valetudinario discípulo?” ( Op. Cit. p .390)
De la misma manera la Biblia no es autoridad sobre la ciencia política y las formas de gobierno. Los reyes son hechura humana “porque el ser tal se lo debe al pueblo, de quine como fuente visible de autoridad y poder, le viene inmediatamente toda la jurisdicción que ejerce.
Dedica ocho capítulos a la idea de que la obediencia a los gobernantes no ha de ser ciega, sino discernida y razonada. No se debe obediencia ciega al “poder de un monarca opresor” (Op. Cit.p. 265) Lo cual implica verdadero poder para juzgarlos distinguiendo la autoridad legítima de la tiranía.
Dedica un par de capítulos a rechazar la esclavitud.
El tema de la relación de la Iglesia con el poder político recibe una amplia reflexión. La Iglesia pasó de ser perseguida por el imperio Romano a reconocida primero y luego a oficial y exclusiva, por tanto perseguidora. La indebida mezcla de lo religioso de inspiración evangélica con el poder absoluto termina llevando a la Iglesia a bendecir tiranías y a condenar y excomulgar a sus opositores y a desarrollar falsas doctrinas sobre el poder y la obediencia política
De la cárcel de Ceuta a Angostura pasando por Filadelfia
Roscio reflexiona sobre el modo de llevar estas verdades no simplemente a una cátedra universitaria, sino al pueblo sometido que creía en que ir contra el rey era ir contra Dios. Esta había de ser su tarea al salir de la cárcel, sembrar la idea sin la cual el triunfo de las armas sería imposible o efímero. ¿Por qué los americanos apoyan la causa del rey? “Por las falsa ideas de religión y política que aprendieron desde la cuna y mediante las cuales creen que es un atentado contra Dios y su santa religión el levantarse contra el despotismo español, desprenderse de él y fundar un sistema de independencia” ( cit. Ug. p. 44)
Roscio y sus compañeros liberados llegan a Jamaica en 1816. Allí recibe la invitación de Bolívar para que se incorpore a la nueva etapa republicana que se va a abrir en Angostura (citar Ugalde p.41). Pero antes urge cumplir con su aporte más importante que era difundir las ideas de soberanía popular para que las ideas y el sentir del pueblo se liberaran de la adoración religiosa del rey. Para ello viaja a Nueva Orleans y Filadelfia donde logra publicar en 1817 su libro El Triunfo de la Libertad sobre el Despotismo redactado en la cárcel. No quería morir antes de publicar aquellas ideas “que tienen por objeto el combatir los errores religiosos y políticos que afianzan la tiranía y la servidumbre” ( cit.Ug. p. 43) En Filadelfia escribió el Catecismo religioso-político contra el Real Catecismo de Fernando VII que con breves preguntas y respuestas a modo del catecismo buscaban difundir esas ideas. Este catecismo se editó en Angostura en 1821.También en Filadelfia tradujo del francés y publicó en edición bilingüe español-inglés la Homilía del cardenal Chiaramonti, Obispo de Ímola actualmente Sumo Pontífice Pío VII en la que el prelado se manifestaba abierto a las ideas políticas republicanas.
Estando en Filadelfia enfermó de gravedad y el 14 de abril de 1818 hizo su testamento subrayando sus dos fidelidades, su fe en Jesucristo y su adhesión a la causa republicana: “Primeramente declaro y confieso que profeso la religión santa de Jesucristo, y como más conforme a ella, profeso y deseo morir bajo el sistema de gobierno republicano y protesto contra el tirano y despótico gobierno de monarquía absoluta como el de España”(cit Ug. p.45) Hace el testamento a favor de su hermano sacerdote que vivía en Cádiz José Félix Roscio y le pide que cuando cambien las circunstancias y pueda recuperar las propiedades “ las emplee en continuar la guerra contra los tiranos que pretendan oprimir por más tiempo la América del Sur.” (Cit. Ug. p. 46).
Recuperada la salud a fines de 1818 regresó a Angostura, nueva capital política de Venezuela. Allí colaboró en la preparación del Congreso en el que participó como diputado, tuvo importante participación en los debates y redacción de los documentos legales y fue cofundador y asiduo colaborador del Correo del Orinoco.
En 1819 Roscio como Presidente del Congreso escribe a Peñalver y Vergara, Comisionados del Congreso de Venezuela en la Corte de Londres, unas instrucciones para su buen desempeño político en Europa. En ellas aborda el tema de las relaciones con el Papa en los siguientes términos:
1-“Abrirán comunicaciones con el Papa como Jefe de la Iglesia Católica y no como señor temporal de las legaciones” En este segundo papel los independentistas serán considerados rebeldes al Papa, mientras que en el otro se mostraban como católicos deseosos de fidelidad y encuentro. Roscio no aceptaba el Regio Patronato.
2-“Contra las imposturas de nuestro enemigo le declararán que la religión católica es la que se profesa en la Nueva Granada y Venezuela y en toda la América insurrecta contra la dependencia colonial y tiránica del Gobierno español”.
3-“Le dirán que este mismo gobierno opresor y desolador de la América se jacta de ser auxiliado por el sucesor de San Pedro contra la emancipación y felicidad de estos países; sus fieles habitantes han tenido por apócrifas las letras comprobantes del auxilio” (Se refiere a la Encíclica papal Etsi Longissimo de 1816 que tuvo poca incidencia y que muchos en América divulgaron la idea de que era falsa…).
4-“Le comunicarán, si fuese necesario, las pruebas ineludibles de la justicia de nuestra causa, acumuladas en una multitud de impresos”.
5-“Le recordarán la homilía que predicó el mismo Papa siendo obispo de Ímola en la República Cisalpina, aplaudiendo el sistema republicano como conforme al Evangelio de Cristo”.
6-“Le demostrarán que ninguna autoridad es más legítima y digna de ser obedecida que aquella que se deriva del pueblo, única fuente inmediata y visible de todo orden temporal (…)
7-En suma le propondrán las bases de un Concordato y el nombramiento de una persona suficientemente autorizada para concluirlo en Venezuela”
El fruto de estas recomendaciones no lo vio Roscio que falleció en 1821, pero se evitó la ruptura de las nacientes republicas americanas y la Santa Sede. El encuentro del arzobispo de Mérida Lasso de La Vega y Bolívar en 1821 en Trujillo fue decisivo a que el prelado se volviera favorable a la causa republicana y contribuyera a que Bolívar escribiera al Papa en 1822, recibiera una respuesta amistosa y años después se procediera al nombramiento de obispos en la América republicana sin pasar por el sistema español.
Al crearse la Gran Colombia fue nombrado Vicepresidente del Departamento de Venezuela
Roscio murió el 10 de marzo de 1821 en la Villa del Rosario de Cúcuta donde iba a presidir la apertura del Congreso Constituyente de la Gran Colombia. Un mes después el Correo del Orinoco anunciaba su muerte y honraba a este “Sabio ilustre, Magistrado íntegro, Patriota eminente y virtuoso Ciudadano”. “Aunque ya no existe entre nosotros-dice- su memoria vivirá eternamente” “ sus escritos elocuentes, en que confundió e hizo temblar a los tiranos, defendió la causa de la libertad, y sostuvo los derechos de la humanidad, serán siempre leídos con placer y entusiasmo por nuestras más distantes generaciones” (cit.Ug.p.48)
Poco se sabe de la vida familiar de Roscio. Se casó en Angostura en mayo de 1819 con Dolores Cuevas, una patriota nacida en España y tuvieron una hija. El Gobierno de Rojas Paúl en 1889 acordó la asignación de una pensión mensual de 140 Bs. “a la Sra. Carmen Roscio, hija del Ilustre doctor Juan G. Roscio” ( cit. Ug. p.47)
A MODO DE EPÍLOGO
Nosotros podemos remontarnos dos siglos atrás para dialogar con Roscio. Si de la misma los defensores de la Independencia pudieran trasladarse al futuro, tendríamos a Juan Germán Roscio de observador en el Concilio Vaticano II donde la Jerarquía de su vieja Iglesia Católica reflexionaba sobre los temas político-religiosos que a él tanto le preocuparon. Con viva emoción el 7 de diciembre de 1965, concluyendo los 4 años de trabajo del Concilio, escucharía a los obispos de todo el mundo reunidos con el Papa Pablo VI el MENSAJES DEL CONCILIO A LA HUMANIDAD dirigido con humilde tono de reconciliación hacia determinados grupos con los que había tenido la institución eclesiástica malentendidos y rupturas, como las mujeres, los hombres del pensamiento y de la ciencia, los trabajadores, los gobernantes y otros. La emoción de Roscio subiría al escuchar las palabras dirigidas a los gobernantes “Es a vosotros a quienes toca ser sobre la tierra los promotores del orden y la paz entre los hombres…”. “En vuestra ciudad terrestre y temporal construye El (Cristo) misteriosamente su ciudad espiritual y eterna: su Iglesia. ¿Y qué pide ella de vosotros, esa Iglesia, después de casi dos mil años de vicisitudes de todas clases en sus relaciones con vosotros, las potencias de la tierra, qué os pide? Os lo dice en uno de los textos de mayor importancia de su Concilio; no os pide más que la libertad: la libertad de creer y de predicar su fe; la libertad de amar a su Dios y servirle; la libertad de vivir y de llevar a los hombres su mensaje de vida. No la temáis: es la imagen de su Maestro, cuya acción misteriosa no usurpa vuestras prerrogativas, pero que salva a todo lo humano de su fatal caducidad, lo transfigura, lo llena de esperanza, de verdad, de belleza». (…) «Vuestros pueblos serán los primeros beneficiarios, porque la Iglesia forma para vosotros ciudadanos leales, amigos de la paz social y del progreso” (números 4 y 5 del Mensaje a los Gobernantes. Subrayado nuestro).
”La Iglesia no quiere mezclarse de modo alguno en el gobierno de la ciudad terrena. No reivindica para sí otra autoridad que la de servir, con el favor de Dios, a los hombres con amor y fidelidad” (Decreto sobre Actividad Misionera de la Iglesia n. 12).-
Publicado originalmente el 30 de abril de 2010