La culpa no es de los partidos; sí de los líderes corruptos
Egildo Luján Nava:
LOS PARTIDOS POLÍTICOS: Constituyen agrupaciones de ciudadanos que se organizan, se unifican y se forman bajo una única filosofía ideológica de pensamiento, con claras y determinadas directrices éticas, morales y cívicas de comportamiento. De igual manera, se rigen por normativas dirigidas a formar y capacitar a su militancia, con el propósito de conducir, proteger y de propiciar calidad de vida, como de oportunidades de progreso y de seguridad a los ciudadanos residentes en el país.
UN MILITANTE: Es un ciudadano integrante de número en la estructura organizativa de una agrupación sociopolítica con deberes y derechos, y comparte los criterios, normas y acciones de un partido político determinado, además de que manifiesta su voluntad de sentirse comprometido a velar y cumplir con el estamento constitucional de la organización correspondiente y la del país.
LA DEMOCRACIA: Es un concepto que atribuye la titularidad del poder al conjunto de la ciudadanía. Sin embargo, ahora bien, para que funcione todo proceso democrático es indispensable que la colectividad ciudadana se prepare y se organice.
Los PARTIDOS POLÍTICOS, por su parte, son las organizaciones indispensables para lograr los objetivos descritos. Son, en fin, los puntales y canteras de formación y preparación ciudadana para ejercer las tareas administrativas y ejecutivas necesarias para el desarrollo y ejecución del deber en todas las áreas, como en las dependencias y funciones del gobierno de turno.
En Venezuela, sin embargo, y lamentablemente, la dirigencia partidista (Líderes) de oposición y del régimen, incluyendo a los «Alacranes y Enchufados», en su errante, difuso, turbio, impositivo e ineficiente proceder, más allá de tal propósito, únicamente han logrado el deterioro y la destrucción del país, además de forzar a una errática estampida de ciudadanos emigrantes -o diáspora- que ya sobrepasa los 8 millones de venezolanos. Y, con ello, lograr así un abrumador rechazo ciudadano en contra de ambos bandos, lo cual ya sobrepasa el 80% de la población.
Es un error que, con dicho rechazo, se califique negativamente a los militantes, líderes políticos de los partidos, como a las organizaciones políticas o partidos como tal. ¿Por qué?. Porque la responsabilidad de tal descalificación es únicamente de sus líderes o militantes. Analógicamente, cuando un pianista interpreta mal una composición musical, la responsabilidad no es del piano; es del pianista. Y el hecho precisa la errónea manera de incurrir en la falla.
LOS PARTIDOS POLÍTICOS SON INDISPENSABLES EN TODA DEMOCRACIA. Y es por eso por lo que, a propósito de lo expuesto, queda totalmente claro el hecho de que si en Venezuela existen deudores históricos en el desempeño de las responsabilidades políticas y administrativas, responde al peso determinante de la rebatiña de lucro y de poder que ha promovido un gran vacío de credibilidad y de liderazgo, obligando a la Sociedad Civil y a sus variadas organizaciones a manifestar su reclamo público en nombre de sus derechos.
Dicho reclamo se ha registrado cuando, aquellos que se sienten defraudados, han alzado banderas y, como tema principal, han reclamado lo concerniente a la vergonzosa remuneración salarial, como a las prestaciones contractuales. Sin duda alguna, se trata de un reclamo que le han alentado a lograr un despertar político nacional de tal dimensión que, plantea el reto indispensable del respaldo, pero también de fundamentarlo en un único objetivo o finalidad, y el cual no es otro que lograr «un cambio de gobierno.» Y, de igual manera, de no permitir que ese gran despertar en contra de lo cuestionable, quede supeditado a la frágil protesta equivalente a lograr una determinada remuneración contractual total o parcial, a sabiendas de que, de ser satisfecha, negociada o prometida, podría reducir los ánimos, y traducirse en la pérdida de tan importante iniciativa.
Estos grandes movimientos de protesta, e innegablemente tan importantes a nivel nacional, aparentemente, no obedecen al esfuerzo de un determinado liderazgo, como tampoco a una organización única o central. Pero sí a varias corrientes y sectores de la sociedad. Sin embargo, corren el costoso peligro del cansancio por el factor tiempo, el hambre y la falta de recursos. Y es por eso por lo que dicho espectacular clamor nacional, como norte y objetivo, debe tener un cambio de gobierno que únicamente se puede lograr de dos maneras: O bien por la fuerza o por la vía electoral, privando a favor esta última, porque sería la deseable, además de factible y más conveniente.
Para llegar a este último propósito, desde luego, es indispensable que esa desprestigiada dirigencia o liderazgo político ya desgastado, por el bien del país y de sus ciudadanos, deben dar un paso atrás. Y, con humildad y respeto, hacer un llamado a la gran reserva de ciudadanos, profesionales, políticos y militares de la nación, y «QUE LOS HAY EN CANTIDADES CONSIDERABLES», para que, con sus experiencias ya probadas, asuman las riendas. Pero también que los partidos partidos se reorganicen, y se unan con un único propósito: «CESE DE LA USURPACIÓN».
Indiscutiblemente, no hay mejor consejera que la historia. Bastaría con recordar lo que tradujo y en lo que se convirtió el «PACTO DE PUNTO FIJO,» firmado el 31 de octubre de 1958. Tal decisión se convirtió en un hecho que hizo posible que el liderazgo guardase el hacha de la guerra y de lograr la paz de la Nación, como del establecimiento de un Acuerdo de Gobernabilidad que estructuraron los partidos políticos venezolanos, a la vez que lograron conformar el gran rescate de la Nación, y de echar las bases para la refundación del país.-