Opinión

¿Qué será lo que quiere el negro?

  Egildo Luján Nava:

Con el título de este escrito, que es el tema musical «El Africano» del cantante y compositor colombiano Calixto Ochoa, y que, a su vez, se convirtió en una pieza musical que  popularizó en todo el Continente el dominicano Wilfrido Vargas, lo que se pretende es  identificar la gran incertidumbre que tienen los venezolanos, en cuanto a la actual situación y las perspectivas futuras del país.

El hecho artístico,  en sí, por su parte, sirve de referencia acerca del estallido de la criminal invasión rusa a Ucrania, además de la participación de la OTAN en la contienda que abre un espacio bélico activo con gran peligro, y en el que,  segundo a segundo, se abren los lugares en los que, se quiera o no aceptar, repican   los tambores de una Tercera Guerra Mundial, si es que ya dicha conflagración no sobresale con su propio nombre y apellido, en el que el peso del belicismo expresa su autonomía y riesgo propios.

Lo cierto es que, indistintamente sea cual sea la expresión y sus alcances de lo que se aprecia en todos los análisis que se vienen construyendo, la verdad descrita registra la afectación de una autenticidad, en la que, desde luego, la misma anda por sus fueros con sus propias características, a saber: la situación económica internacional y, en gran medida, el abastecimiento de combustible proveniente de hidrocarburos, llámense el Petróleo y el Gas que atienden más del 90% de las necesidades energéticas mundiales.

De igual manera, y que al haberse suspendido el abastecimiento procedente de Rusia que surtía gran parte de Europa, muchos ojos se han posado sobre Venezuela. ¿Por qué?: Debido a esa innegable realidad comercial en la que sobresale el nombre del país, no como un accidente en el ámbito de los negocios, sino en la innegable verdad en la que el conocido país latinoamericano sobresale por ser un poseedor de grandes reservas de los necesitados hidrocarburos.

Desde luego, tal hecho, la verdad y la realidad han pasado a relacionar el nombre de Venezuela con la verdad del mercado petrolero, y el cual no es otro que aquel que a esa misma nación, y especialmente a su liderazgo, le plantea el exigente reto de participar en la búsqueda de una solución. Solución  en la que al país se le plantea la posibilidad de recuperar su importante nivel de producción, para resolver su hoy deficiente nivel de producción, y de, a su vez, subsanar su delicado problema económico y precariedad existencial. Pero no como un accidente, sino antes de que, por necesidades extremas e intereses internacionales, sean otros los oferentes los que pasen a ser  quienes tomen las decisiones correspondientes, en sustitución del país que flota parcialmente sobre disponibilidades de crudo.

No es una sorpresa ni mucho menos una situación desconocida, y se trata de que Venezuela está en grave situación deficitaria económica, la producción nacional está muy reducida y obligada a una economía de puertos. Internamente, los niveles de pobreza crítica se han  situado entre los más elevados del mundo. Por el hambre, la miseria y las ambiciones personales, tanto de los partidarios del régimen como de los de la oposición, han obligado a las organizaciones políticas a dividirse en grupos discordantes y rivales.

Ante dicha realidad,  el REGIMEN  gobernante cuenta con el poder y la fuerza represiva. Por su parte, la OPOSICION dispone del apoyo(?) internacional  Occidental y con más del 80% de la población, pero no dispone del respaldo de sus partidos políticos y de sus dirigentes, motivado a que, en su mayoría, por rivalidades entre ellos e intereses mezquinos, ha perdido la credibilidad y el respeto ciudadano.

La situación actual es muy compleja. Funcionarios integrantes del gobierno están solicitados por delitos graves y con recompensa  por su captura internacional.  Internamente, están a unos niveles negativos y críticos de popularidad, al igual que la mayoritaria ciudadanía opositora, cuando  rechaza y descalifica a los partidos, como a una gran parte de la mayoría de los líderes de la oposición.

Constitucionalmente -y si eso tiene algún valor en la actualidad-  al haber sido pisoteada la vigente Constitución de la República Bolivariana de Venezuela por el régimen, en Venezuela deberían haber elecciones el próximo año 2024. De hecho, en respuesta a dicha realidad, la oposición ha llamado a unas elecciones primarias para escoger a un candidato, con el que luego se iría a las presidenciales. Sin embargo,  de ir, lo haría con muchas dudas e interrogantes, como: ¿ Inmiscuir o no al cuestionado Consejo Nacional Electoral (CNE) ? ¿ Le permitirán votar a los millones de venezolanos que están residenciados en el exterior?. ¿ Se actualizará el Registro Electoral Permanente, o quedarán millones de personas no registradas fuera del proceso?. ¿Impondrán inhabilitaciones por conveniencia a última hora?. Por supuesto,  de no resolverse, al menos, estas cuatro principales interrogantes, entre otras, la abstención será enorme, haciendo muy dudosa la participación ciudadana, además,  adicionalmente, el posible resultado en unas cuestionadas elecciones presidenciales.

Como ciudadano venezolano y contando con sistemas digitales electrónicos de consulta, rápidos, seguros, económicos, inviolables y auditables, ante la necesidad del proceso, la realidad política plantea la obvia recomendación de hacer una consulta previa al pueblo, sin la intervención del CNE para saber exactamente: ¿QUE ES LO QUE QUIERE EL PUEBLO?.

La canción popular del compositor colombiano Calixto Ochoa, en su momento, construyó una fraseología amparada en un ritmo que posteriormente pasó a ser la voz de otra parte del Continente. Sin embargo, hoy tanto se duda de todo que, sorprendentemente, cada propuesta política también es un reto a la credibilidad, pero también a la necesaria sinceridad de no seguir atados a un cuarto de siglo de negación a la evolución y a la superación de lo que hoy sólo alienta y estimula hambre, miseria, pobreza y dudas.-

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