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Don Mario: Humanista e hispanista

Sed intensa de justicia y capacidad de palpitar ante el dolor humano son dos notas características de este pensador

Beatriz Briceño Picón:

De la mano de Elvira Macht

Nacida en Madrid, Elvira Macht se graduó en nuestra Universidad Central de Venezuela, donde fue profesora investigadora hasta su muerte. La conocí por los años ochenta, del siglo pasado, cuando daba clases a mi sobrina Guadalupe Burelli en la Escuela de Letras de la UCV. Hacía poco tiempo había  ganado un Premio del Ministerio de Educación por su ensayo El humanismo trascendente de Mario Briceño-Iragorry. La amistad se hizo fraterna y nos ayudó en la creación de la Fundación MBI, surgida del  corazón de mi madre, de sus hijos y un grupo de ilustres venezolanos. No hubo paso de  la Fundación en el que estuviera ausente, hasta el final y muy especialmente en la celebración del Centenario en 1997.

Hoy, a mitad de camino de este año jubilar por los 125 años del nacimiento de don Mario, que concluiremos el 15 de septiembre próximo, he querido volver a la Introducción de la obra galardonada de Elvira, que lleva por título  El signo de un pensamiento humanista. La profesora Macht dedicó muchas horas de investigación a Don Mario, tenía una enorme sintonía con las peripecias de su vida y consideraba que había hecho del quehacer literario y la disciplina del historiador un oficio medular capaz de resistir la desgarradura del tiempo y el análisis crítico. Consideraba que las nuevas generaciones venezolanas habían  podido así nutrirse en sus aguas, beber la esencia de su sabiduría de   maestro, aceptar cuanto de profético tuvieron sus intuiciones iluminadoras; todo lo que marcó su visión histórica y fijó verdades con virtud venezolanista. (Hace más de tres décadas que los estudiantes dejaron de asistir a esa fragua de  conciencia, humanismo e historia patria que nos legó MBI).

El ámbito existencial de Don Mario se inscribe en el tiempo en que Venezuela vino a cumplir una transformación crucial como fue el paso de país esencialmente agrícola a monoproductor de petróleo. Las circunstancias de su vida le aportaron la trama necesaria de sucesos, lo que hizo que su vida y su obra resultaran convergentes y se formularan dentro de una sustancia auténtica: la del humanismo como preocupación constante. La conciencia de lo nacional estuvo presente en sus vivencias de escritor y será fuente para el desarrollo del pensamiento cristiano que se fraguó después de su conversión a la fe de sus mayores, a principio de los años 1920, cuando se apartó del camino de Nietzsche, al que tantos se quedaron atados.

Vinculado a los problemas de la tierra, comprometido con sus circunstancias, en sintonía con valores universales, sintió la urgencia de propender a un cristianismo de raíz, profundo y existencial, capaz de remediar aquí y ahora tantas injusticias sociales. La caridad para MBI, es virtud en crisis. Y no deja  de estarlo en el nuevo siglo; al contrario, se acentúa su ausencia. No extrañaba y tampoco puede ignorarse hoy, que Don Mario, con visión profética, llamara a una continuidad histórica en toda Hispanoamérica y en Venezuela en particular, desde la colonia hasta el momento presente. Don Mario vibraba con Venezuela, más allá de las palabras; de esa manera  llegó al corazón de ese pueblo, en crisis de identidad, del cual todos formamos parte.

Elvira Macht hace un recorrido por los temas que configuran su obra y reflejan preocupaciones humanísticas. Para eso estudia e investiga los textos recogidos en sus Obras Selectas: desde El caballo de Ledesma hasta Mensaje sin destino y se detiene con enorme cariño en la novela Los Riberas (1957) la última obra extensa del autor, de corte autobiográfico, muy representativa de su pensamiento, posterior a las Obras Selectas.

La temática de la hispanidad, tuvo su eje en sus estudios de la Colonia, junto a Caracciolo Parra León. Los Tapices de Historia Patria son el fruto del trabajo que desarrolló en una cátedra, fundada por él en la Universidad Central, sobre el análisis del proceso histórico venezolano (1498-1930). Desde esos años (1932) hasta el final de su existencia (1958) Don Mario -en todos los escenarios en que le tocó actuar, en las circunstancias personales más distintas- se empeñó en regentar esa cátedra, como lo expresó en muchas ocasiones el doctor Ramón J. Velásquez, pues advirtió que en el seno de la sociedad venezolana, en la misma medida que la conquista de la comodidad petrolera estimulaba la amnesia histórica, crecían los apetitos subalternos y se podía poner en venta el país. Siempre soñó él, y lo veía como un imperativo moral, que a los venezolanos les doliera Venezuela. Que recordaran las tareas cumplidas, en largas épocas de pobreza y violencia, por las generaciones que, con esfuerzo y fe en el futuro, superaron los malos tiempos.

Sed intensa de justicia y capacidad de palpitar ante el dolor humano son dos notas características de este pensador. Con esas bases pudo adentrarse en la Historia con sentido ecuménico, en busca de amplios horizontes donde los hombres logren encontrarse y comprenderse en paz, mediante un acto de fe y caridad cristiana. Para eso estaba provisto de dos elementos invencibles: una sólida formación intelectual y la profundidad de su fe cristiana.

A lo largo de este año seguiremos compartiendo las actividades que se desarrollen en Venezuela, España y otros países en homenaje a este trujillano universal que, como dijera el Padre Barnola, murió de mal de patria, después de cinco años de exilio en Madrid. Había salido de Venezuela en diciembre de 1952, Patria arriba, buscando afirmar los valores de  Hispanoamérica y dispuesto a dar, hasta su sangre, por el rescate de nuestro ser de pueblo.  Don Mario no está olvidado en el Panteón Nacional, junto a los héroes civiles y militares de nuestro país. Está en el corazón de todos aquellos que confían en el triunfo de la justicia  y  lucha porque en nuestras familias e instituciones brille ese humanismo trascendente que renueva la esperanza de un mejor futuro.-

Beatriz Briceño Picón

Periodista y Humanista

 

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