Lecturas recomendadas

A mi manera

Si un cantante puede elogiar un estilo de vida bohemio e independiente e incluso si muchos hombres se sienten identificados con ese estilo de vida, es absolutamente imposible aplicarlo a la vida católica, tanto del individuo como de la comunidad

P. Santiago Martín, FDM:

Cuando escuché al presidente de los obispos alemanes, tras concluir la visita ad limina al Vaticano, decir que ellos querían seguir siendo católicos, pero “a su manera”, pensé en la vieja canción de Vicente Fernández que lleva ese título. “El final se acerca ya”, empieza diciendo la canción, como si fuera una profecía de lo que está pasando en la Alemania. Y añade: “Jamás viví un amor que, para mí, fuera importante” y no sé si eso, más que una profecía, es un fiel retrato, referido a Cristo, de lo que hay en el alma de los pre-cismáticos alemanes.

Pero si un cantante puede elogiar un estilo de vida bohemio e independiente e incluso si muchos hombres se sienten identificados con ese estilo de vida, es absolutamente imposible aplicarlo a la vida católica, tanto del individuo como de la comunidad. Ser católico “a mí manera”, o “a nuestra manera”, y pretender que eso esté bien a los ojos de Dios y que pueda ser aceptado por los demás católicos, incluida la jerarquía, implica la rendición de la teología -incluyendo en ella la bíblica, la litúrgica, la dogmática y la moral- ante el relativismo. Es la aceptación de aquello que, con tanta precisión, definió Benedicto XVI como “religión del supermercado”. En el carrito de tu compra vas poniendo los artículos que quieres, seleccionándolos en función de su precio o de tus gustos, con la posibilidad de dar marcha atrás y sustituirlos por otros si cambias de opinión. Al llegar el momento de pagar, en tu carro llevas productos iguales o totalmente distintos a los que lleva en el suyo la persona que está delante o detrás de ti en la fila de la caja. Para ti, aplicado a la teología, Cristo puede ser sólo un gran hombre, mientras que para otro Cristo es Dios. Para ti, la liturgia puede ser creativa, mientras que para otro tiene que ser fiel. Para ti, las relaciones sexuales fuera del matrimonio son perfectamente válidas, mientras que para otro la fidelidad sigue siendo incuestionable. Para la religión del supermercado es igualmente válido que uno crea en la presencia real de Cristo en la Eucaristía o que la considere un mero símbolo de fraternidad. Es igualmente aceptable proclamar la virginidad perpetua de María que creer que Jesús era hijo de San José o de otro. Del mismo modo, para ese concepto de religión, no hay problema en aceptar que unos crean en la vida eterna y que otros consideren que no hay nada después de la muerte, o en aceptar que el adulterio es un pecado o que es una virtud.

La Iglesia “a mí manera” es la Iglesia del relativismo, de un relativismo que inevitablemente deriva en “dictadura del relativismo”, como también denunció Benedicto XVI, porque los que reclaman que les dejen creer y vivir a su manera, no tardan en perseguir a los que consideran que sólo hay una manera legítima de ser discípulos de Cristo. Así se ha demostrado ya en el Sínodo alemán, cuando se obligó a los obispos a votar a mano alzada para que todos supieran qué votaban y así lo han denunciado varios obispos alemanes, que se marcharon porque se sentían acosados y manipulados.

Además, si los alemanes pueden ser católicos a su manera, ¿por qué no pueden serlo los de otros países o, yendo hasta el final del argumento, por qué no puede serlo cada bautizado en particular? Habrá algunos que se consideren a sí mismos buenos católicos y estén a favor del aborto. Otros apoyarán la eutanasia. Pero también podrá haber quien considere que robar, matar, llevar una vida promiscua o incluso ser un mafioso, un proxeneta o un violador no signifique ser un mal católico. Con el argumento alemán habrá que darles la razón. Y entonces, simplemente, la Iglesia habrá dejado de existir.

Volviendo a la canción de Vicente Fernández, posiblemente lo que nunca hubo en el alma de los que quieren una religión del supermercado es un amor que fuera de verdad importante, el amor a Cristo. Porque el que quiere amar al Señor, no busca dar lo menos posible, sino dar el máximo; no busca rebajas que le permitan tener la conciencia tranquila mientras da rienda suelta a sus instintos; no busca hacer lo que él quiere sino hacer lo que Dios quiere; no busca contentar al mundo, sino que desea con todas sus fuerzas imitar a Cristo aun a sabiendas que eso le costará grandes esfuerzos y el odio del mundo. Cuando Cristo es el amor de tu vida, ni siquiera te planteas seguirlo a tu manera, sino que sólo deseas amarle como Él se merece, como le amó María, de esa única, santa y perfecta manera.-

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