Devociones y tradiciones

San Orione, obrero incansable de la Divina Providencia

Hoy, 12 de marzo, la Iglesia Católica celebra a San Luis Orione, aunque los salesianos, los orionistas y algunas otras congregaciones lo conmemoran el 16 de mayo.

Luis Orione fue el fundador de la llamada ‘Pequeña Obra de la Divina Providencia’, así como de otras instituciones dedicadas a los más necesitados; todas ellas inspiradas en uno de los dichos del santo: “No es entre palmeras donde deseo vivir y morir, sino entre los pobres, que son Jesucristo”.

Una búsqueda permanente

Don Orione, como popularmente se le conoce, nació en Pontecurone (Italia) en 1872. En su adolescencia tuvo como preceptor a San Juan Bosco en el Oratorio de Valdocco de Turín.

“Nosotros siempre seremos amigos”, le dijo alguna vez el fundador de los salesianos al joven Luis, palabras premonitorias si se considera cómo las obras de ambos santos quedarían conectadas para siempre.

Luis tendría posteriormente un acercamiento a los franciscanos y después a los salesianos. Sin embargo, Dios le iría mostrando un camino diferente, en el sacerdocio, pero no en las familias espirituales que había conocido.

Así, Luis ingresó al seminario de Tortona y abriría, en paralelo, un oratorio en el que terminó ocupándose personalmente del cuidado y formación cristiana de algunos jóvenes. Poco después, al cumplir los 21 años, fundó su primera escuela para niños pobres en el barrio de San Bernardino, también en Tortona.

El 13 de abril de 1895 fue ordenado sacerdote. Al día siguiente, con gozo rebosante, celebró su primera Misa rodeado de los muchachos a quienes habitualmente acompañaba. Era Dios confirmando su llamado a hacer prevalecer el Evangelio en el corazón de la juventud, muchas veces descuidada por la sociedad.

Estas experiencias lo llevarían, con el tiempo, a extender su obra pastoral a otras partes del territorio italiano, con nuevas casas u oratorios. Poco a poco, se fueron uniendo más clérigos y sacerdotes al proyecto, bendición que le permitió a Don Luis priorizar lo que más amaba -la enseñanza, la predicación y las visitas habituales a las familias pobres o a los enfermos-; esto, claro, sin abandonar las labores administrativas que sobrellevaba.

Un torrente de gracia

El primer paso para la conformación de su obra fue la fundación de los Hijos de la Divina Providencia (en ese momento integrada por sacerdotes y hermanos religiosos dedicados a asistir a los necesitados, especialmente jóvenes).

Luego surgirían los ‘Ermitaños de la Divina Providencia’, congregación masculina para los llamados a la vida contemplativa. A los ‘Ermitaños’ Don Orione les confió la misión de la oración constante, la penitencia y el trabajo manual.

En 1903 el obispo de Tortona le otorgó reconocimiento canónico a la obra de Don Orione, la congregación masculina de la Pequeña Obra de la Divina Providencia, dedicada a fomentar el encuentro del pueblo con el Señor en la celebración de la Eucaristía.

Su misión era promover que los fieles, desde pequeños, salgan al encuentro de Dios en la liturgia, animándolos a asistir a la Iglesia y al Papa mediante las obras de caridad.

No hay reposo para el apóstol

Por otro lado, San Luis Orione trabajó activamente en favor de la unidad de la Iglesia y la cristianización de los trabajadores. Socorrió heroicamente, junto a sus hermanos, a los damnificados del terremoto de 1908, en el que murieron 90 mil personas.

En ese largo camino de discernimiento jugó un papel muy importante esta experiencia. Incluso el santo viajó a Mesina, zona devastada del noreste de Sicilia, donde hizo una labor encomiable.

Por si fuera poco, su obra fundacional no se detuvo: fundó la Congregación de las Pequeñas Hermanas Misioneras de la Caridad, las Hermanas Adoratrices Sacramentinas Invidentes y, posteriormente, las Contemplativas de Jesús Crucificado.

La fuerza con la que Don Orione trabajaba para extender el Reino parecía incontenible. También trabajó muchísimo con el laicado: organizó las Asociaciones de Damas de la Divina Providencia, los grupos de ex alumnos y los Amigos de sus obras pastorales.

A través de estas organizaciones fue tomando cuerpo la idea de lo que finalmente sería el Instituto Secular Orionino y el Movimiento Laical Orionino.

Hasta el último aliento

Acabada la Primera Guerra Mundial, su obra cobró un impulso aún mayor, aumentando el número de escuelas, colegios y obras caritativas, al tiempo que nuevas necesidades se iban presentando. Por ejemplo, creó los “Pequeños Cottolengos”, en los que se atendía a los abandonados o desplazados de las grandes ciudades.

Envió varias expediciones misioneras a diversas partes del mundo, viajando incluso él mismo a países de América Latina como Argentina, Brasil, Uruguay y Chile. Gozó de la estima de los Papas San Pío X, Benedicto XV, Pío XI y Pío XII, quienes le encomendaron tareas específicas dentro y fuera de la Iglesia a lo largo de muchos años.

Construyó los santuarios de la Virgen de la Guardia en Tortona y de la Virgen de Caravaggio en Funo. Rodeado del cariño de sus religiosos, partió a la Casa del Padre el 12 de marzo de 1940. Con su último aliento alcanzó a decir: “¡Jesús! ¡Jesús! Voy…”.-

Aciprensa

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