Cardenal Porras en las jornadas “Espacios seguros en la Iglesia”: «En medio de la crisis global, está la nuestra, y ello no nos arredra para dejarnos llevar por la desesperanza»
PALABRAS DEL SR. CARDENAL BALTAZAR PORRAS CARDOZO, ARZOBISPO DE CARACAS, EN LA CLAUSURA DEL SEMINARO TALLER: ESPACIOS SEGUROS EN LA IGLESIA. “HACIA LA CULTURA DEL BUEN TRATO, SALVAGUARDA Y PREVENCIÓN. Universidad Católica Andrés Bello, 23 de marzo de 2023.
Queridos hermanos:
Al final de estas jornadas titulada “Espacios seguros en la Iglesia”, siento que hemos estado en un Tabor en el que hemos vivido una experiencia eclesial de hondo contenido y de proyección que está en nuestras manos. No podemos como los tres apóstoles en el monte Tabor pedir hacer tiendas para quedarnos allí. Estamos llamados a dar razón de la fe que profesamos ante nuestros hermanos bautizados y ante la sociedad toda. La cultura del buen trato, salvaguarda y prevención trasciende las fronteras de la cotidianidad y es una exigencia del bien común en cualquiera de las esferas de la vida para ser constructores de una sociedad más justa y más fraterna.
Coincide este seminario taller con el décimo aniversario del pontificado del Papa Francisco, cercano a nosotros por muchos títulos, pero sobre todo porque en él se encarna hoy la conducción de la Iglesia bimilenaria. Una de las virtudes que podemos pregonar sin rubor es el amor y la cercanía del pueblo latinoamericano, incluido el nuestro claro está, al sucesor de Pedro. A lo largo de la historia de más de cinco siglos son muchos los momentos difíciles que ha vivido nuestro subcontinente, y muchos los cantos de sirena que susurran en los oídos de los creyentes para apartarnos de la fe católica. Gracias a Dios, estas tempestades no nos han hecho naufragar, al contrario, con celosos pastores al timón, el norte, el puerto seguro, ha sido y es, el seguimiento al legado de Jesús de Nazaret, en los que no importa el nombre de sucesores de Pedro, pues la Iglesia bajo el hálito del Espíritu Santo ha conducido a cada uno de ellos a interesarse por nuestra realidad, múltiple, compleja, distinta a la de otras latitudes, pero en los que la alegría del Evangelio nos ha llevado a sufrir penas y compartir gozos, renovando nuestro encuentro personal con Jesucristo o, al menos, a tomar la decisión de dejarse encontrar por Él, de intentarlo cada día sin descanso.
Creo recoger el sentimiento de todos los que estamos aquí presentes en que este seminario lo ofrecemos como modesto homenaje a nuestro querido Papa Francisco, en la seguridad de que queremos seguir siendo Iglesia en salida y comprometiéndonos a caminar juntos bajo el cayado firme y seguro del Obispo de Roma. Nos anima el ejemplo de Francisco que asume la responsabilidad de posiciones riesgosas, en el contexto complejo de la nueva época que está en marcha.
El Papa Bergoglio se confronta con el nuevo rol global del catolicismo en la realidad hodierna. Y en este contexto su prédica y su testimonio quieren ser esencialmente una visión espiritual y evangélica en relación con todos los desafíos de la cultura actual. De allí la perplejidad ante sus posturas, bien sea para atacarlo o para aplaudirlo. Se sumerge el Papa en una visión espiritual que se nutre del sentido profundo de las realidades lacerantes del mundo actual y al mismo tiempo en la confianza en el misterio de Dios que lo lleva a dar pequeños pasos, procesos, superando la autoridad mundana y asumiendo la fragilidad de que somos seguidores de un Jesús que asume dicha realidad que lo lleva a la muerte como camino a la resurrección.
De allí la importancia y la trascendencia de este seminario taller. En medio de la crisis global, está la nuestra, y ello no nos arredra para dejarnos llevar por la desesperanza sino a ser el pequeño grano de mostaza que crece y da fruto abundante para bien de todos. Por ello, expreso mi agradecimiento, no solo personal, sino de cada una de nuestras comunidades, de sembrar paz y armonía en medio de tanto llamado a la violencia y a la confrontación. Gracias a la Conferencia Episcopal Venezolana y a la CONVER por ser los promotores de las iniciativas eclesiales para hacer del buen trato, la salvaguarda y la prevención, un camino para consolidar espacios seguros en la Iglesia.
Mil gracias a la presencia y animación que Monseñor Jordi Bertomeu y el Padre Daniel Portillo, venidos desde Roma, con la experiencia global del Dicasterio de la Doctrina de la Fe, para darnos elementos seguros y confiables que nos permitan como iglesia que peregrina en Venezuela caminar en este sendero, novedoso pero a la vez muy trillado que haga de todos los aquí presentes, asumir en las diversas instancias, el ser difusores de este cambio de mentalidad, este asumir cordialmente los retos que se nos presentan para poder ser luz y sal en medio del mundo concreto en que vivimos.
La tarea es inmensa. No estamos partiendo de cero, pero hay mucho por hacer. Asumo que este seminario nos anima más y nos ofrece herramientas para el nuevo rostro de la Iglesia que debemos vivir y trasmitir. Como proféticamente señaló hace muchos años, el inolvidable Padre Yves Marie Congar, “no se trata de hacer otra Iglesia, pero, en cierto sentido, hay que hace una Iglesia otra, distinta”. Ese es el desafío que asumimos hoy con mayor empeño.
Concluyo haciendo mención de la feliz coincidencia de ser la fiesta de Santo Toribio de Mogrovejo, patrono del episcopado latinoamericano. Tal como él lo hizo y asumió, pasando de una vez de laico a arzobispo de Lima, y con él tantos otros prelados, misioneros, catequistas y bautizados de a pie, tomemos nosotros el timón que el Concilio Vaticano II, tanto en el Decreto Christus Dominus como en Presbiterorum Ordinis, Perfectae Caritatis y Apostolicam Actuositatem, nos indican: “expongan la doctrina cristiana de manera acomodada a las necesidades de los tiempos, es decir, den respuesta a las dificultades e interrogantes que preocupan y angustian especialmente a los hombres”.
Que la Vrigen de Coromoto, nuestra patrona, bendiga a todos los que han hecho posible este seminario taller, a los que nos han atendido y animado. Nos toca bajar del Tabor para subir a Jerusalén, a la realidad de cada una de nuestras comunidades, para dar razón de nuestra esperanza. Un abrazo para todos.-