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Ofende a Dios lo que destruye al hombre

Un Pontífice anciano de 86 años pero con mucho amor y juventud acumulada, nos dio una lección de fortaleza, de responsabilidad y de humanismo trascendente

Beatriz Briceño Picón *:

Quienes seguimos a Francisco, nuestro Padre común, en su  viaje a África, no salimos del asombro: del dolor, la admiración, la sorpresa y la vergüenza. Ha sido una llamada a la compasión y la solidaridad. Un dardo al corazón de los que nos quejamos por cosas sin importancia y sin relieve. Un nuevo despertar de los católicos  que han aguado la fe y el amor en este continente de la esperanza y en esa Europa envejecida por el egoísmo y el materialismo salvaje.

No imagino cuántas personas en Venezuela han seguido el viaje del Papa. Tampoco puedo sospechar cuántos católicos saben lo que pasó en África. Unos pocos, seguro pusieron el foco en la Serie del Caribe y apenas tenían en su cabeza bates, pelotas, pantorrillas y carreras. Ese es el drama de vivir en el espacio y el tiempo, solo en la eternidad será distinto, maravilloso o triste, según la vida vivida.

Un Pontífice anciano de 86 años pero con mucho amor y juventud acumulada, nos dio una lección de fortaleza, de responsabilidad y de humanismo trascendente. Una manifestación de fe y sensibilidad que nos enseña a salir de la comodidad  y la mediocridad de  los que seguimos o siguen a Cristo, en medio del mundo, con un corazón dividido, anestesiado y envejecido por la rutina y el conformismo.

Cuánto he pensado en mis hermanos católicos que ya están preparando el carnaval y más tarde llegarán a Semana Santa sin una mínima coherencia. A todos les haría un llamamiento a no perder la identidad cristiana y a profundizar en lo que significa la solidaridad, la libertad y la justicia.

Sin duda el Papa, como padre común de los católicos, no podía  quedarse cuidando una rodilla, mientras su corazón clama por una Iglesia que sale al encuentro de los más necesitados. Tanto de los pobres más pobres, como de los ricos, sin fe y sin amor, que pueden hacer mucho más daño al mundo y tienen una pobreza espiritual inimaginable.

Escribe Manuel Ordeig en su libro Despertar al asombro: “Para penetrar los íntimos secretos de las verdades de Dios, precisa  poner en ellas el corazón: entender desde el fondo del alma el mensaje personal que Dios dirige a cada persona. Es ésta una labor lenta, precedida y acompañada por el Espíritu Santo”  Por eso, en esa labor, los católicos debemos acompañarnos unos a otros para poder ser consecuentes con la verdad que nos libera. No se trata de estudiar simplemente, es necesario descubrir el Amor, tratar a Jesucristo y a su Madre y dejarnos querer por ellos. Solo así actuaremos con la gratuidad que el mundo necesita.

La lección de África debemos asimilarla, no podemos dejarla allende el Atlántico. Nos grita y reclama nuestra oración y conversión. Es distinta su situación a la nuestra, porque en América el cristianismo llegó hace varios siglos. A nosotros nos han llamado a esa nueva evangelización que se ha pedido a Europa, donde el materialismo y el ateísmo han consumido al propio ser humano y la familia, poniendo en crisis la  fe, la esperanza y la caridad que se expresa en falta de confianza, optimismo y  amor en todas sus dimensiones.

Podemos repotenciarnos en las redes con los videos del Papa  en África. Basta con dejar dos o tres días las series u otros programas de entretenimiento y seleccionar los testimonios y mensajes que nos ayuden a poner en contexto lo esencial de esos días. Muy conveniente sería compartir  en familia muchos de esos momentos, que nos mueven a la solidaridad, la fraternidad y el amor por todos.

Agradecemos al Papa que nos anime a salir del asombro e ilumine las vías de la  gratuidad, el cuidado y el servicio.-

*Periodista UCV-CNP

beatriz.beamer gmail.com

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