Iglesia Venezolana

El Nuncio Apostólico a la CEV

Saludo de Mons. Alberto Ortega, Nuncio Apostólico, en la sesión de la Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Venezolana

 

Es una alegría para mí volver a participar en la Asamblea Plenaria de la
Conferencia Episcopal Venezolana en mi calidad de Representante del Santo Padre en
este País.

Recuerdo que la primera vez que participé fue el 7 de julio de 2024, apenas un
par de días después de haber llegado a Venezuela. Nos volvimos a ver en octubre. Este
nuevo encuentro me da la ocasión de reiterarles mi gratitud por la acogida que me han
mostrado desde el primer momento y que se ha concretado en numerosos gestos de
atención fraterna y por su apreciada colaboración.

Para la Nunciatura Apostólica, y para mí en particular, es fundamental la relación
con los hermanos Obispos, que son los primeros interlocutores para la misión que debo
desempañar en este hermoso país.

Me alegra traer el saludo y la cercanía del Papa Francisco. He constatado con
alegría la estima de que goza el Santo Padre en Venezuela y, por donde he ido, he
percibido numerosas muestras de cariño hacia el Papa que está presente en la oración de
todos.

Además de a los hermanos Obispos, saludo con afecto a todos los invitados a
esta primera sesión de la Asamblea Ordinaria de la CEV y a los representantes de los
medios de comunicación social que nos acompañan. Agradezco la acogida que nos
brinda la Universidad Católica Andrés Bello.

Por lo que respecta a los últimos nombramientos episcopales, Mons. Jesús
González de Zárate ha hecho ya referencia a los mismos.

Con motivo de las tomas de posesión y ordenaciones he podido visitar diversas
diócesis y por diversas razones he podido visitar también otros lugares. Menciono que
con un poco más de detenimiento desde mi llegada a Venezuela he podido estar en las
Diócesis de Guanare, Barquisimeto, San Cristóbal, San Fernando de Apure, Maracaibo,
Punto Fijo, Coro y San Felipe y como visitas más rápidas menciono también breves
viajes a Los Teques, Valencia, Maracay, Guarenas, Petare y al Exarcado de los griegocatólicos.
Espero seguir visitando las Diócesis y Vicariatos Apostólicos y de hecho ya
tengo varias visitas programadas. Agradezco las invitaciones. Me sirven para conocer la
situación de primera persona, para establecer relaciones con los Obispos y sacerdotes.

En estos últimos meses, desde octubre, a nivel de nombramientos episcopales podemos mencionar la
toma de posesión de Mons. Lisandro Rivas como Obispo de San Cristóbal y la reciente ordenación
episcopal de Mons. Rubén Delgado como Obispo de San Felipe. Destaca también el nombramiento de Mons. Pablo González como Obispo de La Guaria donde tomará posesión, Dios mediante, el 29 de
marzo.

me hace bien compartir momentos significativos de la vida de la Iglesia. Se lo
agradezco vivamente.

A nivel de la vida de la Iglesia universal tuvo lugar en octubre la celebración de
la Asamblea del Sínodo de Obispos sobre la sinodalidad que ya había tenido una sesión
el año precedente.

Fruto de los trabajos se publicó un documento final que el Papa ha querido que
se tenga en cuenta como resultado del camino sinodal y que ha hecho suyo en el sentido
que no va a escribir una exhortación post sinodal, como ha hecho otras veces. Un
documento por tanto a tener en cuenta. Me alegra que algunas diócesis lo están
trabajando en las diversas realidades eclesiales.

Creo que hay que aprovechar el camino hecho y seguir trabajando sobre el tema
de la sinodalidad que no es un elemento accesorio o de moda para la Iglesia sino una
dimensión constitutiva de la misma. Es un tema que se plantea en la clave de comunión,
participación y misión. Me parece fundamental este aspecto de la dimensión misionera
de una Iglesia en salida formada por discípulos misioneros.

Como fruto de los trabajos del Sínodo se han señalado algunos temas sobre los
que hay que profundizar.

Uno de estos tiene que ver directamente con la Nunciatura Apostólica y es sobre
la misión de los Representantes Pontificios. Ha llegado una consulta con la petición de
sugerencias sobre como contribuir a hacer el trabajo de los Representantes Pontificios
más eficaz, más misionero y más sinodal. Y piden la colaboración de la Conferencia
Episcopal al respecto. Agradecerán las observaciones que puedan aportar sobre este
tema.

Estamos viviendo este año un acontecimiento muy importante que es la
celebración del Jubileo del Año Santo 2025. El año pasado nos preparábamos con la
oración.

Me alegra constatar que la inauguración del Año jubilar en las diversas diócesis
y en las diversas Iglesias jubilares y en otras instituciones han sido un momento de
gracia y estoy convencido que este Año santo va a dar muchos frutos.
Ya conocen el programa de los diversos jubileos que se van a celebrar en Roma.
También a nivel local no faltarán iniciativas para aprovechar este momento de gracia.
Se revela particularmente importante el tema de la esperanza en el que el Papa
Francisco ha querido hacer hincapié con el lema “Peregrinos de esperanza”.

Estamos llamados a ser peregrinos de la verdadera esperanza que no defrauda
porque – como dice San Pablo – el amor de Dios ha sido derramado en nuestros
corazones con el Espíritu Santo que se nos ha dado. Es la esperanza que se basa en el
amor y la misericordia de Dios y que encontramos en Jesucristo nuestra esperanza.

Este año jubilar es una ocasión privilegiada para acudir al Señor que es la
invitación que nos hacía el Papa Francisco inaugurando el Año jubilar en el Vaticano el
día de nochebuena. Decía, cito sus palabras: “Sin tardar, vayamos a ver al Señor que ha
nacido por nosotros, con el corazón ligero y despierto, dispuesto al encuentro, para ser
capaces de llevar la esperanza a las situaciones de nuestra vida. Y esta es nuestra
tarea, traducir la esperanza en las distintas situaciones de la vida. Porque la esperanza
cristiana no es un final feliz que hay que esperar pasivamente, no es el final feliz de una
película; es la promesa del Señor que hemos de acoger aquí y ahora, en esta tierra que
sufre y que gime. Esta esperanza, por tanto, nos pide que no nos demoremos, que no
nos dejemos llevar por la rutina, que no nos detengamos en la mediocridad y en la
pereza; nos pide —diría san Agustín— que nos indignemos por las cosas que no están
bien y que tengamos la valentía de cambiarlas; nos pide que nos hagamos peregrinos
en busca de la verdad, soñadores incansables, mujeres y hombres que se dejan
inquietar por el sueño de Dios; que es el sueño de un mundo nuevo, donde reinan la
paz y la justicia”, fin de la cita.

Me parecen palabras siempre actuales y oportunas para nosotros. Ante tanta falta
de esperanza en nuestro mundo, en nuestro País, en tanta gente a nuestro alrededor,
estamos llamados a ser peregrinos de esperanza, testigos de esperanza, para llevar a
nuestros hermanos la luz del Señor, el amor de Dios. Queremos, sobre todo en este año
santo, hallar en Cristo nuestra esperanza para luego llevarla sin tardanza a los demás,
como peregrinos de luz en las tinieblas del mundo.

Este año jubilar es el tiempo de la esperanza, un tiempo de gracia que nos invita
a redescubrir la alegría del encuentro con el Señor, nos llama a la renovación espiritual
y nos compromete en la transformación del mundo.

La situación de Venezuela, que ustedes conocen mejor que yo, no carece de
dificultades y como sucede en tantas partes del mundo necesita mucha esperanza.
A nivel social y político han pasado muchas cosas en nuestro querido País, sobre
todo después de las elecciones del 28 de julio pasado y ustedes como Conferencia
Episcopal se han pronunciado en diversas ocasiones para iluminar a los fieles.
Me parece importante que procuren expresarse con una sola voz a nivel de la
Conferencia manteniendo un gran equilibrio sabiduría y prudencia en sus
intervenciones para iluminar a los fieles. Les deseo buen trabajo de discernimiento para
la exhortación pastoral que darán a conocer el viernes.

Como lectura y juicio sobre la situación social y política a nivel global me parece
útil hacer referencia al discurso del Santo Padre al Cuerpo diplomático acreditado ante
la Santa Sede, pronunciado el pasado 9 de enero. Les aconsejo su lectura.
Me parece un discurso muy bien elaborado e iluminador. Hablando del año
jubilar señala cito: “Mi deseo para este nuevo año es que el Jubileo pueda representar
para todos, cristianos y no cristianos, una ocasión para repensar también las
relaciones que nos unen, como seres humanos y comunidades políticas; para superar
la lógica del enfrentamiento y abrazar en cambio la lógica del encuentro; para que el
tiempo que nos aguarda no nos halle como vagabundos desesperados, sino peregrinos

de esperanza, es decir, personas y comunidades en camino comprometidas a construir
un futuro de paz. Por otra parte, frente a la amenaza cada vez mayor de una guerra
mundial, la vocación de la diplomacia es aquella de favorecer el diálogo con todos,
incluidos los interlocutores que se consideran más “incómodos” o que no se estiman
legítimos para negociar. Este es el único camino para romper las cadenas de odio y
venganza que aprisionan y para desactivar las bombas del egoísmo, del orgullo y de la
soberbia humana, que son la razón de toda voluntad beligerante que destruye”, fin de
la cita.

El Papa presenta en su discurso algunos rasgos de una diplomacia de la
esperanza, de la que todos estamos llamados a hacernos heraldos, para que las densas
nubes de la guerra puedan ser barridas por un renovado viento de paz. Más en general,
destaca algunas responsabilidades que todo líder político debería tener presente en el
desempeño de las propias responsabilidades, que tendrían que orientarse a la edificación
del bien común y al desarrollo integral de la persona humana.

El Santo Padre habla de una diplomacia de la verdad, del perdón, una diplomacia
de libertad y de justicia sin la cual no puede haber paz.

En el contexto de la diplomacia del perdón el Papa se refiere a Venezuela
diciendo: “Pienso además en Venezuela y a la grave crisis política en la que se debate.
Esa podrá ser superada sólo con la adhesión sincera a los valores de la verdad, de la
justicia y de la libertad, a través del respeto a la vida, a la dignidad y a los derechos de
cada persona —incluidos los de quienes han sido arrestados a causa de los sucesos de
los últimos meses— gracias al rechazo de cualquier tipo de violencia y, deseablemente,
al comienzo de negociaciones de buena fe y finalizadas al bien común del país”, fin de
la cita.

Me parece importante en cualquier caso tender puentes y privilegiar la vía del
diálogo, como dice el Papa: superar la lógica del enfrentamiento y abrazar en cambio
la lógica del encuentro.

Es difícil prever lo que sucederá en el País durante los próximos meses. Pienso
que en cualquier caso la misión de la Iglesia y de ustedes como pastores de la misma es
acompañar al pueblo fiel, dar la verdadera esperanza, y contribuir a atender en la
medida de lo posible las múltiples necesidades de la gente, sobre todo de los más
desfavorecidos.

Además de la reflexión sobre la realidad nacional y la lectura juntos de la
exhortación pastoral tienen, como siempre, un ajustado programa de trabajo en esta
Conferencia.

Destaco por su relevancia la elección de los nuevos miembros de la Presidencia
de la Conferencia Episcopal, así como de los responsables de las diversas Comisiones
episcopales. Se trata de un servicio importante para favorecer la comunión y un eficaz
trabajo de la Conferencia.

Que el Señor les ilumine en sus elecciones y encuentre disponibilidad y acogida
en aquellos llamados a estos servicios. Simplemente les recuerdo la indicación general
que ha dado la Santa Sede de que para los puestos de Presidente y Vice-Presidente de la

Conferencia Episcopal no sea elegido un obispo que durante el periodo previsto
cumplirá 75 años.

En otro orden de cosas menciono que desde la Nunciatura Apostólica y a través
de la Conferencia Episcopal les ha llegado diversa documentación de la Santa Sede.
Menciono por su relevancia la Encíclica Dilexit nos sobre el amor humano y divino del
Corazón de Jesucristo, del 24 de octubre de 2024. Es un mensaje precioso del Papa y
que va también en la línea de ofrecer la verdadera esperanza.

Les acabo de enviar las indicaciones de la Secretaría de Estado para la
elaboración del Cuestionario anual de Estadística 2024 con el deseo de que envíen las
informaciones a través el canal ya predeterminado antes del 31 de marzo. Me parece
importante que comuniquen esto a los respectivos encargados con tiempo para que
procedan a recoger los datos en el tiempo predeterminado.

Antes de terminar, como siempre, les agradezco su ayuda a la Santa Sede y a la
Nunciatura Apostólica también a nivel económico. Les agradezco sus contribuciones al
Óbolo de San Pedro y les pido que en la medida de lo posible las hagan llegar antes del
30 de noviembre de cada año.

Les agradezco igualmente por las contribuciones según el canon 1271. Con ello
están contribuyendo a la caridad del Papa y a la misión de la Iglesia Universal.
Asimismo les agradezco la contribución a la Colecta de Tierra Santa.
Les reitero la gratitud por la acogida que me brindan, por su atención y
colaboración.

Renuevo la disponibilidad mía, de Mons. Ignazio y de todo el personal de la
Nunciatura Apostólica, para ayudarles en lo que sea posible. Y saben que en la casa del
Papa todos tienen su casa.

Les acompaño con mi oración y les encomiendo a la Virgen María, Nuestra
Señora del Coromoto. Que Dios les bendiga. Muchas gracias por su atención.-

(Lunes 10 de febrero de 2025)

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