Iglesia Venezolana

In memoriam: Monseñor Francisco Javier Monterrey Monterrey

 

Cardenal Baltazar Porras Cardozo:

Francisco Javier, hijo de Simón Monterrey y Herminia Monterrey Oropeza, nació en Los Teques el 3 de diciembre de 1927, territorio que pertenecía entonces al arzobispado de Caracas. Cursó sus estudios eclesiásticos en el Seminario Interdiocesano de Caracas bajo la conducción de los padres de la Compañía de Jesús. Recibió la ordenación sacerdotal el 6 de junio de 1954 de manos del arzobispo Coadjutor de Caracas, Mons. Rafael Arias Blanco.

 

Mons. Monterrey es el último representante del clero caraqueño desde Mons. Lucas Guillermo Castillo Hernández hasta nuestros días. En su carpeta reposan documentos firmados por todos y cada uno de los prelados que han regido la arquidiócesis desde Mons. Castillo, pasando por Mons. Arias Blanco, los cardenales Quintero Parra, Lebrún Moratinos, Velasco García, Urosa Savino y quien firma esta crónica. Ocupó, además, numerosos cargos desde Vicario Cooperador, Párroco, Administrador de la Arquidiócesis, Vicario General, Administrador Apostólico de Maracay, Capellán Militar, Protonotario Apostólico; en las últimas décadas de su vida prestó servicios como administrador parroquial en ausencia de sus titulares en diversas parroquias.

 

A ello, hay que sumar su espíritu emprendedor como fundador de parroquias, Nuestra Señora del Rosario de la California y las capillas de la entonces extensa parroquia de la que se desprendieron varias más. Santa Teresa, Santa Mónica, Dulce Nombre de Jesús de Petare, Pagüita, Madre Cabrini, Santiago Apóstol, San José de Chacao y San Pedro Apóstol de Los Chaguaramos, son testigos de su paso como ministro de la Iglesia. A su iniciativa se debe la construcción de la Casa Sacerdotal en San José del Ávila, donde pasó sus últimos años hasta su muerte acaecida el 4 de julio del 2023. 69 años de vida sacerdotal, siendo un referente del clero de la Arquidiócesis de Caracas. Con él se va una generación que inició su ministerio antes del Concilio Vaticano II.

 

Sacerdote a carta cabal, recto y exigente, dedicado y pendiente del devenir de la ciudad capital en la que transcurrió toda su vida. La confianza de todos los prelados le confiaron tareas delicadas en las que sobresalió por su entrega generosa. Guardo el recuerdo de su acogida desde mi época de seminarista, y años más tarde, cuando tenía que rendir cuenta mensualmente del presupuesto del Seminario San José de El Hatillo. A mi llegada a Caracas, recluido ya en la Casa Sacerdotal, recibí gratas muestras de afecto fraterno. Sus restos fueron velados en San Pedro Apóstol y en la Catedral de Caracas, recibiendo cristiana sepultura en el panteón sacerdotal en el Cementerio del Este. Lamenté no estar en el país para haber presidido sus exequias. Interceda por su querida arquidiócesis y descanse en paz para que el Señor le premie su larga vida sacerdotal.-

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