Opinión
Sonido de libertad
Bernardo Moncada Cárdenas:
Cierto escándalo agita las redes con un film de Alejandro Gómez Monteverde, protagonizado por Jim Caviezel, quien lo coproduce con Eduardo Verástegui.
Motivados por la historia del exagente de la CIA Tim Ballard, quien en la realidad – enrolado en la Oficina de Investigaciones de Seguridad Nacional de Estados Unidos, controlando la cuestión de la inmigración- emprendió una decidida cacería contra una red de traficantes colombianos de niños, y por el rescate y devolución de las pequeñas víctimas a sus familias, Verástegui y Caviezel decidieron sacar al aire esta inhumana realidad.
Las desproporcionadas acciones de la poderosa industria del cine para impedir la distribución han retardado su llegada a nuestras pantallas, incentivando en contragolpe el interés de creciente público. Así, Sound of Freedom se las ha arreglado para circular en versiones con traducción casera con una rapidez que impresiona, hasta llegar a nuestra pantallita.
No haré de spoiler, pero me interesa anticipar que la historia es fuerte, de bastante suspenso, y bien contada. Celebro que, no obstante lo escabroso del tema, el guionista y el director logran evitar el morbo. Si el espectador espera escenas de cierto tipo, no las hallará. El horror es insinuado con respeto a las víctimas sin perder el impacto deseado para lo que se denuncia.
Nótese que, al enfocarse en esta tragedia en Centroamérica, la historia no pone la lupa en el organizado y bien financiado crecimiento del tráfico de niños para el turismo sexual en el llamado Primer Mundo.
“Sonido de Libertad” me trae a un tema sobre el que ya he publicado: los nuevos Herodes. Aproximadamente cien mil niños al año son víctimas, en cada país europeo, de la ejecución prenatal que llaman aborto; una incalificable mortandad que va incrementándose con evidente apoyo de los organismos “humanitarios” internacionales.
Y este crimen es sólo una monstruosa punta del iceberg. Insiste el Papa Francisco en declarar que en el mundo existen «ochenta y cinco millones de niños, olvidados por todos: los niños soldados, los menores prostituidos, los niños malnutridos, los niños secuestrados y frecuentemente víctimas del monstruoso comercio de órganos humanos, o también transformados en esclavos, los niños víctimas de la guerra, los niños refugiados y los niños abortados.» (2019)
La mitad de los millones de migrantes que huyen en estos tiempos de dura prueba, arrostrando toda clase de riesgos, son niños.
En un planeta donde las banderas de protección al menor ondean hipócritamente, el exterminio de los niños continúa, con los ropajes de una serie de argumentos “compasivos” y con la complicidad de quien hace el sordo ante los hechos.
En nuestro caso, no tendremos jamás las cifras de cuántos menores, desde lactantes a adolescentes, han caído víctimas en el desasistido éxodo de venezolanos por trochas y caminos, en el Darién o a manos de delincuentes “coyotes” de fronteras, secuestrados, abusados, esclavizados, vendidos y asesinados.
Son cientos y cientos de miles, bajas absurdas de una guerra que ellos no tuvieron tiempo de entender. ¡Ochenta y cinco millones de niños!
El pasado domingo se celebró, con los consabidos globos y demás algarabía, el Día del Niño, parrandeando como si nada de lo que muestra Sound of Freedom ocurriera y pudiera afectarnos directamente. La frase que repite Tim, el protagonista, para ganar el apoyo de los renuentes a ayudarlo, es “imagina que fueran tus hijos”. El Papa Francisco va más allá y califica todas estas calamidades que azotan a la infancia de hoy como «la amenaza más grande que sufre la paz hoy», el programa de un “humanismo” que amenaza con aniquilar la humanidad y que, tarde o temprano, puede golpear a nuestra puerta.-