Opinión

¡Basta ya! Estamos jugando con fuego

Egildo Luján:

En momentos cuando Venezuela está viviendo uno de los momentos más difíciles de su historia, y en extremo convulsionado, además de influido por ánimos conflictivos, mortifica el inquietante predominio  de visos de desesperación, fundamentalmente influidos  por la precaria situación de vida interna.

Lo obvio e inquietante es que se están planteando acciones y ánimos que  podrían conducir a los países a situaciones de conflictos o de guerra, para los cual carecemos de recursos, además de condiciones apropiadas con miras a hacerle frente a las mismas.

Es por eso por lo que, ante dicha realidad, no deja de mortificar una verdad a la que no se le puede subestimar. Y es que, definitivamente,  el entrante año 2024 reviste componentes de la mayor importancia, por lo que no se le puede ni se le debe minimizar  en sus alcances. ¿Por qué?: porque  su proyección es de que se trata de un año constitucionalmente señalado como electoral y teñido de una muy compleja situación   interna. De una verdad en la que  hemos soportado durante 24 años un gobierno hegemónico, tildado de régimen tiránico, y que ha conducido al país a un caos en todos los sentidos. Sí, de un caos que se ha traducido en la creación de grandes divisiones, como de conflictos internos y externos, sin olvidar, además,  que hoy se enfrenta a un rechazo mayoritario de parte de los ciudadanos, como del superior número de la mayoría de países de la  comunidad occidental.

Desde luego, ante semejante realidad, dicha condición, la exigente situación obliga a ir a la única solución pacífica para paliar semejante realidad:  concurrir al Tribunal Internacional de Justicia para dirimir la controversia territorial y, como ciudadanos,  someternos a un limpio y justo proceso electoral, además de elegir un nuevo gobierno.

Lo adicional ante semejante y exigente realidad, es que,  para agravar todavía más la situación, como  la precaria condición interna, a los ciudadanos venezolanos, y en forma insensata, se les plantea una inoportuna posibilidad de iniciar un proceso belicoso no deseado. Adicionalmente,  dicha ciudadanía se encuentra  en una situación económica que no resiste ante lo que sería una costosa iniciativa de guerra para lograr la solución a un reclamo territorial que, con todo derecho, tiene planteado.

Lo cierto es que Venezuela, por vías belicosas, y bajo las actuales condiciones, no tendría ninguna posibilidad de triunfo para lograr su legítimo derecho territorial sobre el Esequibo.

Aunque el hecho se trata de minimizar, lo cierto es que, actualmente, Guyana cuenta con el favoritismo, además del interés camuflado de China, Brasil, Cuba, Estados Unidos, Inglaterra y el Caricóm, entre otros. Y todo eso se traduce en que Venezuela no puede actuar como guapetón de barrio, e influido por la pretensión de arreglar las diferencias por las malas. Hacerlo equivale a pretender salir muy aporreado y con los ojos morados a golpes.

Para los venezolanos, hablando civilizadamente y asistidos por la ventaja de ser  poseedores de la razón, el país no tiene otra opción que reclamar derechos ante las autoridades jurídicas correspondientes, y que, en este caso, no se trata de otro que el de la CORTE INTERNACIONAL DE JUSTICIA, con sede en el Palacio de La Paz en La Haya ( Países  Bajos).¿Por qué?: porque la razón le asiste al país, ya que Venezuela fue despojada de espacio propio con ventaja, alevosía y la ausencia física, al encontrarse privada del derecho a ejercer su propia defensa de un territorio que le pertenece históricamente por derecho, ante jueces( CAIMANES DE UN MISMO CAÑO).

Ante la realidad que se vive, lo cierto es que Venezuela tiene suficientes pruebas y argumentos de todo tipo -y en especial jurídicos-  para demostrar su razón. Lejos de perder tiempo en acciones y en argumentos irrelevantes que no conducen a nada, además de crear más inestabilidad y sufrimientos y peligros internos, lo innegable es que Venezuela  debe organizar su defensa. Y de hacerlo recurriendo a la ley con sólidos argumentos, y reclutando alianzas sin anteponer ideologías políticas de ningún tipo. Además de hacerlo honrando la ventaja de disponer de los mejores e ilustres talentos, como de  conocedores del tema, y que se trata de un verdadero hecho de lo cual se dispone -y muy calificados- a nivel nacional e internacional. Suficientemente calificados para, de paso,  presentarnos al tribunal con ánimo de triunfadores poseedores de la razón.

¿Pero, y en respuesta a qué?. Obviamente,  para  rescatar lo que es de Venezuela, o para llegar a acuerdos entre ambas partes, sin vencidos ni vencedores, pero haciendo gala del respeto, de la justicia, como de la razón. Y sin olvidar que, sea cual sea el resultado, los países que hoy lucen en discordia, de por vida, luego pasarán a ser países vecinos, obligados a convivir en un ambiente de paz y de armonía.-

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