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Valquirias ucranianas, armadas y peligrosas

La movilización militar no es obligatoria para las mujeres, pero todas son conscientes de que necesitan protegerse. Aunque el frente está lejos, ellas quieren estar preparadas en el segundo invierno de esta guerra y por eso reciben instrucción

Darina Trebykh asegura que manejar un arma es como conducir un coche. Si acabas de sacar el carné vas a tener que practicar antes de coger un camión. Y lo mismo ocurre con los fusiles. Ella aprendió a disparar con un AK-74. Pero su arma favorita son los rifles de francotirador. Es una mujer alta y delgada, luce una melena rojiza y, como casi todas la ucranianas, su manicura está impoluta. Mantiene una amplia sonrisa mientras coloca rápido las balas del calibre 5,45×39 en un cargador. La guerra, por supuesto, también es asunto de mujeres. Sobre todo, en Ucrania.

Cuando el Ejército ruso acechaba Kiev, esta exmodelo entendió que toda la sociedad debería estar preparada para la defensa de su país y de sus propias casas. Y pocos meses después materializó esa idea. Desde hace un año y medio la organización civil que dirige, Valquirias Ucranianas, realiza sesiones de entrenamiento sólo para mujeres.

Las jornadas duran unas tres horas. Hay un pequeño descanso para tomar café o té. «Lo que enseñamos es una ‘versión demo’ de lo que se necesita saber en caso de que enemigos ronden cerca», apunta Darina. Aprenden nociones sobre primeros auxilios, a montar un Kaláshnikov, a hacer transmisiones por radio, lanzar granadas y las reglas esenciales de combate urbano.

Se reúnen por la mañana en un bosque cercano a la capital. El frío ya se ha instalado en Ucrania. El día estaba despejado. Pero no faltó la hoguera encendida en un bidón metálico. Algo ayudó. La temperatura rondaba los 2 grados. Normalmente los grupos son de 30 personas, pero con la bajada del mercurio muchas se han constipado y no pudieron asistir, cuenta Daneshka, una joven de 18 años que se encarga de llevar las redes de la oenegé.

Hay mujeres de todas las edades y con diferentes profesiones. Julia trabaja como administrativa en un despacho de abogados. Tiene 29 años. Sentada junto a otras cuatro compañeras, está atenta a todo lo que hace Dima, el instructor. Decidió apuntarse porque un conocido suyo falleció en un bombardeo en la región de Járkov. Me cuenta su historia mientras intenta montar un AK. Julia confiesa, entre risas, que no le está yendo muy bien.

Olena es una profesora de 46 años, no se movió de Kiev cuando el Ejército ruso intentaba entrar en la capital. La impresión que le causó descubrir los horrores de Bucha e Irpín, y el miedo a que un episodio así vuelva a ocurrir, fueron motivos más que suficientes para animarla a participar en estos cursos. «No vamos a permitir que se repita otra Bucha», sentencia la maestra. Aunque Olena no está segura de que pudiese desempeñarse bien en primera línea de guerra, ahora sí se siente preparada para defender su propio hogar.

Un momento de la instrucción M. G.

El resto de participantes está aprendiendo a distinguir minas antipersonas y a realizar transmisiones por radio. Y otro grupo de alumnas practican posiciones de tiro. Las armas empleadas en estas clases son de fogueo. «No pueden matar a nadie», bromea Daria. Como son aprendices, todavía deben familiarizarse primero con su uso y después podrán ir a un polígono para disparar munición real.

«¡Rotación!», alerta Darina. Las pequeñas agrupaciones se intercambian. La directora de las ‘valquirias’ contesta a mis preguntas y a la vez sigue pendiente del desempeño de sus chicas. En un momento, agarra el cerrojo del fusil para encajarlo en el pistón de gases -el esqueleto del Kaláshnikov-, y comenta: «Cualquier mujer que haya montado una máquina picadora de carne en su cocina sabe como armar esto». El próximo ejercicio consiste en tirar granadas.

La guerra de las mujeres

Vika, una joven doctora, será la encargada de la parte de primeros auxilios. Enseñará, entre otras cosas, a colocar torniquetes, «algo fundamental», explica. También dará consejos sobre como trasladar heridos y comprobar si alguien sigue respirando. La médica ha estado más tres meses en un hospital cerca del frente realizando operaciones con un equipo de cirujanos. «Es un trabajo demasiado duro. Pero, lo más importante es que todos nuestros pacientes se salvaron y algunos incluso han vuelto a pelear», relata con orgullo Vika.

Estas sesiones de capacitación no pueden de ninguna manera sustituir a un entrenamiento militar propiamente dicho, deja claro Darina. Pero son una toma de contacto con la cotidianidad de la lucha. Todos los profesores sirven como soldados en activo. Han participado en misiones de combate. En su tiempo libre y de forma altruista transmiten sus conocimientos a sus compatriotas. Dima está orgullosa de su labor y asegura que, por lo general, es más sencillo enseñar a mujeres: «Suelen estar más atentas que los hombres». El recio combatiente de mirada azulada considera que el reclutamiento femenino no debe ser forzado. Sin embargo, para él no hay ningún problema en combatir junto a mujeres.

«Lo que importa es la eficiencia del guerrero, no si es hombre o mujer. Además, las mujeres solemos ser más sigilosas y prestamos más atención a los pequeños detalles. Eso ayuda mucho en la guerra», destaca Darina Trebykh. Mas de 40.000 mujeres sirven en las Fuerzas Armadas de Ucrania y un total de 5.000 lo hacen desde la línea cero. «Algunos hombres creen que las mujeres son más débiles por naturaleza. No es cierto. Aquí les enseñamos que ellas son fuertes y pueden hacer lo que se propongan», añade la joven Dáneshka.

Reticencias

Antes de la guerra no había un alto porcentaje de mujeres interesadas en los asuntos castrenses. Con la invasión a gran escala eso cambió. Las autoridades ucranianas tuvieron que adaptarse a la nueva realidad e introdujeron modificaciones en la legislación. Ahora las mujeres pueden desempeñar más oficios dentro de la tropa, tienen un nuevo uniforme oficial y se ha decretado la fabricación de ropa interior adaptada a ellas. A pesar de estos avances todavía hay ciertas reticencias, pero las guerreras ucranianas las están quebrando poco a poco.

Muchos hombres en Ucrania consideran que dentro de su rol está la protección de las mujeres. Y en base a esa creencia algunos comandantes no están muy cómodos con las soldados que quiere ir a la lucha. «Una amiga mía quiso alistarse en una brigada de asalto y la rechazaron por ser mujer», cuenta Darina. Donde sí son bien recibidas, por el contrario, es dentro de los equipos de francotiradores, dice la directora de la organización. La mayoría de las militares desempeñan labores en la parte médica, pero también manejando drones.

La misión de las ‘valquirias’ no tiene que ver solo con la parte bélica. Ellas quieren establecer puentes entre los guerreros que vuelven del infierno y una sociedad que no imagina todo lo que vivieron en este conflicto brutal. «Muchas mujeres ahora tendrán un tema de conservación con sus maridos y podrán comprender mejor todo lo que pasaron en las trincheras. Eso también es importante para todos los ucranianos y para mi país», sentencia Darina.-

MIRIAM GONZÁLEZ

Kiev/ABC

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