Los dos belenes de Ucrania, el sufrimiento y la esperanza de la guerra, en la columnata de Bernini
El clamor por la paz, en los '100 belenes en el Vaticano'
En medio de la terrible realidad que viven los ucranianos, la Navidad, con su mensaje central, es también para ellos un momento para acudir a la fuente de la esperanza. «Nadie puede vivir sin esperanza», subraya el embajador de Ucrania ante la Santa Sede
En la exposición que muestra más de 100 representaciones de la Natividad bajo la columnata de Bernini, se encuentra una obra de un escultor italiano y una creación del país que sufre una cruel guerra desde hace casi dos años
Este año Ucrania está representada por dos belenes, diferentes entre sí, pero complementarios en el mensaje que quieren transmitir. Uno es una creación del escultor italiano Luciano Capriotti, una escultura de terracota de la Sagrada Familia, y el otro, traído de Ucrania, representa una antigua tradición artesanal de una región del oeste de Ucrania
«Ucrania es parte integrante del mundo cristiano, por eso es muy importante su participación en la exposición «100 belenes en el Vaticano». A través del belén, el pueblo ucraniano siempre ha intentado demostrar sus profundas convicciones cristianas, su amor a Dios y a la Iglesia, según explicó el embajador de Ucrania ante la Santa Sede, Andrii Yurash, que por segundo año consecutivo se encarga de la participación de su país en la muestra.
Este año Ucrania está representada por dos belenes, diferentes entre sí, pero complementarios en el mensaje que quieren transmitir. Uno es una creación del escultor italiano Luciano Capriotti, una escultura de terracota de la Sagrada Familia, y el otro, traído de Ucrania, representa una antigua tradición artesanal de una región del oeste de Ucrania.
Luciano Capriotti representó a la Sagrada Familia como una familia de fugitivos. «Siempre se huye de algo injusto, de la guerra, de la violencia, y por eso quise representar a los tres personajes -San José abrazando a la Virgen y Ella sosteniendo en brazos a su hijo dormido- en un solo bloque de terracota», explica el autor. A los pies de esta escultura hay dos pequeños buey y burro para recordar la magia de la Nochebuena. Esta magia, como detalla el escultor, está presente «en la mirada amorosa de María que mira al niño dormido, mientras que en la mirada de José hay mucha preocupación, sufrimiento, porque en su mente está la necesidad de defender a su familia de un peligro inminente». De hecho, detrás de la escultura hay todo un simbolismo: en la capucha de San José está la imagen de la huida a Egipto.
Incluso en el manto que cubre los hombros hay varios símbolos: una montaña grabada, que representa el calvario, en cuyo interior se encuentra una fosa común con cadáveres superpuestos, unos encima de otros, una imagen, como dice Luciano Capriotti, que recuerda a las fosas comunes de varios lugares de Ucrania, como Bucha, en la región de Kiev. «En la parte superior hay una cruz de la que mana sangre hacia la fosa común, y en el fondo de la fosa común hay espigas de trigo, signo de resurrección y renacimiento», prosigue el artista. Junto a la cruz se aprecian dos fragmentos de misiles rusos lanzados en los bombardeos. Proceden de Kharkiv y están uno a la derecha y otro a la izquierda de la cruz, como si se tratara de un calvario. Y de esta fuerte imagen de dolor surge la idea de que estos cuerpos, vivificados por la sangre de la cruz, pueden, de alguna manera, renacer, resucitar. «También ellos pueden tener su Pascua. Y el trigo representa precisamente eso: el grano que muere dentro de la tierra, para luego dar la espiga. La espiga, el trigo, es el símbolo de Ucrania», asevera el diplomático.
El escultor afirma que precisamente del símbolo del trigo nace su amistad con la parroquia greco-católica ucraniana de Santa Sofía de Roma y su párroco, el padre Marco Semehen. El año pasado, con motivo del primer aniversario de la guerra, el escultor montó allí una exposición titulada «Ángeles de la guerra», «en la que cada ángel estaba expuesto y acompañado por un dibujo de un niño refugiado de guerra, que había realizado su dibujo espontáneamente, utilizando el carbón y las cenizas de los campos de trigo incendiados por el ejército invasor».
Luciano Capriotti es cardiólogo, pero siempre ha sido artista y escultor al mismo tiempo. Siempre he escuchado el corazón de la gente», dice, «y cuando soy escultor escucho mi corazón«. El proceso de creación para él «es una manera de sacar una emoción, un sentimiento del corazón, con la esperanza de que en el material, en la arcilla, en la escultura creada, quede algo de esta emoción que pueda a su vez emocionar los ojos, los corazones de quienes las vean». La voz del artista, según Capriotti, «es la voz de sus obras que puede conmover, convencer, exhortar a pensar y a ponerse del lado de la justicia. Una obra permanece como testimonio de dolor, como deseo de paz, como deseo de renacimiento. Pero, por supuesto, la guerra no puede detenerse con el arte, aunque el arte, dice, no pueda callar. El arte debe al menos gritar, hacer oír su voz». Por lo tanto, el arte, y la cultura en general, no pueden ser neutrales, «porque detrás del arte está el artista, en el artista hay una conciencia, hay un corazón, hay una mente. ¿Cómo puede ser indiferente, cómo puede no tomar partido, sobre todo ante los actos de arrogancia? Hay que ayudar a los débiles, hay que salvar a los inocentes, y cuando no se puede, se llora y se sufre con los que sufren. Y esto es compasión».
Otro belén que representa a los ucranianos en la exposición «100 belenes en el Vaticano» fue traído del país en guerra. A diferencia de la escultura del artista italiano, que habla de sufrimiento y dolor, este belén de madera con colores más claros y alegres representa, como explica el embajador Yurash, «la esperanza en el renacimiento y la victoria de la bondad y la luz sobre todas las fuerzas del mal».
El belén se creó según la tradición de fabricación de juguetes de madera típica de la localidad de Yavoriv, en la región de Lviv. Esta tradición particular se ha incluido en la Lista Nacional del Patrimonio Cultural Inmaterial de Ucrania. Los juguetes-decoración para el árbol de Navidad junto al belén también se hicieron con la misma técnica.
En medio de la terrible realidad que viven los ucranianos, la Navidad, con su mensaje central, es también para ellos un momento para acudir a la fuente de la esperanza. «Nadie puede vivir sin esperanza», subraya el embajador de Ucrania ante la Santa Sede. Si no hay esperanza, no hay voluntad de seguir adelante», sostiene el embajador.
«La fe, la Iglesia es, por supuesto, una de las inspiraciones espirituales más poderosas que puede recibir una persona o una comunidad entera. Y en este contexto, los belenes son un componente importantísimo que desde hace muchos siglos llevan una carga emocional muy poderosa, ofrecen el mensaje de la afirmación de la vida. El belén traído de Ucrania muestra que, a pesar de todos los horrores de la guerra, a pesar de todas las tragedias que vive la sociedad ucraniana, hay que confiar en que todos los horrores pasarán, en que aparecerá una estrella, la estrella de Belén, la estrella de la esperanza y, por supuesto, la estrella de la victoria».