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2024 y 2025: años de incertidumbres

En diversas tradiciones espirituales, la iniciación o el viaje o encuentro de lo sagrado suele estar investido de pruebas o formas de templar el espíritu

 

Horacio Biord Castillo:

La conclusión de un período suele ser un momento propicio para reflexionar y evaluar. Todo fin de año se torna ocasión favorable para proyectar el siguiente a partir de las vivencias de los meses anteriores. Desde mediados de 2023 se ha avizorado un panorama de constantes incertidumbres y continuos que parecerían estar lejos de disminuir.

En el plano internacional, las consecuencias cada vez más palpables del cambio climático y el desconcierto que producen las actitudes negacionistas o la inercia y omisión frente a las preocupantes situaciones ambientales, la globalización cada vez más excluyente, los síntomas de cansancio, frustración y debilidad de proyecto civilizador occidental cristiano, con sus bondades y deficiencias, sirven de marco a situaciones concretas en distintas regiones y países. Basta una mirada rápida para darnos cuenta de la inestabilidad. El enfrentamiento entre Hamás e Israel, el desarrollo de la carrera electoral en los Estados Unidos como reflejo de la situación del país, el estado de la guerra en Ucrania tras la invasión rusa, los altibajos de la política española, la expansión china y los fundamentalismos religiosos, la expansión china y de otras potencias no occidentales, las tendencias enfrentadas dentro de la Iglesia católica son indicios mínimos de un mundo con grandes debilidades y contradicciones.

En el caso de América Latina, se puede señalar el triunfo del ultraderechista Milei y de Noboa en Argentina y Ecuador, respectivamente, los resultados del referendo aprobatorio del proyecto constitucional en Chile, la situación cubana, el autoritarismo de Nicaragua, la inestabilidad de muchos países como sucede en Perú y Bolivia, la compleja situación mexicana. En todos los países latinoamericanos sobresalen las consecuencias políticas y geopolíticas de las profundas desigualdades e inequidades sociales que subyacen a los procesos regionales.

En el plano interno, la situación venezolana sigue ese ritmo de sobresaltos e incertidumbres, potenciado por las expectativas que generan los esperados comicios presidenciales que deberían efectuarse en diciembre de 2024 y las elecciones regionales legislativas y regionales de 2025. Ante la diversidad contrastante de las variables involucradas resulta difícil no tanto imaginar sino proyectar escenarios plausibles para el nuevo año.

Para quienes no estamos inmersos en las trincheras partidistas resulta más prometedor y útil aceptar y asumir que nos toca un año, quizá dos en virtud de los eventos electorales que corresponde legalmente efectuar en 2025, de grandes incertidumbres. Prefiero formularlo en plural, pues esas dudas abarcan muchos aspectos y áreas. Quizá no sea baladí considerar que esas incertidumbres, producto a su vez de crisis sistémicas e incluso multisistémicas, ocurren más allá de nuestras fronteras y, en gran medida, preludian o conforman épocas de profundos y tal vez definitivos cambios, como he señalado al comienzo.

Vivir épocas de cambios conlleva inseguridades y desasosiegos, pero ello no impide, aunque lo dificulte, la acción fundamental: sobrevivir como manera de vivir. La espiritualidad y la relación con lo sagrado y trascendente, sea o no a través de religiones; las formas sublimes de la creación artística ampliamente entendida y los usos sociales que permitan la distracción y la sana relajación en vez de fomentar las preocupaciones, entre otros haceres, nos pueden ayudar a afrontar los tiempos difíciles que nos esperan.

Sería en extremo ingenuo y simplista asumir que cualquier escenario para Venezuela ya está prefigurado o tiene determinado desenlace, no obstante las dificultades intrínsecas de lo que sean posibles. Por decirlo de alguna manera, nos jugaremos los desenlaces día a día. Uso la primera persona del plural no porque necesariamente tengamos que ser actores de los distintos procesos que se vayan a dar, sino porque constituyen fenómenos sociales de amplio alcance que, en definitiva, nos afectarán a todos para bien o para mal y con esa expresión no quiero sonar maniqueísta sino aludir a todas los grados y posibilidades del espectro valorativo. Quizá la extrema polarización que hemos vivido en Venezuela en las últimas dos décadas y media nos lleve a asumir de manera inconsciente una perspectiva maniquea. En parte, esto es la consecuencia de la simplificación excesiva de las realidades sociales, como consecuencia directa o indirecta de los sesgos y las ideológicos y las posiciones personales asumidas ante la cotidianidad de nuestro país, y de la reacción a situaciones generadas por la imposición de modelos realmente no consensuados.

Abrimos las puertas de un año (de dos, vuelvo a decir) de imprecisos y ambiguos contornos. Tratemos de navegar y atravesar sus aguas turbulentas aferrados a la balsa de nuestras creencias, de la elevación que producen el arte y las creaciones sublimes y nuestras redes sociales naturales. No dejemos que el desasosiego venza.

En diversas tradiciones espirituales, la iniciación o el viaje o encuentro de lo sagrado suele estar investido de pruebas o formas de templar el espíritu que incluyen obstáculos cuya superación progresiva acerca al candidato al puerto o estadio de llegada previsto. El objetivo es perseverar y triunfar. Que el año o los dos por venir sean un viaje en pos de realizaciones que pueden o no materializarse en el término de pocos meses, que agrupados en docenas sucesivas constituyen los años.

No sé si desear feliz año resulte superficial después de todo lo dicho o más bien debamos pedir prudencia y sensatez para afrontarlo. Que Dios nos conceda cordura y fortaleza en abundancia.-

 

San Antonio de Los Altos, Gulima, a 31 de diciembre de 2023

 

Horacio Biord Castillo

Escritor, investigador y profesor universitario.

Contacto y comentarios: hbiordrcl@gmail.com

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