Ucrania, sacerdote en primera línea: «Importa la cercanía, las palabras vienen después»
El padre Oleh Ladnyuk, capellán militar en Dnipro, se encuentra actualmente en Roma para participar en el curso de la Pontificia Universidad Salesiana titulado "Accompanying when Trauma Hits"("Acompañar cuando el trauma golpea"), un proyecto dedicado a apoyar a las personas que sufren los traumas de la guerra: los que viven un drama así no escuchan con los oídos sino con el corazón
Como cuenta con una dulzura que no parece provenir del horror, estos días en Roma está «descansando un poco». El padre Oleh Ladnyuk es un sacerdote salesiano ucraniano que ejerce de capellán militar en el frente de combate, entre los soldados que luchan en defensa del país y entre los civiles que han visto aniquiladas sus vidas durante más de dos años. Lleva ayuda humanitaria a los lugares donde caen los misiles y desde allí colabora en la evacuación de jóvenes y adultos: hasta ahora, por lo menos 500 personas, pero probablemente sean muchas más.
Estos días, el padre Oleh -que ejerce su ministerio en Dnipro y enseña Historia en una escuela pública de la ciudad- se encuentra en Roma para participar, junto a otros dos sacerdotes y una decena de laicos de su país, en el curso de formación «Acompañar cuando el trauma golpea», organizado por la Pontificia Universidad Salesiana en colaboración con la Facultad de Ciencias de la Educación, la Fundación Don Bosco en el Mundo y la Red Don Bosco. Un proyecto que pretende ofrecer herramientas teóricas y metodológicas para afrontar el trauma causado por la guerra.
Padre Oleh, ¿quiénes son las personas que participan en este curso organizado por la Universidad Pontificia Salesiana?
El curso se ha realizado específicamente para Ucrania y Oriente Medio. De Ucrania vinieron catequistas, profesores y psicólogos de las casas salesianas y también del Exarcado de Donetsk, porque la mitad de su territorio está ocupado y tienen que contribuir a sanar estas heridas que causa la guerra. Este curso es muy interesante porque trata de los traumas que produce la guerra: traumas que por desgracia no siempre vemos durante los conflictos, las heridas psicológicas pueden abrirse incluso unos años después de la guerra. Hablamos, por ejemplo, del duelo. Es un tema muy útil porque a menudo tenemos que tratar con familias, con personas que han perdido a un hijo, un marido o un padre en la guerra. Nos explicaron qué podemos pedir a estas personas, de qué podemos hablar y de qué es mejor no hablar. Por ejemplo, la frase que a menudo puede ser muy traumatizante es: «Todo irá bien». No se puede decir esto porque quiénes somos nosotros para poder decir que todo irá bien… Y luego durante este curso también nos explican otras cosas y esto es muy importante para nosotros, porque en Ucrania faltan psicólogos que puedan trabajar con civiles o con militares y, por desgracia, en el futuro la necesidad de psicólogos aumentará. Así que estos cursos proporcionarán herramientas a quienes estén en contacto directo con personas en situación crítica. Ciertamente, esto no nos convierte en psicólogos, pero al menos tenemos una forma de prestar este tipo de ayuda inicial a las personas que sufren traumas de guerra, que luego pueden acudir a un psicólogo o psicoterapeuta para obtener un apoyo más específico.
¿Cómo ha vivido personalmente el acompañamiento de personas que han sufrido la pérdida de seres queridos durante estos más de dos años de guerra a gran escala? En su opinión, ¿qué es importante recordar cuando se intenta consolar a alguien?
Cuando la gente está de duelo, a menudo no escucha con los oídos, sino con el corazón. Las personas en duelo suelen estar enfadadas con el mundo, también pueden estarlo contigo porque estás vivo mientras que su marido o su hijo ya no lo están. Por eso es muy difícil: las palabras que hay que utilizar dependen de la situación. Pero lo más importante de todo es la presencia, tu presencia. Estar cerca ayuda mucho. Por ejemplo, en los primeros días de la guerra, cuando la gente me preguntaba: «¿Dónde está ese Dios? ¿No podemos verlo? Aquí todo está destruido, hay tantos muertos», yo no respondía, pero me quedaba con esa gente y entonces me decían: «Ahora vemos a Dios en tu presencia entre nosotros». También aquí, cuando alguien ha perdido a un ser querido y estamos cerca de él, a menudo no tenemos que «lanzarnos» inmediatamente con palabras, porque si utilizas palabras, parece que quieres convertirte en un maestro, alguien que da consejos… Pero tú no eres un profesor: la persona que está sufriendo no quiere un profesor en ese momento, sino alguien que esté cerca de ella, con quien pueda hablar de ese dolor que lleva dentro. Esto es algo muy importante, porque mucha gente no sabe comportarse bien en estas situaciones, muchos tienen miedo incluso de consolar a alguien porque se dan cuenta de que no son expertos. Por eso, lo más importante es estar cerca de una persona que está de luto, ayudarla a exteriorizar las emociones que lleva dentro y no tratar de convertirnos en maestros. Luego, por supuesto, también hace falta experiencia y, por desgracia, ocurre que no todo el mundo acierta a la primera.
Viene de un país en guerra con un grupo de personas. En su opinión, a la hora de comunicarse con personas como usted, que proceden de entornos tan difíciles, ¿qué hay que tener en cuenta para no correr el riesgo de herirlos?
En primer lugar, hay que dejar que la gente se acostumbre a la nueva situación. No hay que intentar hablar enseguida, preguntar cómo van las cosas. No hay que hacer demasiadas preguntas. Es mejor esperar a que la persona se acostumbre y luego empezar a hablar poco a poco. Porque los que han sobrevivido a la guerra tienen muchas emociones dentro. Y, créanme, la mayoría, el 90% de los que vivieron la guerra, llegarán poco a poco a contar muchas cosas. Por ejemplo, en los primeros días, cuando llegamos aquí, las mujeres de nuestro grupo tenían miedo de los aviones que volaban por el cielo, de los ruidos durante la noche: se despertaban buscando dónde esconderse, pensando que era una bomba, en lugar de eso era el ruido de un simple avión civil. Es muy difícil entender a una persona que viene de la guerra. Por ejemplo, hablo de mí mismo: llegué a Italia y alguien me invitó a hacer un viaje, otro me dijo: «Vamos a Turín a visitar a unos amigos», y yo respondí: «Lo siento, me quedo en Roma porque estoy muy cansado». Y no es un cansancio físico, de los que te quieres ir a dormir. Es un cansancio psicológico, que no quieres ir a ningún sitio sino simplemente relajarte, quizá pasear por Roma, mirar los parques y ya está. Es un cansancio que nadie puede entender a menos que tenga este drama detrás. Es un gran cansancio psicológico causado por la guerra.
Padre Oleh, desde el comienzo de la guerra nunca ha dejado de apoyar a la gente en zonas muy cercanas a la línea de combate. Su misión, nos dijo al hablarnos, es ayudar a la gente a seguir siendo «humana»…
Sí, he evacuado a más de 500 personas de zonas muy peligrosas, donde otros no irían. Una vez dije que si el 10% de esas personas en el momento de la evacuación me han dado las gracias, eso ya será mucho. Pero lo importante es que después de un año, después de dos años, recibo mensajes de vez en cuando, incluso de gente que no conozco, que me dicen: «Nos salvaste una vez. Siempre lo recordamos y te damos las gracias». Y ni siquiera sé de quién son esos mensajes. Por ejemplo, veo a estos niños a los que ayudé a escapar y que ahora tienen una vida de nuevo y pienso: «¿Dónde estarían este niño o esta niña, esta familia, si yo no les hubiera ayudado?». Estoy contento porque cuando dicen que hay que vivir la vida a tope -y más aún vivir la vida sacerdotal a tope- creo que es lo más grande que he podido hacer en la vida. Porque la vida te da una oportunidad y te dices: esto puede ser lo más grande de tu existencia y entonces o lo acepto o no lo acepto, o me tiro o no me tiro. Y cuando te has lanzado, ves que has hecho un montón de cosas buenas y además has seguido vivo, porque ni siquiera eso se da por supuesto, que has respondido a las exigencias de tu existencia y que todo eso es bueno. Mucha gente me ha dado las gracias y muchos me han dicho: ‘Veo a Dios a través de ti’.
Así que seguimos, seguimos ayudando, trabajando en las parroquias, ayudando a los que están en primera línea, por ejemplo la parroquia de Verkhniokamianske (ndr: en la región de Donetsk), que está rodeada por tres lados por los rusos. Allí todavía están nuestros feligreses greco-católicos y fui personalmente a llevarles la felicitación de Navidad y luego iré para la Pascua de rito bizantino. Les visitaré y bendeciré el pasche (ndr: pan que se prepara en Ucrania para Pascua). Hace ya dos años que esta gente no viene a la iglesia porque fue alcanzada por una bomba y todo el pueblo quedó destruido. Viven en el sótano, no quieren escapar de este pueblo aunque se lo he pedido muchas veces.-
Svitlana Dukhovych – Ciudad del Vaticano/Vatican News